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Porfirio Muñoz Ledo

Continente en vilo

Ex embajador de México ante la Unión Europea. Su trayectoria política es amplia y reconocida: fue fundador y presidente del PRD, senador, di ...

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    09 de mayo de 2011

    Al término de la tragicomedia del Congreso mexicano viajé al Perú y al Ecuador para cumplir compromisos diferidos de rango político y académico. Inmersión en el dolor y la esperanza de nuestros pueblos. Por encima de todo, el reencuentro con César Vallejo y Oswaldo Guayasamín —recreadores de nuestro sufrimiento cósmico, la presencia imperiosa de la grandeza original en Machu Pichu y el testimonio de la levedad del ser en la línea ecuatorial de la mitad del mundo.

    En ambos países la intensidad de procesos electorales definitorios, ampliamente concurridos y de ostensible contenido ideológico. Tras un decenio de crecimiento económico y aislamiento relativo Perú confronta una decisión fundamental: la vuelta al fujimorismo maquillado entre odas al libre mercado o su incorporación por vías inéditas a los procesos de poder popular que impulsan hoy la historia de la región andina. La guerra sucia y el despliegue mediático amenazan con cercenar el intento de cambio.

    El mismo Vargas Llosa ha advertido los riesgos de la vuelta al pasado corrupto en aras de una globalización postiza y ha llamado a votar por Ollanta Humala de una manera “exigente y crítica”. La cuestión central es la sumatoria al movimiento liberador de América Latina que encarna Unasur con diversos matices o la profundización de un enclave trasnacional que hace de ese país una suerte de bypass del imperio. Ser o no ser, diría el clásico.

    En el trasfondo, la necesidad vital de reconstruir las instituciones públicas y de promover procesos constituyentes contemporáneos. El imperativo de crear espacios de autoridad estatal con efectiva participación ciudadana, descentralización política y económica, justicia distributiva, educación universal y equilibrios eficientes entre la democracia representativa y la consulta popular. El establecimiento de regímenes de gobierno durables y bajo control social que desmonten la prepotencia de los poderes fácticos.

    El referendo del Ecuador, vía sufragio estrictamente obligatorio, fue ganado ayer por Rafael Correa en nueve de diez propuestas. Estas conciernen principalmente una reforma profunda del Poder Judicial —el más atrasado del aparato estatal—, limitaciones a la propiedad de los medios de información para reducir la influencia del poder económico y la prohibición de espectáculos que impliquen la muerte de animales —corridas de toros y peleas de gallos: el respeto a la hermana naturaleza sobre la tradición virreinal.

    Se trataba en realidad de un plebiscito crucial que ponía en juego la legitimidad del gobierno, recientemente agredido por una asonada policiaca y que abre la vía para una tercera y última reelección presidencial. También de correctivos pertinentes a la Constitución, que si bien contiene la carta de derechos fundamentales más prolija de cuantas existen —125 artículos—, adolece de mecanismos efectivos para su cumplimiento. El reforzamiento orgánico de los principios democráticos.

    Del lado de las interrogantes: el drama de la seguridad en México y de su peligrosa gravitación dentro de la órbita doméstica de los Estados Unidos. En diálogos múltiples con funcionarios, parlamentarios, investigadores y militares expuse con sensatez los términos en que se ha acorralado la soberanía nacional y se está ensangrentando al país en una guerra interna que libramos por cuenta ajena pero con muertos propios. La amenaza de la desaparición de los derechos humanos y la implantación de un estado de sitio permanente y arbitrario que sería el cerrojo para la movilización social. Las manecillas girando en sentido opuesto al curso de la región.

    Vuelvo a México y escucho el clamor de la indignación popular. El hartazgo de una ciudadanía a la que se ha privado del derecho esencial de elegir a sus gobernantes y decidir su destino. Percibo el nacimiento de una era distinta en la que puedan ser derrocados desde las conciencias y las plazas públicas el autoritarismo milenario y la supeditación colonial. Auguro un despertar que nos lance por el rumbo liberador que viene del sur. Hagamos todo lo posible para la realización de esa promesa.

    Diputado federal por el PT



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