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Andrés Roemer

Dietas vs. obesidad: factores que determinan el éxito

El Dr. Andrés Romer es periodista, escritor, conductor de televisión, politólogo, presentador de noticias, filántropo e intelectual. Nieto ...

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    05 de febrero de 2011

    Un día una amiga me dijo que después de tantos años de haber probado numerosas dietas dejó de pedirle a Dios su ayuda para adelgazar… ahora le pedía que sus amigas engordaran. Como ella, millones de hombres y mujeres piensan la obesidad en términos relativos al grupo social al cual pertenecen, comparándose con el otro y no con un estándar saludable. Para esos millones, mantenerse sin esfuerzo entre los “menos gorditos” puede ser razón suficiente para abandonar dietas y programas de ejercicio. En efecto, estudios recientes demuestran que los factores sicológicos son relevantes en cuanto a la obesidad se trata.

    Un problema “gordo”: de acuerdo con cifras de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, siete de cada 10 mexicanos padecen sobrepeso y tres de cada 10 sufren de obesidad; en México durante 2009, las enfermedades crónicas asociadas con la obesidad y el sobrepeso costaron 42 mil millones de pesos al sector salud; y el costo de los programas de prevención, se estima, alcanzará los 3 mil 500 millones de pesos cada año. ¡Urge una solución!

    Para mantener un peso saludable, los médicos recomiendan hacer ejercicio regularmente y alimentarse sanamente. Aun cuando millones de personas se someten a dietas y asisten a gimnasios, muchos de ellos no logran mantener un peso saludable. A quienes fracasan en el intento de cambiar su estilo de vida a menudo se les culpa de perezosos y carentes de fuerza de voluntad. Parece ser que ese mito está por caer. Hay numerosos factores biológicos que intervienen para mantener un peso saludable —v.gr. el metabolismo, el volumen del cuerpo y la proporción de grasa— pero también hay factores sicológicos que escapan al autocontrol.

    Robert Cloninger de la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington en St. Louis estudia los rasgos de la personalidad que afectan a la motivación para lograr y mantener un peso saludable. Afirma que mucha gente fracasa en el intento de adelgazar o mantener el peso por factores sicológicos como el optimismo o la búsqueda de novedad; y que por el contrario, algunos rasgos usualmente considerados perjudiciales para el bienestar mental pueden aumentar las posibilidades de mantener el peso bajo control. En un estudio, Cloninger encontró que quienes eran calificados con personalidad poco agradable y en el extremo más neuróticos lograron perder más peso que quienes fueron calificados menos neuróticos y más agradables.

    Cloninger también ha encontrado que las personas con sobrepeso tienden a ser amantes de la novedad. Las personas con este rasgo de la personalidad tienen problemas para regular la dopamina —un neurotransmisor que provoca una sensación de bienestar—, lo que los motiva a buscar experiencias nuevas o gratificantes que aumenten el nivel de dicho neurotransmisor. Por ello, los amantes de la novedad suelen ser más impulsivos y tener mayor riesgo de ser codependientes al consumo de alcohol, cigarros o alimentos con alto contenido calórico. Bajo estas condiciones, es de esperarse que pierdan fácilmente la motivación para reducir sus porciones de alimento, evitar ingerir carbohidratos o hacer ejercicio.

    En otro estudio —del Kansai Medical University Obesity Hospital— se realizó un perfil sicológico de 101 pacientes con obesidad y se les siguió durante seis meses, tras los cuales los investigadores concluyeron que tener sentimientos negativos es útil para perder peso. Los pacientes que se mostraron descontentos con sí mismos y su peso también se mostraron más motivados para hacer los cambios necesarios en su estilo de vida. En el sentido opuesto, las personas más optimistas se esforzaban menos para lograr sus metas. Al parecer, los optimistas subestiman los riesgos de desarrollar enfermedades crónicas como la hipertensión o la diabetes y son más proclives a suponer que se mantendrán saludables sin cambiar su estilo de vida.

    Los factores sicológicos mencionados son moderadores de las motivaciones y los hábitos sobre qué comer y beber, en qué cantidades o cuánto ejercicio hacer, por ello deben ser considerados en el diseño de las políticas públicas contra la obesidad. Por ejemplo, la terapia de grupo, la difusión constante de los riesgos asociados a la obesidad y la impartición de educación alimenticia podrían ser programas eficaces para algunos ciudadanos, hasta para algunos optimistas. Pero no necesariamente para quienes son amantes de la novedad, porque éstos son incapaces de seguir una dieta estricta consistente en los mismos tipos de platillos para todos los días. Para ellos, la estrategia apropiada debe considerar una dieta basada en la experimentación con nuevas recetas y alimentos inusuales, encontrar diversas actividades de su interés que requieran hacer ejercicio, y establecer un plan de autorrecompensa —v.gr. realizar viajes o comprar algún artículo de lujo— que los motive para mantener el compromiso con su nuevo estilo de vida.

    Presidente de Poder Cívico, AC



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