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Sandra Lorenzano

Para bailar suavecito y volver a mirarnos



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    13 de marzo de 2011

    Va empezando cadenciosamente, con suavidad –clarinete y claves, el piano: pianísimo– y todos nos movemos un poquito. Como si una brisa repentina despeinara un trigal. Sin esa coordinación, claro, pero con más entusiasmo, porque disfrutamos este comienzo tenue, dulce, como de baile en los portales de Veracruz, y sabemos lo que viene, nos adelantamos a la explosión de la orquesta. Apenitas, pero ahí vamos: marcamos el ritmo con los pies, con la cabeza, enamorados de este maravilloso Danzón 2 de Arturo Márquez, y de la gracia y el talento de Alondra de la Parra al frente de la orquesta. Sus manos me recuerdan la letra de una vieja canción: son “como pájaros en el aire”.

    Ella baila, brinca, sonríe con una batuta mágica entre los dedos. Y los músicos la siguen como en un encantamiento. Se inaugura así en Bellas Artes el congreso internacional “La experiencia intelectual de las mujeres en el siglo XXI”, el estupendo encuentro organizado por Consuelo Sáizar. Una buena manera de pensar quiénes somos y dónde estamos las mujeres que compartimos “la patria de la Ñ”, como la llama la propia Sáizar.

    Me gusta esta idea de la lengua compartida. Más allá de las fronteras y las coyunturas políticas, nos unen los versos de Rosario Castellanos y Gabriela Mistral, las páginas de María Zambrano y Alejandra Pizarnik.

    Es lunes 7 de marzo y no sólo estoy celebrando la música, la reflexión de las mujeres, las ganas de compartir el ritmo y las palabras, sino también – tengo que confesarlo – mi cumpleaños: nací un día como hoy, a las dos de la tarde, allá “al sur de todos los sures”, hace ya más tiempo del que quisiera.

    Pero, como decía mi madre –cuyo abrazo tibio este día extraño tantísimo– “no te quejes por cumplir años: la alternativa es peor”. Así que celebro, por supuesto. y estoy feliz de hacerlo así: moviéndome todo lo cadenciosamente que mi poca coordinación me permite, enamorándome del Danzón y de Alondra.

    Como todos los que amamos México. ¿Cómo se explicaría si no el reconocimiento que le entregan a la directora esta noche? Mi alma mexicana es la primera grabación de música clásica en ganar un disco de platino en la historia de América Latina. Ahí están algunos de los más reconocidos compositores mexicanos de los últimos dos siglos: Gustavo Campa, Federico Ibarra, Manuel M. Ponce, Silvestre Revueltas, Mario Lavista, entre otros. Se extraña, por supuesto, la presencia de alguna de las maravillosas compositoras mujeres: Ana Lara, Marcela Rodríguez o tantas otras. Esta ausencia será presencia absoluta en el nuevo disco que Alondra sacará en mayo con canciones compuestas solamente por mujeres con un hermoso título, “Mexicanas al grito de paz”.

    ¿Qué hace que más de cien mil mexicanos compremos un disco con nuestra música? Quizás haya más de cien mil respuestas a esta pregunta, pero creo que sí hay un denominador común. Además, claro, del encanto de Alondra, y de su propuesta de música para todos, sin almidón, sin rigideces, sin traje de noche. Marcela Turati, la autora del desgarrador libro Fuego cruzado sobre las víctimas de la violencia dice, al hablar de su trabajo periodístico, que ella sabe que tiene la responsabilidad de investigar y denunciar, pero también de dejar una “ventana abierta a la esperanza”. Y siento que hoy el disco de Alondra de la Parra es una de nuestras ventanas abiertas a la esperanza.

    Sabemos, y queremos que el resto del mundo lo sepa también, que no somos sólo un territorio cubierto de sangre; somos más, mucho más, que violencia y corrupción, que feminicidios y secuestros.

    Somos las palabras de sor Juana y de Octavio Paz, el desparpajo de Salvador Novo y el de Carlos Monsiváis, somos la fuerza de la UNAM, los jóvenes cualquier sábado en el Chopo, o los que rapean en Ciudad Juárez para que los más chicos no se vuelvan sicarios, somos la mirada valiente de doña Rosario Ibarra y el ritmo de Horacio Franco, el corazoncito que se acelera con el himno, las fotos de Álvarez Bravo y de Graciela Iturbide, los atardeceres de la adolescencia en Puerto Escondido, la memoria de Taltelolco, las ganas de fiesta a pesar de todo… (Sumen ustedes lo que quieran a esta lista necesariamente incompleta).

    Somos el orgullo de saber que somos todo esto.

    Y somos también, claro, este baile suavecito, cadencioso, en Bellas Artes.

    http://sandralorenzano.blogspot.com

    twitter.com/sandralorenzano

     



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