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Mauricio Meschoulam

Entender y combatir el terrorismo

Internacionalista, maestro en estudios humanísticos con especialización en historia, doctor en políticas públicas con especialización en t ...

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    31 de julio de 2010

    “Sigo teniendo miedo”, dijo Belem Zavala, una víctima de la explosión de aquella granada en el zócalo de Morelia, a un año del evento. Esa tarde habíamos comenzado a preguntarnos si es que el terrorismo había ya llegado a estas tierras.

    La preocupación tanto en el 2008 como en este 2010, se origina por el shock tras lo inesperado, lo desconocido. Y es que no podemos equiparar de manera inmediata lo que ocurre en México con lo que ha ocurrido desde hace décadas en otros sitios. Vivimos una ola de atentados terroristas, sin duda, pero de particularidades específicas. Comprender el fenómeno es el primer paso para combatirlo, pero es necesario identificar similitudes y diferencias con lo sucedido en otros lugares.

    El terrorismo busca menos víctimas mortales que psicológicas. Su objetivo es propagar miedo y pánico entre la población, para que, así atemorizada, pueda incidir en un cambio de comportamiento o de estrategias de las autoridades.

    No todo terror es terrorismo, la distinción se encuentra en el sufijo “ismo”, que implica doctrina o ideología. El terror como doctrina busca intencionadamente impactar en la psique colectiva y, de este modo, modificar su conducta. La violencia contra civiles se suma al ataque a militares o policías “no-combatientes”, es decir, que no se encuentran en un combate o conflicto activo (como por ejemplo, el ataque en 2001 al Pentágono). Su medio es la comunicación masiva. Entre más difundamos las escenas traumáticas, el temor arrasa con mayor virulencia a una ciudadanía en shock. Hoy, a través de la televisión, YouTube o Twitter, el terrorismo encuentra el canal perfecto para esparcirse logrando un contagio de estrés.

    Pero las organizaciones criminales que operan en México no son la ETA, Al Qaeda o la Jihad Islámica. Esos grupos han tenido diversos objetivos políticos que van de los nacionalismos hasta el combate a políticas o estados.

    El terrorismo en México, en cambio, está poco estudiado. Si bien ciertos grupos políticos en nuestro pasado ejercieron ataques en contra de instalaciones u objetivos civiles, la realidad es que nos encontramos ante una clase de “neo-terroristas” que no parecen pretender la dimisión del gobierno o la creación de un estado nacional distinto. Buscan más bien incidir, a través de la propagación del miedo colectivo, en una política gubernamental que encuentran como obstáculo a sus objetivos de operación económica y redes de poder.

    Si bien las metas parecieran ser muy distintas, los mecanismos para conseguirlas son similares. Gracias a lo que se ha estudiado en otros sitios, hoy podemos comprender esta manifestación como lo que es: una guerra de carácter no militar, sino psicológica (Ver Bongar et al., 2007, The Psychology of Terrorism). Las víctimas de los atentados, no son sólo los directamente involucrados, sino la ciudadanía en general.

    Conocer la naturaleza del fenómeno puede ayudar a combatirlo desde diversas trincheras. La lucha, más que un frente militar abierto, incluye, por un lado, el uso de los más sofisticados servicios de inteligencia disponibles, y por el otro, estrategias por las que se pueda minimizar el efecto psicológico en la población.

    De acuerdo con Sullivan y Bongar (2007), el promover la capacidad de recuperación anímica en la ciudadanía, se vuelve un asunto no sólo de salud individual, sino de seguridad nacional. Los estudios demuestran que una población civil bien preparada es capaz de soportar mejor campañas terroristas prolongadas. En cambio, acciones como las alertas terroristas en EU, aplicadas durante el mandato de Bush, demostraron de forma marcada un aumento en el nivel de estrés general.

    La percepción de que la información es ocultada o de que no se toman las medidas necesarias, incrementa la ansiedad pública. Por ello los autores recomiendan el reducir el pánico masivo a través de la difusión de campañas informativas no sensacionalistas. Por otra parte, identificar poblaciones con factores de riesgo (psicológico) puede minimizar el impacto de los incidentes que estamos viviendo.

    Es verdad que la naturaleza de esta expresión en México es muy particular y, por lo tanto, las soluciones aplicadas en otros sitios requieren un esfuerzo de adaptación significativo, pero ya que éste será el país de nuestros hijos, más vale poner en marcha soluciones de largo plazo.

    Internacionalista



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