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Ricardo Raphael

Toscano atropellado

Maestro en Ciencias Políticas por el Instituto de Estudios Políticos de París, Francia. Maestría en Administración Pública por la Escuela ...

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    28 de febrero de 2011

    Más de 500 personas fueron a protegerse donde una mujer es arrastrada, sobre su carruaje, por dos fieros leones. Una amenaza de bomba los lanzó a la Plaza de Madrid, lugar a partir del cual reina la estatua de La Cibeles, en un extremo de la colonia Roma de la ciudad de México. Al final, la policía encontró que se trataba de una alarma falsa. El edificio de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) estaba a salvo. Con todo, ese mundo de trabajadores regresó muy intranquilo por el episodio.

    Veinticuatro horas después, un hecho diferente estallaría en las instalaciones de esa misma dependencia. Su titular, Miguel Ángel Toscano Velasco, presentó su renuncia argumentando motivos personales. La circunstancia que rodea tal dimisión hace suponer que los verdaderos motivos son públicos y muy probablemente profesionales.

    Ocurre justo cuando el comisionado se decidió a dar una batalla frontal en contra de los “productos milagro” y de la publicidad engañosa que les promueve. Un mercado mexicano —denso en intereses— donde participa una inversión que anualmente oscila entre los 7 mil y 11 mil millones de pesos.

    Durante su mandato al frente de la Cofepris, el titular de esa dependencia pudo someter los intereses de las tabacaleras para que en el espacio público se aseguraran amplias áreas libres de humo. También logró subordinar a las empresas farmacéuticas fabricantes de antibióticos para que ese medicamento dejara de ser vendido sin receta. En contraste, no llegó a buen puerto en su intento por combatir la publicidad engañosa. Contra los intereses de la televisión toparon sus intenciones y quizá por esta razón hubo de renunciar.

    En México, la regulación a propósito de una amplia gama de productos que ponen en riesgo la salud es todavía francamente laxa. Abundan los artículos registrados ante la autoridad como productos de belleza, herbolarios o perfumería que, cuando se ofertan al público, son promovidos como medicamentos capaces de curarlo todo.

    Los huecos de la legislación han permitido el engaño y la trampa que se agravan cuando la industria de la televisión interviene para disfrazar de creíble lo que es en realidad un fraude monumental.

    Se está en presencia de un timo, de un fiasco, de un abuso contra el consumidor cuando un médico, que en realidad no lo es, aparece en pantalla vendiendo una pastilla que acaba con la diabetes, o cuando una modelo delgadísima sale anunciando un producto para adelgazar disfrazada de mujer obesa; y sin embargo, a toda hora se mira por televisión este tipo de publicidad engañosa.

    La norma mexicana requiere ser modificada para precisar las definiciones relativas a los productos milagro. También se necesita reformar para determinar la responsabilidad en la que incurre cada actor involucrado en dicho negocio, así como las sanciones aplicables. En el presente, la multa más elevada para castigar a una empresa que deliberadamente engaña con tales productos es de 500 mil pesos; este monto es francamente ridículo si se compara con los 7 millones de pesos que algunas compañías invierten diariamente en televisión para publicitar sus milagrosos artículos.

    Durante la segunda semana de febrero, la Cofepris anunció que abriría el proceso de consulta a propósito de un nuevo proyecto de reglamento dedicado a combatir la publicidad engañosa. Entre el 14 y el 20 de febrero, el comisionado Toscano concedió diversas entrevistas con el objeto de sembrar en la opinión pública los argumentos a favor de su iniciativa. Llegó a afirmar que ésta sería la batalla más complicada de la Cofepris durante su mandato. Y los hechos cumplieron la profecía. El 22 de febrero Toscano Velasco presentó su renuncia.

    En los círculos cercanos de este funcionario se dice que dimitió cuando supo que no contaría con el apoyo de Felipe Calderón Hinojosa para sacar adelante el mencionado reglamento. Sin respaldo del Ejecutivo, no hay manera de enfrentar con éxito al poder de la televisión. Toscano se habría hecho a un lado del camino, antes de que el carruaje jalado por los dos fieros leones le atropellara.

    Derecho de réplica:

    Recibí una llamada de don Alberto Moure, alto directivo de la empresa Volvo. Me asegura que ni su familia ni su persona han padecido hecho alguno relacionado con la violencia en nuestro país. También afirma que la empresa no trasladó a Asia inversiones destinadas a México. He reclamado a la fuente que me confió tal información. Ella insiste en la veracidad de los hechos. Sin embargo, ante la imposibilidad de probar con documentos lo afirmado en mi artículo de la semana pasada, ofrezco una disculpa al señor Moure y a su empresa automotriz.

     

    Analista político



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