Servicio social para rescatar a los “ninis”
28 de noviembre de 2010
Todo depende del cristal con que se mire: la tasa de desempleo en México se ha mantenido en 5.3% en 2010. Cifra que comparada a otros países como EU o España, cuya tasa de desocupación es de 9.5% y 20% respectivamente, parecería aceptable a raíz de la crisis económica de 2008.
Pero, la opinión pública de nuestro país estima insuficientes los esfuerzos oficiales para darle respuesta al bono demográfico encabezado por la generación de ninis que constituyen un importante sector de la población económicamente activa. Y es que, a diferencia de los países desarrollados en “paro”, los jóvenes desocupados mexicanos generan gran preocupación al representar un activo importante para el crimen organizado dentro de la actual coyuntura política, donde se empieza a ver una auténtica cultura de apología al narco.
Por solidaridad o simple sentido de supervivencia es urgente aprovechar ese talento y plantearnos las causas que han orillado a 7 millones de jóvenes, aproximadamente, a vivir sin expectativas de futuro a corto y mediano plazo.
Si bien la educación es un tema con muchos rezagos desde el nivel básico hasta el superior, es importante analizar una perspectiva poco explotada dentro del plan de estudios vigente en todas las carreras universitarias de nuestro país; que es un elemento muy valioso y hasta ahora menospreciado como herramienta para ofrecer una alternativa más a los jóvenes para futuras oportunidades de empleo y estudios, como es el servicio social.
Según el artículo quinto constitucional, es obligatorio para los estudiantes de educación superior prestar 480 horas de servicio a la comunidad durante su licenciatura “en interés de la sociedad y el Estado como requisito previo a la obtención del título universitario”. En México eso implica 700 millones de horas de trabajo anuales considerando que hay más de 2.8 millones de universitarios con un promedio de cuatro años por estudiante.
Requerimiento que lejos de ser aprovechado, significa una simulación por parte del estudiante y de la misma institución educativa en detrimento de la sociedad, porque además del enorme beneficio a terceros y al mismo gobierno, el servicio social debería ser el primer acercamiento del mexicano a su comunidad, lo mismo de universidades públicas que privadas, como parte de una formación práctica de sensibilización a las necesidades del México rural y urbano.
Como el asesor en desarrollo comunitario, Agustín Landa, expone: la experiencia personal del voluntariado en las etapas tempranas de la vida marca definitivamente al egresado como corresponsable y no sólo espectador de su entorno. ¿Cómo podremos vislumbrar un país próspero con igualdad de oportunidades si el propio ciudadano capacitado desconoce personalmente la problemática de su país?
Increíble que quienes dicen tener vocación de servicio público y representen a toda una sociedad nunca hayan visto de cerca las carencias que pretenden abatir ahora desde un escritorio.
De acuerdo con el LAPOP (por sus siglas en inglés, Latin American Public Opinion Project) México ocupa los niveles más bajos en los indicadores de capital social, entendido como “las normas y valores que permiten comportamiento cooperativo entre los grupos” en toda América Latina. Con todo y nuestro voluntariado obligatorio, los parámetros se sitúan por debajo de la media latinoamericana, en lo que se refiere a la participación ciudadana en la solución de algún problema en la comunidad, el voluntariado en organizaciones de la sociedad civil y la confianza institucional e interpersonal.
La solidaridad y la subsidiaridad no se aprenden en las aulas, se viven. Los tiempos en donde se creía que la suma del bienestar individual daría como resultado el bien común, han terminado. Es necesario involucrarse para compartir el Estado de derecho de una democracia que aspira a ser participativa.
Basta revalorar el servicio social porque las bases están puestas, será necesario asignar recursos en el como un programa de gobierno con retorno de inversión, aprovechando las 700 millones de horas de trabajo profesional en el desarrollo de proyectos sociales, donde los jóvenes aprendan y se comprometan, obteniendo a su vez un empleo que a manera de círculo virtuoso pueda llenar de significado a otro joven estudiante. Necesidades hay muchas y por tanto, numerosas oportunidades para invertir en el capital social de este país.
Twitter @Caro_Beauregard
Politóloga de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla