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Jean Meyer

Moscú y los musulmanes

Es un historiador mexicano de origen francés. Obtuvo la licenciatura y el grado de doctor en la Universidad de la Sorbonne.

Es profesor ...

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    05 de junio de 2011

    La crisis financiera socava la Unión Europea, como lo demuestra la actitud de Finlandia frente al rescate de Portugal, y su lazo con EU se debilita cada día más. Hace tiempo que la diplomacia rusa tomó en cuenta este fenómeno y por eso ha dibujado una nueva estrategia. Ya tiene un pie en la OTAN y ha propuesto un nuevo sistema de seguridad en Europa. La pequeña guerra relámpago contra Georgia, en agosto de 2008, sirvió para demostrar a los europeos (los georgianos y otros azeríes, moldavos, etc…) que la alianza con EU no valía cinco centavos. Moscú se dio el lujo de darle al presidente francés un ilusorio papel de mediador aparentemente exitoso.

    La estrategia musulmana de Rusia, adentro y afuera de sus fronteras es parte del gran juego. Hace años, cuando era secretario de Relaciones Exteriores de Boris Yeltsin, poco antes de ser su primer ministro, Yevgueni Primakov vino a México, creo recordar que en 1998. Especialista de los asuntos árabes, iraníes e islámicos, nos dijo que “el islam es el destino de Rusia”. No en el sentido de que los rusos dejarían la Iglesia ortodoxa para convertirse, sino que el Medio Oriente y Asia Central tendrían la prioridad. En Rusia hace siglos que conviven tranquilamente musulmanes y cristianos, por lo menos desde la conquista de Kazan por Iván el Terrible, en 1552. Por eso uno puede admirar la hermosa gran mezquita azul que el zar mandó construir en San Petersburgo para sus leales sujetos tártaros. A la hora del derrumbe de la URSS, las repúblicas de Asia Central consiguieron su inmediata independencia sin problema y los antiguos dirigentes comunistas se quedaron en el poder, ahora en su nueva calidad de musulmanes.

    Hoy, en la gran Federación de Rusia, son entre 15 y 20 millones los que se refieren al islam, poco más de 10% de la población. Se concentran en el Cáucaso (ahí está la trágicamente famosa república de Chechenia), en las repúblicas del río Volga (Tatarstan y Bashkortostan) y …en Moscú, la más grande ciudad islámica de Europa, con sus casi dos millones de musulmanes. La capital tiene muchas mezquitas, entre las cuales 5 o 6mayores, dando así un ejemplo que los europeos deberían imitar rápidamente. Clubes culturales, hospitales, escuelas, supermercados musulmanes están presentes en las calles y en el internet ruso abundan los sitios musulmanes.

    El despertar religioso y político del islam ruso que había sido perseguido por el poder soviético, como las otras religiones, no ha causado problema, con la sola y grave excepción de un Cáucaso tardíamente conquistado en el siglo XIX y jamás totalmente “pacificado”. Es más, contribuye a dar una buena imagen de Rusia en el mundo islámico: Chechenia se volvió una región islámica, una república autónoma que aplica la sharia (usos y costumbres islámicos) y legaliza la poligamia.

    Desde 1992, Rusia ha trabajado para borrar los malos recuerdos de la guerra soviética de Afganistán y cuenta con la simpatía de la Organización de la Conferencia Islámica que se negó siempre a reconocer los independentistas chechenos. Moscú no aprobó la primera guerra contra Irak y se opuso a la segunda; de la misma manera no aprobó la presente guerra contra Libia y no tardó en condenarla. Por cierto, justo 15 días antes de que empezaran los bombardeos contra Muammar Gaddafi, el italiano Berlusconi, gran amigo de Putin, abrió a Rusia el negocio del petróleo libio, cediendo a Gazprom la mitad de su cuota en el importante yacimiento llamado Elephant. La alianza energética con Italia no ha dejado de reforzarse en últimos años, contra los deseos de la Unión Europea, preocupada por su dependencia energética con Rusia. Moscú mueve sus piezas en el tablero, y las mueve bien.

    Tiene un juego semejante frente a la cuestión palestina —mantiene buenas relaciones con Israel y con los árabes— y al problema de la eventual bomba nuclear iraní: da un paso con Occidente, luego otro con Teherán y sostiene que se puede convencer Irán (en donde construyó una central nuclear recién inaugurada) de renunciar a la bomba o de no utilizarla jamás.

    Un manual de lectura obligatoria en la Academia Militar y en la Universidad de los Servicios de Seguridad se llama El camino de los guerreros de Alá: el Islam y la política rusa. Los autores no simpatizan nada con los países que adoptaron la sharia y apoyan la guerra santa (yihad), pero creen que Rusia debe orientarse hacia el Oriente. Sola, no puede enfrentar la influencia estadounidense y europea. Dividiendo a la UE, separándola de EU, y apoyándose en el Oriente musulmán, podría hacerlo. Además, apuntan los autores, el catolicismo romano es mucho más peligroso para Rusia que el islam. Allá ellos.

    jean.meyer@cide.edu

    Profesor investigador del CIDE



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