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Pablo Marentes

Turner de Yucatán

Profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Ha fungido como director gene ...





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    12 de mayo de 2001


    LOS mexicanos que ven Hola y demás y que viajan por el mundo conocen a un Turner: Ted, el que se casó con "Barbarella" Fonda, fundó CNN y en 1992 hizo de la guerra un espectáculo de televisión. Pero hay otro Turner, John Kenneth Turner, el periodista que en 1910 escribió sobre Yucatán. Era reportero de los que para hablar de algo se transladaban a donde ese algo ocurría. Turner turbó a los estadounidenses y ofendió la fina sensibilidad de los mexicanos de abolengo cuando publicó Barborous Mexico en 1910. Turner no era enemigo de México. Ni era comunista. Ni liberal. Ni socialista. Tampoco escogía temas para transformarlos en folletones escandalosos para negocios editoriales. México Bárbaro no es la interesada enumeración de anécdotas de unos cuantos personajes de la política o de la picaresca empresarial, en su mayoría difuntos o cadáveres políticos. Turner es un reportero. Con base en lo que vio, platicó, indagó y confirmó, se aventuró a diagnosticar que México estaba en el umbral de "una revolución en favor de la democracia" y que Estados Unidos intervendría con fuerzas armadas para sostener a Porfirio Díaz o a un sucesor dispuesto a continuar su asociación especial con el capital norteamericano".

    En el prefacio de la edición de 1911, Turner afirmó que cerca de 30 mil soldados estadounidenses patrullaban la frontera mexicana y "barcos de guerra de Estados Unidos navegan en la proximidad de puertos mexicanos. El propósito es aplastar la Revolución mediante el cierre de sus fuentes de aprovisionamiento e impedir que los patriotas mexicanos residentes en Estados Unidos vayan a luchar por la libertad de su país". México Bárbaro revela que la mayoría de los mexicanos es pobre "porque no tiene derechos, que el peonaje es común para las grandes masas, que son esclavos cientos de miles de hombres y que el pueblo no adora a su Presidente".

    Su contacto con nuestro país se inicia cuando entrevistó a "cuatro revolucionarios hombres cultos encerrados en la cárcel municipal de Los Angeles". Le dijeron que durante algún tiempo "habían agitado pacíficamente para derrocar sin violencia al gobierno". ¿Por qué deseaban derrocar al gobierno? Entre otras cosas, le dijeron, "porque había abolido los derechos, porque había desposeído al pueblo de sus tierras, y porque había convertido a los trabajadores en siervos, peones y en verdaderos esclavos". Turner rechazó la afirmación. "Ustedes quieren decir esclavitud del asalariado o esclavitud de condiciones de vida miserables. Ustedes no pueden probar que en México hay esclavitud humana". Y le contestaron: "Si, esclavitud humana. Hombres y niños comprados y vendidos como mulas y como tales pertenecen a sus amos: son esclavos".

    Esa plática motivó su primer viaje. "Cada uno de los hechos fundamentales apuntados respecto a la esclavitud en México los vi con mis ojos o los escuché con mis oídos, casi siempre de labios de personas inclinadas a empequeñecer sus crueldades: los capataces de los esclavos. Encontré esclavitud en México. Si, la encontré. Primero en Yucatán.

    "En Yucatán crece bien el henequén. La capital es Mérida, bella ciudad moderna con una población de 60 mil habitantes. Está rodeada y sostenida por vastas plantaciones de los enormes agaves verdes. Las haciendas son tan grandes que dentro tienen una pequeña ciudad de 500 a 2,500 pobladores. Los habitantes son esclavos. La población del estado llega a los 300 mil habitantes. Tan sólo 250 personas constituyen el grupo de esclavistas. Pero las mayores extensiones y la mayoría de los esclavos los concentran los 50 reyes del henequén. Los esclavos son más de 100 mil".

    Para conocer la verdad se mezcló con los esclavistas, como inversionista con mucho dinero que quiere colocarlo en el henequén. "Antes de pisar las blancas arenas de Progreso, ya sabía cómo eran engañados los investigadores visitantes. Si no podían sobornarlos, los invitaban a beber y a comer hasta hartarse. Les llenaban la cabeza de falsedades y los conducían por una ruta previamente preparada. Salían de Yucatán con la creencia de que los 100 mil hambrientos, fatigados y degradados hombres eran plenamente felices y vivían tan contentos que constituiría un despojo otorgarles la libertad".

    El capo de los reyes del henequén era Olegario Molina, ex gobernador del estado y secretario de Fomento, Colonización e Industria de México a partir de 1907. Sus propiedades en Yucatán y en Quintana Roo abarcaban más de 6 millones de hectáreas. "Los 50 reyes del henequén viven en palacios. Muchos tienen casas en el extranjero. Mérida, y todo Yucatán, y toda la península depende de estos 50 reyes del henequén. Naturalmente, dominan la política del estado y lo hacen en su propio beneficio. Los esclavos son 8 mil indios yaquis traídos de Sonora; tres mil coreanos y entre 100 mil y 125 mil mayas. Estos últimos eran dueños de las tierras que ahora dominan los amos henequeneros. Después de Molina, los gobernadores todos, con excepción de José María Pino Suárez, Felipe Carrillo Puerto, Fernando López Cárdenas, Florencio Palomo Valencia, Humberto Canto Echeverría eran parte de la misma red de poder. Entre 1949 y 1952 hubo un intento de romperla. Los gobernadores ya no serían también presidentes de henequeneros de Yucatán. La casta divina se opuso. Uno de los ex gobernadores, al explicar las fortunas amasadas, admitió que era una práctica establecida que los gobernadores recibieran comisiones del representante de la firma Hanson y Horth, compradora exclusiva de la fibra yucateca. ¿No es una mordida?, le preguntó Fernando Benítez a José González Beytia. Con impudicia contestó: "Si el gobernador toma una decisión favorable a la industria, me parece que debe obtener una ganancia... Se trata de una comisión perfectamente legítima".

    En 1953 se desata la lucha política. Los reyes quieren seguir comercializando directamente el henequén. "Todos los gerentes y contables de henequeneros de Yucatán, con pocas excepciones, fueron hacendados o descendientes de hacendados, dueños de las principales industrias de Yucatán y con intereses en los bancos locales donde se depositan sin devengar intereses los fondos de la institución". Tomás Marentes emite el decreto, pero es obligado a separarse del gobierno. Ruiz Cortines acuerda la disolución del Gran Ejido y la liquidación de henequeneros de Yucatán en 1955. Puede afirmarse que los reyes del henequén como los describió Turner en 1910 la casta divina, como la calificó Salvador Alvarado en 1915 se sostuvieron incólumes hasta 1955. Luego de la intranquilidad política de 1953, los siguientes 31 años transcurrieron sin sobresaltos, si bien las condiciones sociales, económicas y políticas de Yucatán, que siguen siendo muy semejantes a las que describiera Turner en 1910. Aunque sus factores tengan otros nombres institucionales y personales.



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