aviso-oportuno.com.mx

Suscríbase por internet o llame al 5237-0800




Elba Esther Gordillo

¿Qué papel juega el maestro en la calidad educativa? (IV)

...





ARTÍCULOS ANTERIORES


    25 de abril de 2011

    La complejidad que implicó hacer de la educación el bien público mejor distribuido y apreciado por la sociedad a lo largo del siglo XX, y la agresiva estrategia para dotar al sistema educativo con los maestros requeridos, se compensa sin duda con los resultados obtenidos.

    Desde la perspectiva de las metas propiamente educativas: reducir el analfabetismo al 8% —cuando era del 70%— y dotar a la población de un promedio de ocho años de escolaridad —cuando era de menos de tres—, son logros que revisten aún mayor relevancia al considerar el crecimiento demográfico de México que cuadruplicó la población.

    Desde la perspectiva del pacto social revolucionario: entregar la educación a través de la escuela pública como un derecho tutelado por el Estado para todos los mexicanos —sin que haya ningún tipo de exclusión—; derecho sustentado en el inalterable principio del laicismo, alejado por consiguiente, de cualquier tipo de dogma.

    A través del largo proceso de modernización del sistema educativo, con todo y que hubo innumerables reformas orientadas a definir o a modificar los contenidos y métodos educativos —incluso la organización misma del sistema—, puede afirmarse que el rol conferido al maestro, como gestor esencial del proceso de enseñanza, no sufrió modificaciones sustantivas. No podría ser de otra manera ya que, si bien existía la voluntad de dotar a la educación de la infraestructura y de los apoyos didácticos necesarios, en los hechos, en buena parte del país el maestro fue y sigue siendo la única pieza disponible para el despliegue educacional.

    Entonces, cuando se considera con un sesgo desfavorable, que más del 80% del gasto educativo se destina al gasto corriente, es pertinente recapacitar que esto es resultado de que la capacidad económica del Estado sólo ha permitido costear el salario de los maestros, aunado a la construcción de los espacios escolares.

    Ahora bien, la planta docente instruida por muchas instituciones, incorporada a lo largo de décadas y que fue capaz de cumplir la política educativa de universalizar la educación básica, fue formada en un modelo educativo que actualmente es necesario transformar, para dirigirlo hacia un paradigma educacional que entiende la calidad en otros términos. Por lo tanto, tenemos una ardua tarea por delante, si queremos que el rol del maestro se modifique —dejando atrás la figura de mentor— para convertirse en un inductor del conocimiento, que pueda acompañarse con otros agentes de información y de conocimiento hoy en día fundamentales. Si además se busca convertir el aula en un espacio donde el maestro pueda desarrollar un trabajo individualizado que se traduzca en nuevas formas de participación y colaboración grupal, deberemos realizar dicha tarea a partir del despliegue de un catálogo de políticas públicas orientadas hacia la transformación, tanto del docente como del espacio de trabajo que cohabita con los educandos.

    La primera política, ineludible para el cambio, es reconocer la necesidad de reeducar a la planta docente —valga el término, ya que así lo proponen un buen número de expertos—. Reeducación que deberá estar enfocada no sólo desde la perspectiva de su ejercicio profesional, sino incluso desde su propio proceso de formación; porque es absurdo exigir al maestro un desempeño para el que no fue formado. La tarea de reeducación deberá tener una línea de tiempo proporcional a la dimensión del reto y estar ligada íntimamente con los nuevos objetivos que la educación se propone cumplir. Por lo tanto, será fundamental alinear el proceso de reeducación con el avance en la calidad educativa que se persigue, para lo cual es indispensable que inicialmente se defina con toda claridad en qué consiste dicha calidad.

    Un aspecto importante en el proceso de transformación de nuestro modelo educativo es no volver a cometer otra vez el error de definir lo que se busca sin generar las acciones necesarias para hacerlo posible. Por ejemplo, si el acceso a los medios de información y comunicación es un nuevo eje educativo, el maestro deberá ser capaz de operarlos como herramientas didácticas.

    Consecuentemente, deberemos asegurarnos de que así sea y estar ciertos de que el equipamiento y la conectividad estén disponibles para todos, para no quedarnos a medias como en otros programas.

    *Presidenta nacional del SNTE

     



    ARTÍCULO ANTERIOR
    Editorial EL UNIVERSAL Un Hoy No Circula más justo


    PUBLICIDAD.