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Javier Cruz Angulo

Justicia y transparencia



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    13 de marzo de 2011

    Un juez penal tiene como función decidir en definitiva si una persona cometió o no un delito. La consecuencia: un inocente toda una vida en la cárcel o un culpable en las calles. Lo que no hacen nuestros jueces penales es investigar el delito, tampoco lo previenen y menos aún son los defensores de la sociedad, ésta es función de la policía y de los ministerios públicos. Si lo anterior es más o menos cierto, los jueces no son responsables de la violencia en el país, del alza de la delincuencia y menos de la impunidad.

    Los jueces deberían de ser como un árbitro en el deporte, haciendo que se respeten las reglas del juego. Si tenemos un pésimo equipo de futbol (ministerios públicos y policía investigadora) no podemos esperar que ganen los partidos. Y claro que lo más sencillo es echarle la culpa al árbitro si no nos gusta el resultado de la contienda. Es curiosa la similitud: árbitro vendido-juez corrupto.

    El trágico caso de Chihuahua tiene a los jueces como villanos, su decisión puso a los jueces penales contra la pared y toda la sociedad los quiere llevar al cadalso. La sociedad sólo condenó al árbitro y los equipos quedaron impunes. ¿Alguien cuestionó a la defensa o cuestionó al ministerio público? ¿Qué raro?, se pierde un partido y todos los ojos sólo están encima del árbitro, los jugadores impunes (la defensa y el ministerio público en el anonimato). Incluso se inventaron palabras como justicia victimal, sin embargo, la justicia no es para reos ni para víctimas —es para cualquier mexicano que atraviese juicio— sea cual sea el resultado. Una justicia victimal significaría darle desventaja a la otra parte, es decir, darle un gol de antemano al otro equipo con tal de que gane.

    Cuando la SCJN falló en el caso conocido como Ley Televisa, los jueces fueron los héroes; luego, en el trágico caso de la guardería ABC fueron los villanos. El público no cuestionó el partido, sólo el resultado. De nueva cuenta, ¿qué raro? La sociedad sólo califica el resultado del partido, no cuestiona el partido ni a los jugadores del mismo.

    La sociedad no tiene una idea clara de qué hacen los jueces, ni cómo, ni cuáles son sus funciones reales. Lo que sí tiene claro es que si le gusta la resolución, los jueces son héroes y si no, son malos. El caso Rubí de Chihuahua es el colmo, a partir de este caso hay voces para detener la reforma hacia los juicios orales. Lo anterior es tanto como apagarle la televisión a la sociedad para que no vea un juego de futbol en aras de que se lleve bien el partido: qué cosa tan tonta, por decir lo menos.

    Lo único que permite a los mexicanos saber qué hacen los jueces penales y cómo lo hacen es a través de la transparencia en los juicios. Precisamente si estamos en el estadio o prendemos el televisor y vemos el partido nos podemos enterar de qué hace cada quien, de qué trató el juego, la calidad de los equipos que contienden y el resultado. Nuestra sociedad no tiene que evaluar los procesos judiciales a partir de resultados que salen en los medios de comunicación. No se puede analizar un libro por las conclusiones, hay que leer todo el libro para saber cómo se llegó a ellas.

    Llevamos más de 50 años con el televisor apagado, ni siquiera con la radio prendida, nos enteramos sólo del resultado de los partidos a través de medios impresos. La tragedia es toda la información y dedicación al seguimiento de los partidos de futbol; y el claro vacío de información sobre el sistema legal, e incluso, el rechazo para obtener esa información. Implementando el juicio oral sabremos si el equipo de la Procuraduría es bueno o malo, si el equipo de la defensa tenía razón y por último si el árbitro funciona o no.

    Profesor del CIDE



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