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Porfirio Muñoz Ledo

Don Pepe Iturriaga

Ex embajador de México ante la Unión Europea. Su trayectoria política es amplia y reconocida: fue fundador y presidente del PRD, senador, di ...

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    26 de febrero de 2011

     

    Acaba de irse José Iturriaga, un año antes de los cien que había decidido vivir. Lo despedimos con íntimo recogimiento y solemnidad. Avanzamos apenas algunas reflexiones de las muchas que habrán de recogerse y debatirse sobre la vida y la obra de un excepcional republicano, que indagó y transmitió la esencia de la nación.

    Último gran mexicano del siglo XX, fue llamado “personaje renacentista” que aunaba erudición y sabiduría a una vitalidad invencible. Formado en el trabajo manual: minero y ebanista. Lúcido y cálido; admonitorio y jovial, practicó la honestidad como un dogma, desdeñó los honores y desplegó la curiosidad intelectual como un método para desentrañar nuestras raíces. Ejerció la donación humana del magisterio.

     

    Su preocupación central era el conocimiento del país, en todas las dimensiones y recovecos posibles. Decíamos que había inventado una ciencia: la “mexicanología”. Semejante era su pasión por el conocimiento de nuestra historia y sus personajes, sus lugares, monumentos y paisajes, sus artes, sabores y leyendas, sus lenguas y refranes, que por la penosa conformación de nuestro ser colectivo.

     

    La estructura social y cultural de México es una obra pionera de nuestra sociología. A la estadística inapelable suma el análisis evolutivo, el estudio comparado y el rigor crítico: ahí aparecen con crudeza los saldos de nuestro mestizaje, así como nuestras taras ancestrales: el racismo, el autoritarismo y la desigualdad. También la voluntad perenne de forjar una nacionalidad vigorosa.

     

    Fue precursor de la tarea de la UNESCO para preservar el patrimonio cultural de la humanidad, tanto en su vertiente tangible como intangible. Su “loco amor” por los testimonios de nuestro pasado lo llevó a un apostolado concreto: el rescate del Centro Histórico de la Ciudad de México que conocía, enseñaba y presumía como su domicilio eterno. Ahí lo volvimos a acompañar el día de su partida.

     

    En 1960 se dio a la tarea de reunir testimonios sobre los cambios ocurridos durante 50 años de la Revolución Mexicana. Entreveró textos de autores de edades diversas y reflejó el estado de la nación en tiempos de confianza en nuestro futuro. Perseveró en la vocación de eslabonamiento entre generaciones y de construcción de un pacto histórico para la perpetuación del nacionalismo liberal mexicano.

     

    Esa fue tal vez su misión esencial: la creación de espacios de diálogo y contacto humano entre personalidades de diversos signos y especialidades que a su ver encarnaban lo mejor de un México posible. Ser vínculo entre el poder y la inteligencia, abolir distancias generacionales y promover sin desmayo las carreras de los jóvenes atrayéndolos a un núcleo de mexicanismo radical.

     

    Lo nuestro sólo era inteligible por la aprensión de lo ajeno. Se acercó a la filosofía y a la historia universal y le inquietaron las motivaciones profundas de las potencias invasoras: en particular Estados Unidos. Investigó con su peculio las referencias a nuestro país en el Congreso estadounidense y publicó más tarde el libro Ustedes y nosotros, en que describe orgánicamente las vidas paralelas de los dos países.

     

    No atizaba el rencor ni la confrontación, sino el conocimiento del otro y de nuestras diferencias para prever y actuar en consecuencia. Advertía la disminución dramática de las distancias fronterizas y quería advertirnos de las acechanzas de una relación promiscua y una subordinación implacable. Impulsó activamente la universalización de nuestra política exterior y la difusión de nuestra cultura en el mundo.

     

    Cultivó un juarismo racional y con frecuencia polémico. Creía en la fortaleza de las instituciones como vehículo conformador y coraza defensora de la nación. Bregó por la transformación del régimen posrevolucionario en otro más moderno, justo y cosmopolita. Padeció el proceso de vaciamiento de la soberanía y nos preparó para combatirlo.

     

    No hemos logrado por desgracia cumplir su encomienda. El futuro está en la sombra. Sólo nos queda emular su ejemplo y salvaguardar para los que vienen la antorcha de sus convicciones.

     

    Diputado federal del Partido del Trabajo

     

     

     



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