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Ricardo Raphael

Ebrard y las izquierdas

Maestro en Ciencias Políticas por el Instituto de Estudios Políticos de París, Francia. Maestría en Administración Pública por la Escuela ...

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    01 de agosto de 2011

    ¡Ya era hora! Hace meses que los seguidores de Marcelo Ebrard le pedían una definición respecto a su candidatura hacia el 2012. No había querido ofrecerla porque, acaso ingenuamente, creyó que antes podría llegar a un pacto de caballeros con Andrés Manuel López Obrador. La famosa encuesta a población abierta pudo haber conjurado la división de las izquierdas. Pero ese mecanismo ya murió.

    De haber surgido un solo candidato que uniera al PT, a Convergencia (o como sea que se llame ahora ese partido), así como a las corrientes y “tribus” que conviven dentro del PRD, el escenario habría sido interesante.

    En sentido inverso, si AMLO y el jefe del gobierno de la ciudad de México concurren separados a los comicios del año próximo, probablemente cada uno saldrá a la pista de carreras con no más de 10 puntos en las preferencias. El efecto de esa circunstancia en la opinión pública puede ser devastador.

    Este argumento pareciera importarle muy poco a López Obrador. Hace un par de semanas dijo en un programa radiofónico que la mentada encuesta permitiría a “la mafia en el poder” empinar la balanza a favor de Marcelo Ebrard. Días después informó a los coordinadores de su movimiento, Morena, que de cualquier forma acudiría como candidato el año próximo.

    En tales condiciones el acuerdo entre caballeros no tiene ya posibilidad alguna. Sería ayer o será mañana pero la ruptura entre Ebrard y AMLO ya ocurrió.

    ¿Cabía en este escenario que el jefe de gobierno del Distrito Federal se hiciera a un lado? Hay quien le aconsejó que mejor se guardara para el 2018. A diferencia de su adversario, a él la edad le favorece. Mientras se dedicaba a cultivar su liderazgo dentro del PRD, de aquí a entonces Ebrard podría ser senador de la república.

    Esa estrategia, sin embargo, no contempla a los muchos cuadros de izquierda que, dentro y fuera del PRD, no se sienten identificados con López Obrador. Basta ver los nombres de quienes acudieron ayer al World Trade Center para dimensionar el asunto.

    Marta Lamas es un buen ejemplo. AMLO nunca coincidió sinceramente con la interrupción voluntaria del embarazo, ni con los derechos relativos a la diversidad sexual. Si esta activista asistió ayer es porque, de no participar Ebrard, sus causas quedarían fuera de la contienda presidencial.

    Lo mismo ocurrirá con tantos otros temas, ideas, proyectos, rostros y liderazgos progresistas que hace tiempo perdieron la confianza en el ex candidato presidencial del PRD.

    No es novedad que en México coexistan varias izquierdas. En este espectro de la política el divorcio es más frecuente que el matrimonio. La lista de islas es larga: comunistas, trotskistas, socialistas, socialdemócratas, guerrilleros, reformistas, radicales, moderados, en fin.

    Incluso en 1988, cuando Cuauhtémoc Cárdenas despertó tanto entusiasmo entre los opositores al régimen, Heberto Castillo estuvo a punto de hacer caso omiso y creyó que podía llegar solo a la jornada electoral. Por fortuna, a última hora le convencieron los sondeos de declinar a favor del hijo del general.

    Al parecer 2012 volverá a contar en sus boletas con dos candidaturas de izquierda. La gran interrogante radica en saber si en el transcurso de las campañas una de ellas crecerá más que la otra —como sucedió en 1988— o entre las dos terminarán desgarrándose mutuamente.

    De cumplirse la primera hipótesis, por la tardanza en arrancar, el tiempo corre hoy en contra del jefe de gobierno. AMLO no ha dejado una sola semana de hacer proselitismo desde que el Tribunal Electoral ratificara su pasada derrota. En cambio Marcelo Ebrard no ha tenido tiempo de placearse fuera de la capital del país. Hoy esa es su principal desventaja.

    Con todo, la expectativa de que en la próxima contienda habrá un candidato viable de izquierda, con claras convicciones democráticas, poseedor de un discurso apartado de la rijosidad, cercano a las generaciones más jóvenes y a las causas menos aburridas para la ciudadanía, puede ayudarlo a despegar.

    El evento de ayer será el primero de una serie larga que Ebrard habrá de presenciar para convencer de que él significa, dentro de su espectro político, la opción más útil. Sólo si de aquí a febrero o marzo del año próximo rebasa a su adversario en por lo menos 10 puntos, su candidatura se hará competitiva.

    Una vez resuelta esa parte de la ecuación, Ebrard se enfrentaría entonces al desafío verdadero: Peña Nieto.

    Al parecer el señor de los relojes no anda en buenos términos con el jefe de gobierno. Lo hace llegar tarde a todas sus citas. Por lo pronto 2012 sigue siendo una incógnita. Y eso, para el resto de los mexicanos, es una buena noticia.

    Analista político



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