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Porfirio Muñoz Ledo

Equilibrio de poder

Ex embajador de México ante la Unión Europea. Su trayectoria política es amplia y reconocida: fue fundador y presidente del PRD, senador, di ...

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    23 de abril de 2011

    Cinco días de intensos debates en Panamá con motivo de la 124 Asamblea de la Unión Interparlamentaria que, fundada en 1889, ostenta el decanato de las organizaciones internacionales. Como en todas las concentraciones diversas y tumultuosas cada asistente persigue el hilo de sus propias preocupaciones o el ámbito de sus personales escapes. Para mí es un reencuentro remozado con la universalidad de las Naciones Unidas y un vehículo para indagar el estado de la política en las distintas regiones y el papel específico de los Congresos en la toma de decisiones.

    También para dialogar con la dirigencia del país huésped y restaurar relaciones de lucha y amistad. Mexicanos y panameños sostuvimos vínculos estrechos durante el proceso de recuperación del canal y el empeño de pacificación de Centroamérica que dio origen al grupo Contadora. La comunidad de propósitos permanece intacta pero la situación ha cambiado radicalmente. Nuestros ideales compartidos militan hoy en la oposición. Ellos también han sido víctimas de la guerra sucia y el descrédito, manipulados desde el vértice de una acumulación salvaje de capital. Saben como nosotros que la victoria de los progresistas es indispensable para la salvación nacional.

    Me correspondió rendir el informe sobre la reunión parlamentaria que celebramos en Cancún sobre cambio climático, paralela a la COP16. Sostener igualmente conversaciones con la delegación sudafricana quien tiene semejante encomienda para este año. Las opiniones que expresamos se relacionan con el papel real de los parlamentos en las negociaciones internacionales.

    Expliqué que en México hemos planteado una reforma constitucional para reforzar la participación del Congreso y de la sociedad en los procesos de suscripción de tratados, que incluye la autorización previa, el seguimiento puntual y la vía del referendo.

    Los parlamentarios debiésemos alejarnos del acompañamiento subordinado a las delegaciones gubernamentales. Ejercer nuestras atribuciones con mayor autonomía, en el campo de nuestras propias potestades y en contacto cercano con las organizaciones civiles. Asumir en plenitud nuestros deberes legislativos y poner en marcha los contrapesos políticos a nuestro alcance. Nuestras agendas no pueden ser las mismas que aquellas a las que han sido confinados los gobiernos por el imperio de los intereses reales. De otro modo quedaríamos condenados a ser marionetas de segunda fila.

    Los problemas que determinan la erosión del planeta se hallan fuera del dominio de la Conferencia especializada. Ahí se han dejado, de modo remanente, cuestiones significativas pero que se limitan a la mitigación y adaptación de los fenómenos. Fondos, transferencias y estímulos destinados a reducir los efectos devastadores del cambio climático pero en modo alguno a combatir sus causas, que son el patrón de producción y consumo de energía, el armamentismo, el modelo depredador de crecimiento y la brecha de la desigualdad. Esos asuntos quedan, como siempre, reservados a los poderes dominantes.

    Así ocurre con otras cuestiones torales que discutimos, trátese de la paz y la seguridad internacionales, los acontecimientos del Oriente Medio o incluso los derechos humanos. Se acusa una tendencia al intercambio de prácticas para mejorar el funcionamiento de los congresos y defender la integridad de sus miembros, pero no así para potenciar su incidencia en el mundo circundante. Mal podría restringirse la Unión en las fronteras de una academia parlamentaria, con un tono inevitable de paternalismo.

    Percibimos esta vez una respuesta amplia de las delegaciones africanas, latinoamericanas, árabes y no pocas asiáticas en el sentido de convertirnos en asamblea deliberante con clara vocación de cambio histórico. Una suerte de renacimiento del tercer mundo con el agregado de las potencias emergentes.

    Volver a México es despertar a una lacerante realidad. El Congreso tiene hoy, al margen de toda veleidad, el deber de mantener la primacía del poder civil y evitar la militarización abusiva del país, que sería el paso intermedio para su anexión a la superpotencia. La decisión puede ser irreversible. Hagamos acopio de todo el coraje y las solidaridades acumuladas. Pero sólo el pueblo mexicano puede detenerlos.

    Diputado federal por el PT



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