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Alfonso Zárate

El desafío de los asesinos

Alfonso Zárate Flores, Presidente de Grupo Consultor Interdisciplinario, GCI. Académico, actor político y analista de los fenómenos del ...

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    01 de julio de 2010

    La muerte tiene permiso. La emboscada en la que perdieron la vida, Rodolfo Torre Cantú, candidato de la alianza “Todos Tamaulipas” a la gubernatura y cuatro integrantes de su equipo de campaña, es un acto bárbaro que muestra hasta dónde ha llegado el crimen organizado.

    En los últimos años, el escalamiento de la violencia ha impuesto un clima de desasosiego en distintos espacios del territorio nacional. La teoría del avispero que algunos han propagado, según la cual habría sido un error picar el panal, provocando a las abejas, es una percepción falaz y maniquea que pretende ignorar la complejidad del fenómeno y su largo proceso de maduración o, incluso, puede responder a una táctica política interesada en descalificar la estrategia gubernamental aun a costa de favorecer los intereses de los cárteles.

    La inacción, en unos casos, y la franca complicidad en otros, de autoridades de los tres niveles de gobierno a lo largo de muchas décadas, ha llevado al país a condiciones límite. Los “encostalados”, las extorsiones, los decapitados y la compra de autoridades no nacieron hace tres años. Todavía no había protestado Felipe Calderón como Presidente, cuando las cabezas de cinco hombres fueron arrojadas en la pista de baile de un centro nocturno en Uruapan, Michoacán.

    Lo que hoy se muestra descarnadamente en Tamaulipas y en otros puntos del territorio nacional, reclama una respuesta enérgica y eficaz. Es tiempo de poner a México —su tranquilidad, su paz social— por encima de todo interés individual, de grupo o de partido. No hay espacio para mezquindades; todas las fuerzas políticas, el sector productivo, los académicos, las iglesias y las organizaciones sociales tienen que concurrir en una sola dirección.

    El sistema de procuración y administración de justicia tiene una responsabilidad crucial, cada vez que el Ministerio Público flaquea y dolosamente integra mal sus averiguaciones… Cada vez que un juez desestima las evidencias para dejar en libertad a un criminal, están atentando contra los valores más preciados de la democracia y de la convivencia social.

    No es rindiendo las plazas o alcanzando acuerdos (explícitos o implícitos) con los narcotraficantes, como esta violencia se detendrá, todo lo contrario. Pactar implicaría aceptar que sigan ensanchando su mercado e incentivando el consumo de las drogas entre niños y jóvenes. Ni la sociedad ni el Estado pueden doblegarse ante la arrogancia de las bandas criminales.

    Más allá de las sinrazones detrás de esta celada —la venganza, la disputa entre los cárteles, el mensaje intimidatorio al poder público—, quienes los ordenaron sabían los impactos políticos y sociales que iban a generar y no querían a Rodolfo Torre despachando en el Palacio de Gobierno.

    La simulación, por miedo o por complicidad, de las autoridades, conspira contra los intereses más preciados de la sociedad. Hace mucho que en Tamaulipas la autoridad pública simula gobernar, mientras las bandas criminales van imponiendo su ley… Hace mucho que se perdió la tranquilidad en ese estado, familias enteras han abandonado sus casas ante las extorsiones de las bandas…

    No podemos aceptar que la delincuencia imponga su lógica, es imperativo recuperar la paz social, restablecer la autoridad pública y el estado de derecho. Pero será un proceso largo y lleno de dificultades que requiere determinación, valentía y que todos los poderes, todos, caminen en la misma dirección.

    La corrupción está en el núcleo de todos estos desarreglos. La descomposición que exhiben muchas instituciones —la indolencia y la connivencia de las autoridades y la flaqueza moral de los jueces—, son ingredientes mayúsculos de la impunidad, pero lo que está ocurriendo se explica también por el cinismo y la ausencia de valor civil, que han permitido la convivencia entre los criminales y la “gente de bien”.

    Los hechos de este lunes en Tamaulipas —el desafío de los asesinos— constituyen un grave atentado contra la democracia, contra México, contra todos. Si no lo entendemos así, si no actuamos en consecuencia ante esta señal ominosa para gobiernos y sociedad, estaremos pavimentando el camino hacia el infierno. Las instituciones de la República y la fortaleza de la sociedad están a prueba. Es imperativo recuperar el país.

    Presidente del Grupo Consultor Interdisciplinario



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