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Gustavo de la Rosa Hickerson

Con vengadores anónimos, no



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    23 de octubre de 2010

    Cuando pensamos que la crueldad y la temeridad de los cárteles y demás grupos delictivos han alcanzado su límite en Ciudad Juárez, nos demuestran que tienen guardadas nuevas sorpresas.

    El video de la mujer que confiesa ser cobradora de una banda de extorsionadores para luego aparecer muerta en la calle, es la última pieza que nos entregan.

    Es impresionante constatar el tránsito de la vida a la muerte de una persona, y que se le exhiba como ejemplo de una suerte de escarmiento para el grupo contrario. Pero más me impresiona y me indigna inclusive cuando personas civilizadas y honorables, incluso algunos funcionarios de gobierno, me han dicho durante el día que “eso es lo que hay que hacerles a los delincuentes”, añadiendo alguno de ellos que “a la basura social hay que tirarla al caño”.

    Una vez más debemos salir en defensa del Estado de Derecho, porque sólo ése nos garantiza vivir en cierta paz, y emprender cambios sociales progresivos. Por destructores que hayan sido los delincuentes en nuestra ciudad, por dañinos a las relaciones de convivencia de nuestra comunidad, solamente el Estado y apegándose a los procedimientos constitucionales puede y debe aplicar la justicia.

    ¿Qué derecho tiene un grupo en la ilegalidad para escarmentar a otros violadores de la ley? ¿Quién nos asegura que son nada más delincuentes los que hicieron tal barbaridad? ¿Quién nos asegura que no hay la “mano negra” de gente que a todas voces exclama la necesidad de matar a los malandros?

    Entre las plagas que siguen a las guerras de mafias o de grupos sociales, está la organización de cuerpos de civiles o gubernamentales en licencia que se acuerpan en formaciones de ejecutores y al principio parecen controlar la situación de violencia, pero todos los países que los han aceptado, después han pagado muy cara la factura de su uso.

    Pues siguen su guerra en circunstancias de hiperviolencia por su propia cuenta y la aparente solución se convierte en verdadero problema, tal vez mayor que el pretendidamente resuelto. A eso hay que agregar el agravante de que sucede en la frontera con Estados Unidos y todo lo que eso significa.

    Hay ya demasiadas muertes muy extrañas que no se aclaran y simplemente se echan al saco de la “delincuencia organizada”. Por eso, desde este espacio, una vez más exigimos castigo a los infractores de la ley, pero “así no”; con grupos de exterminio o vengadores anónimos, no.

    Así no, porque al final de cuentas la violencia crece como en espiral ascendente y los que terminan sufriendo sus excesos son los más vulnerables, que al final de cuentas son los pobres, las mujeres y los niños.

     

    Por eso urgimos a todos los poderes a que se unan de una vez por todas, que diseñen verdaderas estrategias sistémicas que los incluya a todos, que dejen de lado sus diferencias partidarias y mezquinas. Urge recuperar el Estado de Derecho. Y repetimos, si no pueden ganar la guerra, ganen la paz. Si no pueden solos pidan apoyo internacional aplicando los tratados de coordinación y solidaridad internacional.

    En Chihuahua nos anima una esperanza cautelosa con las nuevas autoridades y su posible coordinación con la federación. Nos estimula el liderazgo del presidente municipal, pero nos asustan ciertas expresiones y actitudes como las que comenté anteriormente.

    Nunca, bajo ninguna circunstancia, el Estado puede alejarse de la norma constitucional.

     

    Visitador de la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Chihuahua

     

     

     

     



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    Editorial EL UNIVERSAL Un Hoy No Circula más justo


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