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Niños tzotziles crecen con la ilusión de migrar de su pueblo

Fredy Martín Pérez Corresponsal| El Universal
Martes 30 de julio de 2013
Nios tzotziles crecen con la ilusin de migrar de su pueblo

VIAJE. Feliciano Díaz Díaz, conocido como “Manuelito”, debe pasar caminando diariamente frente al bar “Las palmas” en su trayecto entre Yut Osil, donde vive, y El Romerillo, donde se ubica la escuela “Josefa Ortiz de Dominguez”, donde estudiará el quinto año de primaria. (Foto: FREDY MARTÍN PÉREZ EL UNIVERSAL )

Historia

SAN JUAN CHAMULA

En el bar “Las palmas”, cercano a la comunidad Yut Osil, una joven indígena con un vestido entallado de color azul y zapatillas negras toma cerveza con un cliente; ella es una de las tres meretrices que laboran en el lugar, donde confluyen taxistas y agricultores, muchos de ellos visten de jeans, botas vaqueras y sombreros tejanos.

Mientras el hombre que acompaña a la joven charla con sus vecinos de mesa, ella aprovecha para ponerse de pie y tomar el teléfono celular que le entrega el propietario del negocio y contesta con un aire de coquetería una llamada en el área del estacionamiento de la cantina, una construcción de madera habilitada con varios cuartos.

Un tzotzil dice que en el bar “Las palmas” —hasta ahora el único prostíbulo en el municipio de San Juan Chamula— hay tres meretrices que cobran 100 pesos para sostener relaciones sexuales con los tzotziles de este municipio, ya que muchos de ellos han regresado de Estados Unidos, con “algunos dólares en la bolsa”.

Feliciano Díaz Díaz, conocido como “Manuelito”, el niño que fue humillado por un inspector del ayuntamiento de Villahermosa, Tabasco, debe pasar caminando diariamente por “Las palmas” en su trayecto entre Yut Osil, donde vive, y El Romerillo, donde se ubica la escuela Josefa Ortiz de Dominguez, donde a finales de agosto empezará a estudiar el quinto año de primaria.

La vida de los tzotziles que se han quedado en el municipio circula entre la pequeña parcela donde crecen repollos, rábanos y papa, a los expendios que venden posh (aguardiente) o cerveza. “Ya me tomé tres Tecates”, dice un joven de 15 años, quien es acompañado por otros dos menores de la misma edad, que caminan rumbo a la escuela Cuauhtémoc, a 200 metros de la casa de Feliciano.

En Chamula, la mayoría de niños y jóvenes sólo pueden estudiar hasta la primaria, porque las escuelas secundaria y de bachillerato se ubican en la cabecera municipal, explica Dolores Sántiz Gómez, la directora del DIF municipal. Otros ni el sexto año logran terminar, porque deben salir a buscar trabajo como vendedores de dulces, limpiadores de calzado y parabrisas de automóviles.

Comenta que hasta ahora, la mayoría de los menores buscan migrar para hallar empleo en estados vecinos de Chiapas, pero “pocos” son los que se atreven a viajar a Estados Unidos, ya que para trasladarse con la ayuda de un traficante hay que tener más de 2 mil dólares.

En semanas pasadas retornaron 10 niños chamulas que intentaron ingresar por su cuenta a Estados Unidos, pero fueron arrestados por la Patrulla Fronteriza y expulsados por el estado de Sonora y luego traídos a Chiapas.

Sántiz Gómez, quien estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad Intercultural y desde hace varios años ha documentado la vida de los tzotziles, dice que en Chamula no hay más opciones de sobrevivir trabajando en la agricultura, porque la escasa artesanía que se produce “no tiene mucho valor” y los que ganan son los intermediarios que llevan los textiles a la ciudad de México o al extranjero.

Sin fuentes de empleo, sin escuelas del nivel medio y universidades, los chamulas deben dejar sus hogares para viajar con sus padres y otros familiares a los centros urbanos, donde perciben al día 150 pesos como albañiles, trabajando en zonas agrícolas de Sonora, Chihuahua, Sinaloa y Jalisco, en el comercio informal o como agentes de seguridad.

Chamula, un municipio con 79 mil habitantes y 158 comunidades, parece quedarse sin hombres, ya que han preferido migrar antes que quedarse a trabajar en la “pequeña fracción” de tierra donde sólo pueden cosechar bultos de maíz, sacar algunos kilos de papa y frijol.

“Desde los cuatro o cinco años, los niños están dejando sus hogares, porque la mamá, que se encuentra sola en la casa, ya no le alcanza el dinero para darles de comer a sus hijos”, explica la directora del DIF municipal, que estima que si en Chamula hubiera una universidad, entonces “las cosas cambiarían y los jóvenes no soñarían con irse”.



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