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Ernesto López Portillo

Una vez más, la política de drogas

Ernesto López Portillo Vargas nació en la Ciudad de México el 30 de septiembre de 1968. Es fundador y Director Ejecutivo del Instituto para ...

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    13 de mayo de 2010

    Despertó el gigante de una pesadilla de 40 años. La guerra contra las drogas desatada desde EU hacia el mundo, a partir de 1971, llega a su fin. Obama vuelve a hacer historia con su Estrategia Nacional para el Control de Drogas 2010. Reconoce el fracaso de la política de su país en la materia, pone en desuso el concepto de guerra contra las drogas, el mismo que acuñó Richard Nixon en los 70 y que hoy inspira las peores prácticas en la materia, por parte de gobiernos de aquí y de allá. La documentación del desastre de la guerra contra las drogas es interminable. Reportes e investigaciones por centenas muestran, que hay más drogas, más consumidores y más poder entre los narcos. La política que los EU impuso al mundo salió muy mal y, por lo menos en América Latina, muchos de los gobiernos se han convertido en parte del problema, enfrentando a las drogas con políticas, estrategias e instrumentos que han debilitado cada vez más a sus instituciones, al tiempo que regularizaron la violación a los derechos humanos, precisamente desde ese discurso de EU fundamentalista y represivo que inauguró Nixon y que Ronald Reagan, en los ochenta, revitalizaría con enorme fuerza.

    Gil Kerlikowske, el zar antidrogas, informó este 11 de mayo que EU ya no hará la guerra contra las drogas, sino que construirá una política integral de seguridad y de salud. Si miramos el sustrato que está atrás del enorme giro político que estamos observando, podríamos ponerlo así: el vecino del norte ha decidido dejar el gobierno de las drogas por ideología y ahora transitará hacia un gobierno de las drogas por evidencias. Entre los ejes de la nueva política se enseña la centralización de la información y la investigación. Se han incluido los compromisos de proporcionar información acertada sobre los peligros del consumo de drogas a los jóvenes y sus padres, y de aumentar las investigaciones sobre las medicinas que consumen indebidamente.

    Sólo la lectura de los grandes ejes muestra el giro en el timón: a) Fortalecer los esfuerzos por evitar el consumo de drogas de las comunidades; b) Buscar las oportunidades para intervenir oportunamente durante la asistencia médica; c) Integrar el tratamiento de las dolencias consiguientes al consumo indebido de sustancias a la asistencia médica y extender la ayuda para la recuperación; d) Quebrar el ciclo del consumo de drogas, el crimen, la delincuencia habitual y el encarcelamiento; e) Interrumpir el tráfico y la producción interna de drogas; f) Fortalecer las alianzas internacionales, y f) Mejorar los sistemas de información con fines de análisis, de evaluación y de gestión a nivel local.

    Es infinita la deuda con los movimientos sociales y académicos, y con las experiencias excepcionales de gobierno que han trabajado por el cambio de perspectiva que ahora se ve en EU. Muchos expertos identificarán que esos ejes son fieles retratos del conocimiento explorado a través de muchas disciplinas. A su vez, el plano multidisciplinario enseña el nuevo equilibrio entre los distintos recursos, de manera que los enfoques policial y militar se sientan a la mesa donde hay otros igualmente importantes, como los de salud y educación. Más allá de cualquier ingenuidad, el festejo debe ser cauto porque la resistencia frente a este cambio por parte del sector de la seguridad (civil y militar), dentro y fuera de EU, será feroz. Imaginemos la fuerza de tal sector, cuando nos damos cuenta que las evidencias del fracaso de la guerra contra las drogas tienen décadas acumulándose. Desde luego, atrás de esa fuerza han estado las decisiones políticas inspiradas en ese populismo punitivo que tiene a una parte importante de AL y el Caribe en medio del desastre en materia de seguridad.

    Calderón tiene la oportunidad histórica de usar la nueva estrategia de Obama como la puerta de entrada para la reconstrucción de la relación bilateral en materia de drogas, a su vez, acompañada del rediseño de la política de México en la materia. Si no lo hace, nuestro país se rezagará más rápido ante el previsible aumento en la reproducción de las buenas prácticas en la materia que ya avanzan entre la comunidad internacional, justamente inspiradas en enfoques similares a los recogidos por Obama.

    Director del Instituto para la Seguridad y la Democracia



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