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Editorial EL UNIVERSAL

Qué aprender de los chilenos

Inspiración en el interés público, responsabilidad, búsqueda de la verdad, de permanente justicia y del cumplimiento de los derechos humano ...





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    14 de octubre de 2010

    Chile está de fiesta. Los 33 mineros atrapados en la localidad de Copiapó salieron vivos a dos meses de haber quedado sepultados. Enhorabuena. Pero muchos mexicanos se preguntaron ayer en la calle y en las redes sociales ¿por qué no pasó lo mismo en Pasta de Conchos, México, hace cuatro años, cuando 65 mineros quedaron bajo los escombros?

    La respuesta inmediata, de inercia, fue que aquí no se quiso rescatar a las víctimas. En realidad, la negligencia se dio antes del accidente.

    Hay dos diferencias fundamentales entre los casos chileno y mexicano. La de Chile es una mina de cobre que sufrió un derrumbe. En México era una mina de carbón que tuvo una explosión. No es lo mismo intentar un rescate que consiste sólo en remover rocas, que perforar una zona llena de combustible, como lo es el carbón y el metano, en donde las estructuras quedaron en el peor estado debido a un estallido. La pertinencia de llevar a cabo los rescates en ambos casos la determinaron expertos que conocen estas diferencias.

    Hubo negligencia, corrupción y encubrimiento, ni duda cabe. Abusos y delitos que se dieron antes del accidente cuando la empresa Minera México, los gobiernos estatal y federal de ese entonces, así como el sindicato minero incumplieron con las normas de seguridad que una mina de carbón requería.

    El Panel Internacional de Expertos en Seguridad en Minas realizó un diagnóstico de las fallas en octubre de 2007. Nada hubiera pasado, dice el panel, “si existiera un sistema de mantenimiento y monitoreo riguroso e íntegro, un sistema con una ventilación eficiente (de gases tóxicos y explosivos), si se implementara una mejor tecnología para soportar los pilares y los marcos de apoyo, y si hubiera una política gubernamental que promoviera la desgasificación de las minas de carbón”.

    Si la empresa hubiera invertido en la seguridad de los trabajadores, si los gobiernos hubieran castigado la inseguridad en la mina, si el sindicato hubiese hecho algo para presionar por las quejas de los obreros. Hoy sabemos que varios trabajadores habían alertado de las condiciones en Pasta de Conchos. Si se les hubiera escuchado... Pero el hubiera no existe.

    Comparar dos minas tan distintas es equiparar peras con manzanas. En cambio, con la actitud es diferente. Mientras los chilenos enfrentaron la tragedia con solidaridad y temple, en México todos estuvieron más interesados en repartir culpas que en hallar soluciones. Esa fue la gran lección que nos dieron.



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