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Lydia Cacho

“Sin tetas” no hay narcoparaíso



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    31 de enero de 2011

    He pasado unos días en Cartagena, Colombia, donde la cultura, la música y la alegría de su gente contrastan con la normalización de las actividades delictivas de las mafias. Miro a turistas italianos con adolescentes “prepago” sometidas a la explotación sexual comercial, controladas por grupos que se escindieron cuando el Plan Colombia desarticuló las estructuras de los cárteles tradicionales, como el de Cali y el de Medellín, hoy vinculados con la mafia calabresa, conocida internacionalmente como la Ndrangheta, con la Yakuza japonesa y con los cárteles mexicanos.

    Al igual que sucede en la actualidad en México, Washington y las autoridades colombianas, al implementar su plan, omitieron la posibilidad de analizar la vulnerabilidad de las mujeres frente a los cárteles. Se hablaba sin parar de drogas, armas, corrupción y de la transformación del sistema de justicia, pero se dejó de lado la trata de personas y la creación de una cultura de compraventa de adolescentes desechables (para la prostitución, el narcomenudeo, el sicariato y el trasiego).

    Desde 2004, los cárteles del Golfo y de Tijuana operaban aliados a los colombianos, que mantenían una lucha encarnada por los territorios. Y ellos facilitaron las primeras oleadas del tráfico de jóvenes argentinas y colombianas a México.

    Existen evidencias de los vínculos directos entre el cártel de Tijuana, la prostitución, los centros nocturnos y casinos como negocios para el lavado de dinero. Reconocidos políticos pasaron años cabildeando en el Congreso a fin de aprobar leyes de juego en México para favorecer a las mafias. Por su parte, el cártel del Golfo, el de Sinaloa, y luego los Beltrán Leyva, se diversificaron recientemente hacia el juego y la explotación sexual comercial, al igual que han hecho el de Juárez y La Línea.

    Después de una sangrienta batalla contra los cárteles colombianos; luego del asesinato de periodistas, jueces y miles de hombres y mujeres inocentes desaparecidos, secuestrados y asesinados, en 2011, en Colombia persiste el poder de grupos escindidos de los cárteles. La pelea por el control en Medellín está vigente, según sus autoridades, que calculan que hay 3 mil narcotienditas que mueven un promedio de 12 mil millones de pesos al mes, además de la extorsión, la vigilancia ilegal y las máquinas tragamonedas (como las que operan en varios estados de México).

    Los herederos de los cárteles tienen hace tiempo los ojos puestos en los negocios legales, y sus administradores persisten en la promoción, legalización y fortalecimiento de la prostitución y pornografía, particularmente con adolescentes. Las jóvenes denominadas de “prepago” (Sin tetas no hay paraíso y la novia de El JJ) son un negocio creado en Colombia por la tratante Madame Rochy, quien, durante 20 años, fomentó una cultura de glamour para atraer adolescentes como modelos, edecanes, reinas de belleza, presentadoras y actrices para entregarlas a capos del narcotráfico, líderes paramilitares, empresarios y políticos. Ella contaba con 5 mil mujeres jóvenes en su cartera VIP. Este negocio comenzó con los hermanos Rodríguez Orejuela (cártel de Cali), y en México, con el cártel de Tijuana y el de Sinaloa. Además de un negocio, fomentaron una cultura de apología del narcoglamour para la trata de jovencitas. Al bautizarlas como “tetas” o “prepago”, les arrebatan su humanidad y las transforman en simples objetos de consumo.

    El de Medellín ya pasó de ser un cártel para convertirse en un holding de empresas que vinculan lo ilegal y lo legal (El Chapo Guzmán sigue ese modelo). Mientras, la expansión de casinos y prostíbulos VIP en México se va convirtiendo en monopolio de los cárteles.

    En la actualidad, como si nadie lo hubiese dicho antes, los casinos y la trata sexual tienen “alarmado” al gobierno colombiano. Solamente el juego tipo Yak ha crecido 500%, y las “inocentes” máquinas tragamonedas le dejan a la mafia 6 mil millones de pesos mensuales. El Plan Colombia les cerró una puerta y los legisladores les abrieron la ventana.

    Hay lecciones que aprender desde que en 1999 comenzó el Plan Colombia; una de ellas es la de enfocarnos en quiénes y cómo promueven en México los casinos y la trata de personas en forma de prostitución juvenil, porque la droga seguirá fluyendo cuando el Plan Mérida quede en el pasado, y tras ella, nuestras hijas e hijos serán también objetos en venta.

    www.lydiacacho.net Twitter: @lydiacachosi

    Periodista



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