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Rosario Green

Palestina, ¿quién decide?

Licenciada en Relaciones Internacionales y Maestra en Economía. Catedrática universitaria y autora de libros sobre deuda externa y polític ...

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    29 de julio de 2011

    Estamos cerca de un acontecimiento de proporciones mayores, cuando, hacia fines de septiembre, en la Asamblea General de la ONU se discuta la incorporación de Palestina a la máxima organización mundial. Se prevé la aprobación masiva de los países miembros; sin embargo, de acuerdo con las reglas establecidas, no será suficiente, pues es necesario lograr la aceptación o, al menos, la abstención de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad.

    A la fecha, 120 países, entre ellos China y Rusia, ya han reconocido a Palestina. Sarkozy propuso una reunión urgente en julio, pero una agenda europea saturada con severos problemas financieros la impidió. Percibo que, incluso sin negociaciones previas a la Asamblea General, Francia podría abstenerse, y quizá el Reino Unido también, como se desprende de las declaraciones de los líderes de uno y otro país.

    Lo anterior significaría un extraordinario respaldo mundial a Palestina, del que México no debería estar ausente. Aunque, una vez más, estamos rezagados. Argentina, Brasil y Chile nos han ganado la partida, y también lo han hecho otros 14 Estados latinoamericanos y caribeños. ¿Y nosotros por qué no? Me parece que se trata de una falta de memoria, pues si el temor es separarse de la posición estadounidense, bastaría con recordar que, justamente en el caso de Israel,nuestro país siempre ha estado históricamente distante de las posiciones adoptadas por el vecino del norte.

    Pero volviendo al indispensable respaldo de los integrantes del Consejo de Seguridad, la pregunta obligada es: ¿qué pasará con Estados Unidos, eterno aliado de Israel?

    Obama asumió una posición valiente al exigir a Netanyahu congelar la construcción en los territorios ocupados y aceptar como punto de partida las fronteras plasmadas en la resolución 237 del Consejo de Seguridad en 1967. Netanyahu respondió exigiendo que el presidente palestino, Abbas, rompa con Hamas, señalando que el objetivo de este movimiento es la destrucción de Israel y que tanto Washington como Bruselas lo consideran un grupo terrorista; él sabe que el simple término “terrorista” está enclavado en la mente y el corazón de los estadounidenses. De ahí que responder a las preguntas ¿quién decide? y ¿qué papel desempeñará Estados Unidos?, si bien son básicamente lo mismo, no es tarea sencilla.

    En 1947 la Asamblea General de la ONU emitió su resolución 181, en la que establecía la partición de Palestina en un Estado judío, uno árabe y una zona bajo régimen internacional particular (Jerusalén y Belén). En la práctica, diferentes gobiernos israelíes se expandieron hacia la parte árabe, se anexaron la parte este de Jerusalén, establecieron asentamientos y acabaron por levantar un muro de separación e ignominia. Todo ello ha sido condenado reiteradamente por la ONU, pero ignorado por Israel, con la sistemática protección de EU. Por supuesto, tampoco han ayudado los ataques palestinos a instalaciones israelíes. Así que hay deudas de uno y otro lado, pero después de 65 años de conflicto es urgente alcanzar un acuerdo pacífico que, además, sea justo.

    Hoy, después de haberse intentado casi todo, lo que se plantea es el reconocimiento del Estado Palestino por la mayoría de los países miembros de Naciones Unidas. Y es posible que 170 países voten a favor de esta moción que, sin el apoyo de Estados Unidos, quedaría sin validez, con lo cual no se pondría fin a la ocupación pero complicaría la vida a dos países. A Estados Unidos, porque se vería obligado a utilizar su derecho al veto, herramienta cada vez menos apreciada en el Consejo de Seguridad, y a Israel porque, como señala la experta Hélene Michou, de ese momento en adelante le sería más difícil escabullirse al derecho internacional.

    Esa afirmación me alienta en particular porque, como lo consigné en un texto previo, en mi calidad de presidenta del Comité de los Derechos Humanos de los Parlamentarios, en abril pasado, en Panamá, presenté ante el Consejo Directivo de la Unión Interparlamentaria, un informe contundente sobre la violación de los derechos humanos de los parlamentarios en todo el mundo y, con el respaldo de mis colegas mexicanos, insistí en la necesaria liberación de los parlamentarios palestinos que han sido sentenciados simplemente por haber ejercido su mandato, lo que, por cierto, provocó una iracunda reacción del delegado israelí.

    Si Hélene Michou tiene razón, en la siguiente reunión de la UIP, en octubre, en Berna, el caso de los parlamentarios palestinos podría correr con mejor fortuna. Ellos y Palestina merecen un futuro mejor. Ojalá el gobierno de México sea parte de él, como hoy lo somos, solidariamente, los parlamentarios mexicanos.

    Senadora de la República



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