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Javier Vargas

Batel-nah, un juego no convencional

Javier Vargas Pereira es periodista especializado en ajedrez. En Chile, su país natal, fue profesor de filosofía y consejero de asuntos juven ...

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    15 de agosto de 2010

    En la milenaria historia del ajedrez ha habido incontables intentos por modificar sus reglas, el movimiento de las piezas o la conformación del tablero, pero pocos han tenido éxito. Entre los motivos para introducir cambios destacan el afán de dar más agilidad al juego, utilizar el material capturado en favor propio, aumentar el número de casillas o sortear la colocación inicial de las piezas para liberarse de los rigores de la teoría.

    A partir de los principios básicos del ajedrez, también se han creado diversos pasatiempos no convencionales. El batel-nah, por ejemplo, es un novedoso juego de estrategia y conquista en el que la inteligencia, la comunicación y el trabajo en equipo son los que dan la victoria. Lo inventó el ingeniero mexicano Alberto Murillo Olascoaga. Consta de 56 piezas que conforman cuatro bandos antagónicos, los que pueden ser conducidos por dos, tres o cuatro jugadores, a quienes se les permite realizar alianzas. Como sucede en el juego ciencia, el valor de las piezas está determinado por sus propiedades y por la forma de moverse. El objetivo último es eliminar a los reyes enemigos. Se juega sobre un tablero romboidal donde los escaques son exagonales, lo que aumenta el direccionamiento y la movilidad de las piezas.

    En idioma maya, la expresión batel-nah significa “vamos a la guerra”. Como en toda competencia, existen dos rivales principales que disponen de diversos elementos para el combate. Incluso pueden contar con un aliado que les puede dar consejos y apoyo logístico a fin de alcanzar la victoria. Puesto que son cuatro movimientos sucesivos por turno y porque en la competencia intervienen dos, tres o cuatro jugadores, el batel-nah estimula la comunicación, la búsqueda de acuerdos y la organización. Debido a las alianzas y a las variables que se presentan, tanto la táctica como la estrategia pueden llegar a ser extremadamente complejas, aunque también ofrece muchas posibilidades de planeación a corto, mediano y largo plazo. Esto estimula la formación de un pensamiento estructurado y preciso.

    No obstante su complejidad, o quizás debido a ello, el batel-nah es fácilmente comprendido por niños de cuatro o más años de edad. Es sorprendente la rapidez con que aprenden sus reglas y el interés que les despierta. Por sus evidentes cualidades formativas, ha sido presentado en escuelas, universidades y centros culturales. Incluso fue dado a conocer en el Sexto Congreso Mundial de Juventudes Científicas, que se efectuó el año pasado en la UNAM.

    Sobre los beneficios que la práctica del batel-nah puede aportar a niños y jóvenes, Alberto Murillo sostiene: “este juego de inteligencia fomenta el desarrollo y el mejoramiento de diversos procesos mentales. Además enriquece la interacción social, la comunicación y el hábito de trabajo en equipo. Esto se debe a que durante el juego los aliados pueden dialogar, discutir y planear de común acuerdo diversas tácticas y estrategias de acción”.



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