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Francisco Rojas

Terquedad

En la Administración Pública, como miembro del Gabinete Presidencial:

Ø Director General de Petróleos Mexicanos durante 8 años (198 ...

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    05 de abril de 2011

    Ante la inminente caída de producción de petróleo y declinación de reservas probadas, es oportuno el reclamo de Carlos Romero Deschamps de que es absurdo que Pemex compita en el mercado mundial cuando se le niegan los recursos para su desarrollo, se designa a directivos sin perfil y experiencia adecuados y se propugna la participación privada como “panacea salvadora de esa industria, mientras se subutilizan sus capacidades”.

    En la reciente celebración del aniversario de la expropiación petrolera, el líder de los petroleros advirtió ante el presidente Calderón que los rezagos en el mantenimiento y capacidades de plantas, ductos y almacenamiento del Sistema Nacional de Refinación han provocado pérdidas y que el gasto por importación de petrolíferos “ya compita con el valor de la exportación de crudo”.

    Posteriormente, en lo que pareció una respuesta a lo anterior, el director de la Paraestatal apoyó una propuesta de modificación constitucional presentada por senadores panistas, para permitir que los particulares refinen, transporten, almacenen y distribuyan petrolíferos, diciendo que era bueno “tener a alguien más para no depender sólo de Pemex”.

    Dicha propuesta, presentada irónicamente el pasado 18 de marzo, pretende la modificación del párrafo IV del artículo 28 constitucional para excluir de las áreas estratégicas reservadas al Estado todo lo referente al petróleo y demás hidrocarburos, así como a la petroquímica básica, exceptuando expresamente la exploración y extracción de petróleo crudo; es decir, reducir a Pemex a productor de crudo únicamente y, dentro de esta visión minimalista y gerencial del Estado, formalizar y generalizar su responsabilidad exclusivamente como administrador de contratos.

    Pemex tiene un régimen fiscal confiscatorio y se le niega el uso de sus recursos propios para invertir en áreas fundamentales. Además, los gobiernos panistas se han encargado de desmantelar la planta técnica del organismo, sustituyendo personal veterano con panistas inexpertos que no conocen la industria. Se abandonó la investigación que desarrollaba el Instituto Mexicano del Petróleo y han desaparecido las pocas firmas de ingeniería mexicanas. Esto ha provocado que Pemex carezca de los cuadros experimentados en cantidad suficiente, con las capacidades gerenciales y administrativas que requieren las nuevas tecnologías y los retos cada vez más difíciles a que se enfrenta la industria petrolera en el mundo.

    Por supuesto, en la iniciativa se le dejan a Pemex las actuales instalaciones de refinación que, faltaba más, ¡no se privatizan!, aunque los terrenos de Hidalgo seguro albergarían una refinaría transnacional y en Tuxpan está todo listo para instalar una terminal marítima que compita ventajosamente con la actual del organismo.

    Así, con el tiempo, “sin privatizar y manteniendo la soberanía y la rectoría del Estado”, al decir de los senadores proponentes, las instalaciones morirían de inanición y una vez debilitado el organismo se confirmaría la supuesta incompetencia del Estado para administrar empresas y la tesis de que la única alternativa para la nación es ceder a particulares el dominio sobre los recursos petroleros y permitir que ellos, y no el Estado, tomen las decisiones estratégicas para el país.

    Es patética y alarmante a la vez la persistencia ideológica de los panistas por privatizar a Pemex; basta recordar los contratos de servicios múltiples, el contrato para el mantenimiento de ductos y los contratos incentivados, en todos los cuales, con el barniz de que son para la prestación de servicios, se delega en los contratistas funciones reservadas constitucionalmente al Estado y se les traspasa en distintas formas gran parte de la renta petrolera que le correspondería a la nación.

    Ahora se pretende descaradamente entregar a particulares la refinación, la petroquímica básica y la cadena de valor aguas abajo. Los argumentos y personajes son los mismos que en 2008, cuando se discutía la reforma energética, y que no prosperaron gracias a que perdieron el debate de las ideas y a la movilización de importantes sectores. No hay duda que los compromisos asumidos y la desesperación por conservar el poder los lleva a cometer los mismos desatinos. De persistir en su intento, se volverán a encontrar con el repudio de la mayoría de la población y la firme oposición de los legisladores nacionalistas.

     

    Coordinador del PRI en la Cámara de Diputados



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