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Aldo Flores Quiroga

México: ¿el Reino Unido de América Latina?

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    07 de enero de 2011

    Una nueva visión del papel de México en las relaciones políticas del continente americano, especialmente a la luz de la nueva distribución de poder en Sudamérica, puede partir de la siguiente analogía: México es, o puede ser, a América Latina lo que el Reino Unido es a Europa.

    En las relaciones intraeuropeas, el Reino Unido ha operado tradicionalmente como contrapeso a la influencia de Francia y Alemania. Cada vez que uno de estos dos países ha amenazado con determinar el curso de los acontecimientos del continente, el Reino Unido ha desplegado su diplomacia o poderío militar para contenerlos. Sus intervenciones han sido unilaterales o con una coalición de países europeos menos poderosos que han recurrido al Reino Unido para detener el avance de estas potencias.

    Más allá del balance de poder en sí mismo, el contrapeso británico ha promovido una visión alternativa de la política y la economía en el concierto europeo. La mayoría de las veces esto ha significado plantear un modelo para la Unión Europea más Atlántico —más cercano a la perspectiva de Estados Unidos, con quien guarda, o busca conservar, una relación especial. Reino Unido ha pugnado por un modelo relativamente menos estatista, menos proteccionista, más autonomista, más conservador con respecto a la llamada “integración profunda”, y la Unión Europea ha debido tomar en cuenta el veto británico.

    De manera similar, México participa, o puede participar, en la política latinoamericana como contrapeso a la fuerte influencia de Brasil, especialmente en el Cono Sur, y más recientemente, a la de Venezuela. La eterna preocupación sudamericana es que Brasil, dado su enorme tamaño, termine rigiendo el curso de la política y economía regional. También, aunque en menor medida y de manera más reciente, que Venezuela aproveche sus significativos ingresos derivados del petróleo para orientar, de la mano de sus aliados, la política regional en un sentido contrario al preferido por sus vecinos.

    Sin duda, la participación de México en el concierto latinoamericano va también más allá de fungir como contrapeso. Promueve un modelo de integración económica más cercano al que ya tiene en Norteamérica. Sus propios acuerdos de libre comercio con América Latina se limitan al intercambio de bienes y servicios, sin contemplar la integración más profunda, como la que pretende Mercosur, más próxima al modelo europeo. Y como sucede en Europa, los países menos poderosos de Sudamérica están en condiciones de formar una coalición, formal o implícita, con México, para poner un límite a la influencia brasileña.

    La correspondencia de esta analogía se extiende a la geografía. En sus respectivas regiones, el Reino Unido y México son las islas del Atlántico Norte. Aunque México no es literalmente una isla, no dista mucho de serlo desde una óptica latinoamericana, en tanto su única frontera terrestre es con Guatemala y Belice. México es la isla norteña con un modelo económico básicamente norteamericano y que, en la política regional, balancea el poder de Brasil, el gigante del subcontinente.

    Que esta condición de contrapeso es relevante puede apreciarse cuando uno se pregunta qué pasaría con Europa o Latinoamérica si no existieran el Reino Unido o México. Es difícil alejarse de la conclusión de que Europa sería más francesa o alemana, y América Latina más brasileña y/o estadounidense. La sola presencia de estos países altera la dinámica política regional.

    El límite de esta analogía es, por supuesto, que un país puede tener el potencial, mas no la voluntad, o la capacidad, de desplegar sus recursos hacia el exterior para influir sobre los acontecimientos de su región o el mundo. Su tamaño relativo, medido bajo cualquier parámetro, no basta. Su voluntad, o vocación externa, depende de procesos y decisiones políticas internas; y su capacidad deriva de su suficiencia económica e institucional. Desde esta óptica, México puede ser un contrapeso, o una alternativa regional, sólo si su política interna, economía e instituciones le dan el mandato y las herramientas para aprovechar su tamaño relativo frente al de otros países.

    Director General de Asuntos Internacionales de la Secretaría de Energía



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