aviso-oportuno.com.mx

Suscríbase por internet o llame al 5237-0800




Gerardo Unzueta

Estación Primero de Mayo

Analista político, periodista, escritor. Ha sido miembro de los partidos Comunista Mexicano, Socialista Unificado de México y de la Revoluci ...

Más de Gerardo Unzueta



ARTÍCULOS ANTERIORES


    Ver más artículos

    07 de mayo de 2011

    Muchos años de dominación vertical del “charrismo” sindical y de intentos de deformación del contenido de lucha de la que es la fecha de manifestación mundial y nacional de las reivindicaciones de la clase obrera, no han podido suplantarla como expresión proletaria, ya en condiciones de persecución de las fuerzas del sindicalismo de clase o de elevación de su fuerza organizada. Eso se expresó el pasado primero de mayo.

    No hubo lugar ahora para manifestaciones solidarias con el Presidente de la República, pues quien hoy ocupa ese puesto se hallaba uncido —con vejación al carácter laico del Estado mexicano, a la beatificación de Karol Wojtila— y se hacía reconocer como el promotor de la legislación antiobrera conocida como “Ley Lozano”. El Zócalo conoció el destino de tal reforma: muerte y sepultura, y de su epitafio: “coopelas o cuello”.

    Mas el carácter internacional de este homenaje mundial a los Mártires de Chicago (combatientes por la jornada de ocho horas, sometidos a juicio y cuatro de ellos ahorcados, otros tres sometidos a prisión y uno más asesinado en su celda) me mueve a subrayar dos hechos, a mi juicio trascendentes, ocurridos en este primero de mayo.

    Uno de ellos es la declaración del Tribunal Internacional de la Libertad Sindical, integrado por organizaciones de juristas de más de 30 países, declaración leída en el acto de los sindicatos independientes por Horacio Meguira de la Confederación Sindical de las Américas. En esa declaración se dice: “Que a un año de su última sesión (el tribunal) observa con alarma no sólo la falta de mejora sino el agravamiento y profundización de la violación sistemática de los derechos fundamentales del trabajo en México, en medio de un clima de violencia generalizada, a la cual contribuye la violencia estructural que viene ejerciendo el Estado contra los trabajadores y sus organizaciones”.

    El otro hecho, que yo consideraría trascendente en esta fecha, es el que he comenzado a llamar “vuelta del Primero de Mayo a su hogar”. ¿Qué significa eso? Que esta conmemoración ha regresado a Estados Unidos, por lo menos desde hace seis años, a pesar de que los diferentes gobiernos estadounidenses se empeñaron en expulsar de su territorio el recuerdo de los Mártires de Chicago. Hoy, y desde 2006, el gran crimen cometido contra la clase obrera de ese país con el asesinato y encarcelamiento de los líderes de la jornada de ocho horas, es rememorado con manifestaciones en las principales ciudades del país.

    Mas no son los estadounidenses los que realizan esas manifestaciones. El 10 de marzo de 2006 nació un movimiento en el que centenares de miles de migrantes latinoamericanos se han unido “en la lucha por los derechos humanos, civiles, laborales de todos los inmigrantes... por alternativas políticas que permitan a los 12 millones de inmigrantes indocumentados tener una vida digna y se reconozca que son parte integrante del tejido social y que además contribuyen al desarrollo económico de este país”, decía la Declaración Política emitida el 27 de mayo de 2006 en Chicago.

    Ya el primero de mayo de ese año, afirmaba el documento, “las movilizaciones lograron romper las barreras de las fronteras y otros países; México, El Salvador, Polonia, se unieron al movimiento de los trabajadores inmigrantes en Estados Unidos, convirtiéndolo en un movimiento mundial por la justicia para los trabajadores internacionales”.

    Mucho se ha dicho, y eso es cierto, que los mexicanos son mayoría en ese movimiento. Además de causas históricas, la razón está en que durante los años 90 la política del gobierno mexicano, atada a los métodos neoliberales dominantes en Estados Unidos, expulsó del país a siete millones 123 mil mexicanos de los cuales cinco y medio estaban en plena edad productiva —de 18 años y más—, y a otro millón y medio de jóvenes menores de 18 años que ahora son obreros entre 20 y 30 años. Estos indocumentados y sus familias debieron enfrentar la agudización de la política racista, las expulsiones en masa, el abandono de todo derecho humano, promovida por los “Bushes” y sucesores.

    Y he aquí que los mexicanos, al lado de miles de migrantes filipinos, asiáticos, en los últimos cinco años “han logrado que sindicatos, organizaciones comunitarias, agrupaciones progresistas y de derechos civiles y religiosos, definan el Primero de Mayo como día de lucha por los derechos humanos y laborales de los trabajadores”, según reseña el corresponsal David Brooks (La Jornada 02/05/11).

    Así la fecha ha vuelto a su hogar, Chicago, y a todo Estados Unidos, del brazo de los indocumentados y demás migrantes. Un hecho de gran importancia.

    Analista político



    ARTÍCULO ANTERIOR
    Editorial EL UNIVERSAL Un Hoy No Circula más justo


    PUBLICIDAD.