La ética y estética ciclista
Andrés Lajous es maestro en planeación urbana por el Massachusetts Institute of Technology y activista político. Actualmente es colaborado ...
Más de Andrés Lajous01 de abril de 2011
http: //andreslajous.blogs.com http://twitter.com/andreslajous
La ética y estética ciclista, hoy, están sobre todo determinadas por el impulso de supervivencia de los ciclistas urbanos en un ambiente hostil. Usan material reflejante sobre sus cuerpos. Cascos, ligeros, pero estilizados y decorados. Focos, rojos, blancos, y de otros colores, para completar su hipervisibilidad y reducir los riesgos de un accidente.
Hay chalecos anaranjados fosforescentes con dos líneas reflejantes en vertical, en verde y plateado. Hay chamarras verdes fosforescentes con un par de líneas reflejantes que cruzan la espalda horizontalmente. El tobillo derecho de las y los ciclistas suele estar descubierto por un dobladillo en el pantalón que evita que se atore con la cadena. Quienes suelen pedalear largas distancias, o renuncian por completo al pantalón y optan por algo así como bermudas largas, o simplemente le cortan la tela de la parte baja de la pierna derecha. Quienes quieren mantener sus pantalones intactos se amarran al tobillo una cinta con material reflejante.
De noche, lo común es al menos un foco blanco adelante y uno rojo atrás. Aunque pueden ir con la luz fija, su objetivo no es alumbrar sino señalar, hacerse notar. Se prenden y se apagan permitiendo que el resto de los transeúntes puedan calcular la velocidad de la bicicleta conforme se les acerca o aleja. Las campanillas las hay de distintos sonidos y estilos. Hay timbres tradicionales, cornetas ruidosas, y juguetillos eléctricos que recuerdan a los chocantes cláxons de los peseros.
El ciclismo urbano cuando se hace en grupo (como lo hacen los Bicitekas todos los miércoles desde el Ángel a las 21:30), deviene en comunidad de autoprotección. Las decisiones se toman laxamente, pero la información se distribuye de manera amplia y transparente. Cada vez que se pasa por un bache en el camino, suenan gritos de “hoyo”, “coladera”. Para lidiar con los coches, de forma espontánea, alguno de los paseantes se para de “barrera” en los cruces. Si se necesita despejar un carril para que pasen los autos, se oyen gritos de “coche por la izquierda/derecha”, “sólo dos carriles”. Si a una se le poncha la llanta, revienta la cadena, o se cae de la bici, todos se detienen, y surgen varios mecánicos aficionados a ofrecer ayuda.
En estos grupos se presenta esa extraña combinación entre solidaridad, igualdad, diversidad y libertad. Nadie está explícitamente obligado a nada (excepto mantener un mínimo nivel de respeto por el prójimo). Cada quien es responsable de sí mismo, pero al serlo comparte responsabilidades con otros, y se presenta y representa en la diversidad de reflejos y colores con los que quiere ser visto.
Sé que bordeo en lo cursi, pero estos grupos de ciclistas (que los Bicitekas no son los únicos, i.e. Mujeres en Bici, División del Sur, Biciperros, etc.) casuales y cotidianos, aunque suenan al carnaval de la sociedad radicalmente democrática que imaginaba Richard Rorty, en realidad son producto de las condiciones de riesgo que la ciudad de los coches ha determinado para quien no anda en auto. Si los riesgos fueran menores, si las calles fueras explícitamente compartidas, si los gobiernos no priorizaran las vías rápidas, tal vez la ética y estética ciclista no serían la de la hipervisibilidad y se parecerían más a lo que eran a finales del siglo XIX. La bicicleta se entendía entonces como un instrumento de eso que llamaban modernidad, que permitía mantener cierta elegancia (sombrero, sombrilla y vestido) al mismo tiempo que ofrecía rápidez y libertad frente a la inflexibilidad mecánica de los trenes y la lentitud antigua de la caminata.
Uno de los elementos de eso que llamaban modernidad implicaba también la distinción entre las pequeñas comunidades de autoprotección y el Estado homogeneizante. Por suerte, ésta no tiene que ser una disyuntiva y la sociedad se puede nutrir de ambas formas de organización. Sin embargo, la ética y estética ciclista que hoy conocemos se caracterizan por la ausencia del Estado. Por la decisión implícita de dejar a un grupo más de personas a defenderse y cuidarse en la intemperie con no mucho más que sus cuerpos.


