Opinion

Más de 30 millones de personas en México mantienen actividad constante en internet y en sus diferentes herramientas, entre las que están las redes sociales. De manera veloz, éstas se van convirtiendo en importantes canales de información, de comunicación y de expresión, con los fines u objetivos que en lo individual cada persona determine.

Felicitaciones, diatribas, mensajes, links, activismo, golpeteo, propuestas, descalificaciones, comentarios, protestas, posicionamientos, confesiones, ideas, creencias, recetas, discursos, amenazas, frases, información de todo tipo, reconocimientos, insultos, debates, preguntas, y muchas otras cosas transitan cada segundo por las redes sociales, sin detenerse nunca.

Hoy por hoy, estos espacios son el único mecanismo en que puede darse una interacción directa entre cualquier tipo de persona, siempre y cuando tenga forma de accesar a internet. Mujeres y hombres conviven virtualmente ya sean empresarios, ministros de culto, artistas, dirigentes políticos, activistas sociales, amas de casa, estudiantes, funcionarios públicos, personajes de ficción, desempleados, legisladores, periodistas, jefes de gobierno, instituciones públicas, sociales, civiles, económicas, religiosas, medios de comunicación masivos y un largo etcétera.

Virtualmente es un mecanismo de igualdad; cada persona tiene las mismas posibilidades de participar que las demás, aunque algunas puedan interactuar con más personas que otras. Pero cada idea, cada información compartida, o cada invitación a la interacción puede ser expresada en condiciones similares. Los teóricos de la democracia jamás habrían podido imaginar un instrumento como éste para la participación social y la libre expresión.

Dentro de estos espacios virtuales se reproducen de forma simbólica los hechos que suceden fuera de la red, y se comentan con la ventaja que ofrece la inmediatez y la capacidad de multiplicación de mensajes. Si algo pasa en el mundo, puede estar en la red, y si algo se mueve en la red, puede influir fuera del ciberespacio. Además, se crea una gran memoria cibernética a partir de lo cual la historia se conocerá de otra manera.

Recuerdo un texto de crítica al sistema penitenciario que leí hace años, titulado: Buenas ideas generan malas instituciones, en donde se analizaba cómo se transitó del objetivo de la readaptación social a la negativa situación actual del sistema penitenciario. Esto puede pasar, y de hecho pasa, con el desarrollo de medios de comunicación, de movimientos sociales, de partidos políticos, de leyes o de instituciones públicas o privadas. Buenas ideas pueden generar resultados contrarios a la perspectiva inicial.

En las redes sociales, sucede lo mismo que en la democracia: depende de cada persona que sean mecanismos útiles para generar procesos positivos a nivel personal, social, cultural, económico o político; para encuentros respetuosos, para debatir ideas en tolerancia, y para ser espacio de voz en igualdad de circunstancias entre aquellos que viven en desigualdad.

Pero también depende de cada persona el evitar que las redes sociales sean un espacio de ataque a partir de creencias, de reproducción y difusión de discriminación, de racismo, de homofobia, de antisemitismo, de misoginia, de ataque a los diferentes, de intolerancia contra aquellos que cada quien considera intolerantes. De minar la democracia, siempre en nombre de la democracia.

Las redes sociales son un espejo de la situación de conflictividad que vive el país, y de la normalización de la discriminación por la cual la sociedad cuenta con anticuerpos culturales que incapacitan para indignarse profunda, respetuosa y constructivamente. Pero también son espejo de la necesidad de procesos de transformación de fondo, de dar a nuestra democracia sentido y contenido, de generar relaciones de confianza y debatir lo que interesa a todos. Las ventajas y desventajas de la red son las mismas que entre las personas, pero potenciadas y multiplicadas.

Twitter: @RicardoBucio

Presidente del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación