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Macario Schettino

¿Qué queremos?

Macario Schettino se dedica al análisis de la realidad, en particular la de México, desde una perspectiva multidisciplinaria: social, políti ...

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    21 de mayo de 2010

    El viaje de Calderón a Estados Unidos, centrado en la discusión de la ley 1070 de Arizona y el narcotráfico, me parece que obliga a pensar, seriamente, qué queremos hacer con México en el futuro. Indudablemente, los dos asuntos mencionados son relevantes para ambos países, por razones distintas. EU necesita millón y medio de personas adicionales cada año, durante al menos los próximos 15, para mantener su economía funcionando. Están llegando al retiro los nacidos en la generación más populosa de ese país, los baby boomers, y no hay cómo reemplazarlos. La mitad de esa cantidad la pondrá México, legal o ilegalmente. Para todos es preferible encontrar un mecanismo que garantice esa fuerza de trabajo, y al mismo tiempo la seguridad interna del país que los necesita. Lo único que necesitamos definir es cómo queremos llegar a ese acuerdo, y para ello necesitamos saber qué queremos hacer de México.

    Algo similar ocurre en el tema de la seguridad. El tráfico de drogas no se va a acabar, ni siquiera con legalizaciones parciales. Es posible, según creen algunos, que ni siquiera sea deseable buscar su eliminación. Lo relevante, sin duda, es limitar las actividades de la delincuencia organizada, acotarlas, establecer límites que no pongan en riesgo la operación del Estado ni el funcionamiento normal de la sociedad. Eso es lo que se ha complicado en los últimos 15 años, la definición de los límites. A eso debe limitarse la acción directa del Estado, pero de ahí hay que partir para la construcción de un Estado estable. Nuevamente, se requiere una definición clara de parte de México.

    Lo que no podemos seguir haciendo es culpar a EU de los males mexicanos. Es cierto que los migrantes ilegales sufren en aquel país, pero son migrantes porque nuestra economía no les ofrece opciones. También es cierto que el tráfico de drogas depende fundamentalmente del consumo estadounidense y de las armas que allá se consiguen, pero el tamaño de la delincuencia organizada en nuestro país debe tanto o más a la corrupción de nuestras autoridades, policiales y políticas.

    Es decir que, en el fondo, los problemas de la vecindad tienen que ver con los vecinos. Con ambos. Y nuestra casa no está en tan buenas condiciones como para andar criticando la ajena. Y no la tenemos en orden porque no sabemos qué orden queremos. Porque debería ser claro que la economía mexicana, para ser exitosa, lo único que requiere es que la liberemos. Pero no lo es, porque los mitos con que nos adoctrinaron desde niños son demasiado fuertes. De manera increíble, los mexicanos siguen creyendo las mentiras mediante las cuales fueron controlados durante décadas. Siguen defendiendo las creencias que les metieron en su mente para poder extraerles recursos para beneficio de los ganadores de las guerras civiles. ¿O de dónde cree usted que salió la fortuna de ex presidentes y ex gobernadores? De usted, de su familia, de sus amigos, que han financiado las rentas de empresarios oligopólicos, líderes sindicales, centrales campesinas, y claro, políticos.

    Sin liberar la economía mexicana (de sindicatos corporativos, empresarios oligopólicos, etc.) no hay manera de que podamos generar los empleos que necesitamos, de forma que más de medio millón de mexicanos tendrán que seguir emigrando, año tras año, al país vecino. Y si no queremos que los maltraten, tenemos que acordar algo con ellos. Pero nada de lo que ofrezcamos será creíble, si no podemos siquiera ordenar nuestra casa.

    Lo mismo sucede con la delincuencia organizada. Es claro que es un problema común, pero no es tan claro que nosotros realmente queramos enfrentarla. Porque eso obligaría a un control serio de nuestro sistema financiero, pero eso descobijaría a los políticos que hoy siguen moviendo recursos para su beneficio, a los empresarios que no pagan impuestos, a toda la clase media que le anda buscando cómo esconder sus ingresos. ¿En verdad queremos resolver el problema? ¿En verdad queremos cumplir la ley? No parece que sea así, y al menos en Estados Unidos no están convencidos.

    México tiene que decidir por cuál camino se mueve. El del siglo XX, el que fue un fracaso, solamente sigue existiendo gracias a los mitos y creencias que un pésimo sistema educativo logró imbuir en las mentes de todos. Si queremos seguir en ese camino, está garantizado que también mantendremos con Estados Unidos la relación que hoy tenemos: de subordinación y dependencia. No por la economía, sino porque seguiremos siendo expulsores de mano de obra y, sobre todo, un país de corruptos que no quieren cumplir la ley. Eso, hay que reconocerlo, no es culpa de los vecinos.

    Nosotros somos los que tenemos que decidir. Ahí cuando quieran.

    www.macario.com.mx twitter: @mschetti

    Profesor de Humanidades del ITESM-CCM



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