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Editorial EL UNIVERSAL

Toque de queda

Inspiración en el interés público, responsabilidad, búsqueda de la verdad, de permanente justicia y del cumplimiento de los derechos humano ...





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    28 de octubre de 2010

    En los últimos días han sido asesinadas 25 personas en Acapulco. Hace unas semanas, el puerto también fue noticia por el secuestro de 20 michoacanos que, al parecer, sólo paseaban en la zona. La respuesta de la autoridad, el alcalde interino, José Luis Ávila, recomendó a los habitantes “no salir de noche, evitar actividades nocturnas en lo posible”. Es como escuchar al capitán de un barco decir: ¡sálvese quien pueda!

    Se percibe una tendencia, entre los funcionarios de gobierno estatales y municipales, de recomendar a la población guarecerse en sus casas. Sería como si un jefe policiaco sugiriera a las mujeres no usar escotes para evitar ser violadas.

    En junio pasado el gobernador de Nayarit, Ney González, decidió terminar con las clases tres semanas antes de lo establecido por la violencia. En mayo del 2007, el entonces secretario general de Gobierno de Guerrero, Armando Chavarría Barrera, sugirió a la ciudadanía permanecer en sus hogares durante la noche. Irónicamente él mismo sería asesinado dos años después por la mañana y frente a su casa. En julio pasado, el ex gobernador de Chihuahua, José Reyes Baeza, recomendó a los ciudadanos de Ciudad Juárez atrincherarse en sus casas cuando terminaran su jornada laboral. Ya sabemos cómo le fue a los jóvenes masacrados hace una semana en dos domicilios de esa ciudad. ¿Recomendarán ahora que nadie haga reuniones ni eventos sociales dentro de sus hogares?

    Las precauciones sugeridas por las autoridades no han reducido el clima de violencia, ni han disminuido la cantidad de víctimas. En los hechos, el crimen ha ahuyentado la actividad comercial, turística e industrial de varias regiones, sin que las precauciones tengan algo que ver en ello. La única solución para devolver la paz, entonces, es reducir los delitos.

    Aunque no lo parezca, la autorización de facto de los funcionarios a los toques de queda de los criminales es aun más grave que las ocasiones en que los sicarios mismos han impuesto horarios de cierre en ciudades como las capitales de Chihuahua o Morelos. En aquellas ocasiones, los narcotraficantes advirtieron a la población no salir por la noche a la calle, so pena de perder la vida. Todos hicieron caso a pesar de la voluntad contraria de las autoridades. Pero ha sido peor cuando el gobernante simplemente baja los brazos porque implica la rendición ante los asesinos, implica renunciar a la posibilidad de una población en paz y libre del yugo de delincuentes.

    “Les hacemos un llamado para que busquen otra arena, si es que tienen conflictos, y que cuiden también a Acapulco como lo pedimos todos”, dijo el alcalde de esa ciudad. Ahora resulta que incluso respetuosos exhortos hay que hacerles a los criminales. Queda poca distancia entre ese “respeto” y la reverencia que hacen los súbditos ante los tiranos.



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