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Editorial de EL UNIVERSAL

Desconfianza suicida

Inspiración en el interés público, responsabilidad, búsqueda de la verdad, de permanente justicia y del cumplimiento de los derechos humano ...





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    12 de noviembre de 2010

    ¿Qué tienen en común la designación de consejeros del IFE con la repartición de presupuestos carreteros? Ambas son decisiones en manos de los diputados federales, hoy atoradas por desacuerdo entre partidos políticos. No es fácil determinar si se le va a dar más dinero a un estado que a otro, ni tampoco decidir quién será mejor candidato para organizar las elecciones en 2012. Por eso existe una cosa llamada método, selección con base en criterios objetivos, algo que al parecer nuestros legisladores desconocen, o por conveniencia desean ignorar. Olvidan que, a largo plazo, esa arbitrariedad mina el sistema político que los mantiene.

    Ayer los principales grupos parlamentarios en la Cámara de Diputados, PRI, PAN y PRD, frenaron la aprobación del presupuesto 2011 porque no se pusieron de acuerdo en un rubro muy importante para el relumbrón electoral: las carreteras. Panistas y perredistas acusan a los priístas de querer “apañar” la mayor parte del dinero debido a que son mayoría. Es el mismo argumento por el que, a pesar de haber vencido ya el plazo, los legisladores tampoco han podido elegir a los tres consejeros electorales pendientes.

    ¿Cómo sobrepasar las diferencias y los intereses? El surgimiento del propio IFE es un caso emblemático. Los primeros consejeros electorales fueron personajes seleccionados con base en criterios de mérito y trayectoria. Era la única manera de garantizar un acuerdo entre adversarios. Gracias a ello se dio la transición política del año 2000, los ciudadanos confiaron en el proceso y se dio un cambio de gobierno pacífico que respetó la pluralidad política.

    Ya lo dijo José Woldenberg: hay algo de ridículo y un poco de ingenuo en pensar que poner un consejero hará que un partido gane las elecciones. Sin embargo, la desconfianza acumulada entre los partidos en estos últimos 10 años ha llevado a los actores políticos a intentar arrebatar antes de ser “chamaqueados”. Han creado así un resquicio para que los poderes fácticos entren a negociar puestos públicos como el de consejeros del IFE.

    La improductividad de las últimas legislaturas tiene su origen en esa desconfianza. Si ni siquiera han sido capaces de sacar un presupuesto de carreteras, menos lo serán para tomar decisiones de mayor envergadura como salvar al Instituto Mexicano del Seguro Social.

    Lo que está juego, al final, no es sólo lo electoral, sino la confianza de los mexicanos en el sistema político. Poner en riesgo eso es atentar contra la posibilidad de resolver nuestros conflictos a través del diálogo, en vez de la demagogia y el escándalo. Y más aún, los legisladores erosionan la base misma de su legitimidad.



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