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Brenda Herrera

AMLO o Marcelo



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    28 de septiembre de 2010

    La disputa por la candidatura presidencial de la izquierda va en serio. Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard Casaubón dejaron atrás la tregua y cada uno hará lo que sea para conseguir esa postulación.

    Por más que los dirigentes del PRD, PT o Convergencia traten de convencer a los ciudadanos y a sí mismos de que apoyarán al personaje que esté mejor posicionado en las encuestas, la nominación dependerá también de otros factores. No en vano ambos aspirantes se placean por el país tratando de sumar adeptos entre los militantes, aun cuando aseguran que la consulta se hará a la población en general.

    A favor de López Obrador juega la importante presencia que tiene en todo el país, gracias a la campaña que emprendió desde hace cuatro años sin ningún freno por parte de la autoridad electoral, y que le permitió crear una estructura propia en varios estados y consolidar un nutrido grupo de fieles votantes, pero insuficientes para ganar la contienda presidencial.

    Es también el político que mayor influencia tiene entre la cúpula de los tres partidos, pues, si bien no puede cohesionarlos, sí es capaz de dividirlos. Ya lo hizo en 2009, cuando incluso logró que perredistas votaran por el PT y Convergencia.

    López Obrador ha sabido comprometer, desde ahora, el apoyo del PT y de un sector todavía minoritario del perredismo. Martí Batres, Alejandro Encinas y algunos integrantes de la corriente de René Bejarano no dudarán en darle su apoyo.

    Sin embargo, el peor enemigo del tabasqueño ha sido él mismo. Pesan sobre él un alto porcentaje de opiniones negativas, lo que ha propiciado que más de un dirigente de izquierda busque otras alternativas. Ellos saben que si Andrés logra imponerse como candidato disminuyen las posibilidades de ganar las elecciones del 2012, con el riesgo latente de bajar hasta el 8% su porcentaje de votación. Además AMLO carece de recursos económicos y de la exposición mediática de los que goza su contrincante Ebrard.

    El jefe de Gobierno tiene también mejor imagen pública, pero una deteriorada relación con lo que llaman “las bases partidistas”. Pese a múltiples esfuerzos, Ebrard no ha logrado conectarse con algunos grupos del sol azteca y, aunque ya cocina el apoyo de los dos más importantes: Nueva Izquierda y Alternativa Democrática Nacional, sabe bien que le harán pagar con creces ese respaldo y quizá hasta lo dejen sin la posibilidad de elegir a su sucesor en la administración local.

    Ebrard asume que en el PT no hay mucho que hacer, no sólo porque el partido ha ventilado su preferencia por López Obrador, sino porque su relación con Alberto Anaya no ha sido la mejor.

    En cambio puede conseguir el apoyo de Convergencia, sobre todo ahora que tienen un nuevo líder moral, Gabino Cué, primer gobernador emanado de Convergencia y cuyo triunfo debe, en parte, al amparo del gobierno capitalino. Luis Maldonado, Pedro Jiménez y Alejandro Chanona son otros de los líderes de este partido que también estarían dispuestos a respaldarlo.

    Desde luego, Marcelo tiene el apoyo de su mentor Manuel Camacho, coordinador del Diálogo por la Reconstrucción de México y, según algunos de sus colaboradores más cercanos, podría ser respaldado por Elba Esther Gordillo. Camacho Solís, Ebrard y la líder del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación han tenido una buena relación desde que militaron en el PRI; no hay que olvidar que Camacho fue quien propuso a Salinas el nombre de “la maestra” tras la caída de Carlos Jonguitud al frente de este gremio.

    Otro dato relevante es que el jefe del Gobierno capitalino fue pieza clave para que Gordillo respaldara a los candidatos de las alianzas opositoras al PRI en Oaxaca y Sinaloa, apoyo que esperan ratificar en los comicios de Guerrero en favor de Ángel Aguirre.

    Pero aunque pareciera que Ebrard tiene la mesa puesta, llega tarde a la carrera presidencial y su imagen a nivel nacional no está lo suficientemente posicionada. Tampoco ha logrado superar a Andrés Manuel López Obrador en las preferencias electorales, de ahí que su fundación “Equidad y Progreso” esté próxima a presentarse y se espera que sirva como plataforma para su candidatura, sumando a diversos sectores sociales.

    Sea uno u otro el abanderado, la izquierda tiene la obligación de ir unida a la contienda presidencial. No hacerlo sería un suicidio para el PRD, PT y Convergencia y lo saben sus dirigentes; por eso, antes de lanzar la cargada en favor de algún aspirante esperan a que sean ellos quienes lleguen a un acuerdo.

    Hasta ahora ambos han cumplido una serie de pactos no escritos. Andrés no ha abierto la boca —al menos no públicamente— para criticar a su sucesor en la jefatura de Gobierno a pesar de las diferencias en la forma de gobernar, la política de alianzas y la relación que guarda con el PRD. Marcelo, por su parte, ha mantenido en la nómina y con algunos cargos relevantes en la administración capitalina a los más fieles lopezobradoristas. De esta forma los dos confían en que cumplan el más importante de todos acuerdos: aceptar los resultados de las encuestas de opinión, previstas para mediados del 2011. El desenlace está por verse.

    Periodista



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