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Élmer Mendoza

Juan José Rodríguez

Elmer Mendoza. Escritor, Culiacán, Sinaloa. Estudió Letras Hispánica (UNAM). Imparte literatura, creación literaria, programas y conferenc ...

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    23 de junio de 2011

    Sangre de familia, publicada por Planeta en marzo de 2011, transformó a Juan José Rodríguez, a los 24 años, de una joven promesa en un novelista de carta esférica. El espectro juvenil de la primera persona está presente; pero el armazón es de un escritor de oficio que no se fía del lenguaje y sí de los claroscuros que produce la palabra elegante y la metáfora abierta: “…gracias al fugaz aliento de la tinta que se convierte en brisa”, expone con seguridad al entrar al muelle de su puerto, en esta novela policiaca sin policías, pero que, como afirma Neige Sinno refiriéndose a otra novela y autor, “reactiva el enigma de las relaciones entre la literatura y el Mal”.

    Sangre de familia, antes publicada como Asesinato en una lavandería china por Tierra Adentro, es una novela que apuesta a la brevedad y como mandan las reglas, el principio de la acción es inmediata. El narrador lleva un recado a Dolores Avicena a un barrio miserable y la encuentra muerta. A partir de esa línea los hechos se suceden vertiginosamente, pero sin develar el misterio que se irá deshojando como las cebollas. El autor relata con paciencia sibilina persecuciones, golpes, balaceras, asesinatos, la desgraciada historia de los chinos en el noroeste y la forma en que Alejandro y Yolanda hacen el amor sin importar la hora, el lugar, los embates de un ciclón y las amenazas de sus enemigos: “recorro con mis manos y mi boca toda su belleza”, nos cuenta el narrador aplicado, al referirse a esta mujer de espalda blanca y rasgos orientales, y remata: “la manzana madura de sus senos”.

    Es una novela de vampiros escrita en 1994, mas no contiene las numerosas fantasías a que estamos acostumbrados y que numerosos lectores siguen. Es un tratamiento diferente, donde el eje amoroso es clave y la violencia descarnada parece no tener fin. Los vampiros de Juan José necesitan, “una vez al mes, una dosis de sangre, no mayor a dos onzas”, alcanzan los 140 años de edad y son resistentes hasta salvarse de decapitaciones mal ejecutadas; incluso Lisandro, hijo de Dolores y hermano de Yolanda, es dueño de un bar de mala muerte, cocainómano, narcotraficante y “una gota en el fugaz torrente de una herida”, y desde luego, cae acribillado por una descarga de AK.47.

    Juan José Rodríguez, nacido en Mazatlán, Sinaloa, en 1970, es un novelista de gran imaginación, que sabe manejar esa mezcla entre el dato real o histórico y la fantasía. Que sabe ver entre las olas y esnoquear en arrecifes. Hay cardúmenes de novelistas que saben sacar raja al universo de sus deseos y Juan José es de los más atrevidos. Ese punto en que un escritor exhibe todas sus caras y los críticos, a veces, sólo advierten la de encima. Nombrar la vida y sus símbolos está bien, pero nombrar los deseos está mejor, y eso parece haber convencido a un grupo de cineastas de llevar Sangre de familia a la pantalla. La esperamos con curiosidad.

    Además, es una novela llena de música. Se escucha María Callas, Vivaldi, Monteverdi, Boccherini y Beethoven. Se reconoce el doble valor de la tranquilidad. Se recuerda a Bram Stoker y a Jan Potocki, muy conectados con el universo de los vampiros. Se encuentran frases antiguas que me recordaron el día en que conocí las magnolias a la orilla del lago Ginebra; “los chinos pueden ver la hora en los ojos de los gatos”, “el colibrí es la única ave que guarda silencio”, “no existe mejor disfraz que la pobreza”. Percíbase como ciertas verdades no cumplen años y Juanjo las ubicó muy bien, y no tengo más remedio que reflexionar en que tengo colibrís pero no tengo gatos.

    También es una historia de tribulaciones. Con limpieza lingüística y consiguiendo capítulos perfectos, el autor va desenredando sus intenciones que llevan de un caos extremo en el primer capítulo a la calma después de la tormenta del último. Las escenas de violencia guardan equidistancia con las de amor en ese eterno retorno de Eros y Tanatos, que es el equilibrio más practicado por el Hombre. Rodríguez desteje celosamente los nudos hasta que aparece Carlos Goldoni, un vampiro que sabe qué hacer con los de su raza y que está dispuesto a todo.

    Ser escritor en México es un esfuerzo interesante, y escribir de vampiros parece demasiado atrevimiento. Es tiempo de creer que la literatura mexicana es múltiple y no requiere más asideros que los normales y que los lectores no deben esperar avalanchas para apreciar los copos de nieve que aparecen de cuando en cuando en su ventana. Sangre de familia es una novela que tiene los ingredientes para transportarnos al balneario de los sueños y, como quiere Juan José, tener la posibilidad de reencarnar en un puerto de largo malecón y buenos bares.



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