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Andrés Roemer

Antro-policy

El Dr. Andrés Romer es periodista, escritor, conductor de televisión, politólogo, presentador de noticias, filántropo e intelectual. Nieto ...

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    06 de febrero de 2010

    Imagina que vives en un mundo donde los 1.8 millones de muertes anuales asociadas con el alcohol no son responsabilidad de quien bebe, sino del alcohol. En ese mundo los responsables de los homicidios no son las personas, sino las armas. Un mundo donde la obesidad no es responsabilidad de quien consume productos chatarra, sino de los chocolates y golosinas.

    En ese mundo la solución es prohibir el alcohol, cerrar los antros y restringir la venta de chocolates. Por absurdo que parezca estamos construyendo ese mundo. Hacer leyes sin entender nuestra naturaleza humana implica crear espacios para negocios ilegales en lugar de políticas viables y eficaces. Cuando la impunidad impera y las instituciones no son confiables la regulación se convierte en sinónimo de oportunidad para la corrupción, para el chantaje y para la extorsión.

    La prohibición en Estados Unidos es el ejemplo arquetípico de políticas públicas que sólo empeoran la situación. Pero no es el único, en zonas pesqueras donde se han instrumentado políticas de veda y se prohíbe pescar por seis meses, se ha visto que en los otros meses se extraen el doble de peces. Quienes buscan determinado nivel de pesca hacen lo necesario para conseguirlo ya sea en seis o 12 meses. Lo mismo sucede con el alcohol y los antros, cerrarlos más temprano implica iniciar el pre-copeo más temprano y el copeo más intenso, así el consumo de alcohol se mantendrá en el mismo nivel pero será más intenso.

    Quien quiere embriagarse lo puede hacer en un par de horas, puede llegar más temprano o sobornar a alguien para que le sigan sirviendo. Es como si por ley —para reducir el consumo de alcohol— se sirviera en vasos más pequeños, el resultado sólo sería que la gente tomaría más copas.

    Para hacer leyes eficaces necesitamos entender la naturaleza de nuestro comportamiento. Primera pregunta: ¿por qué al ser humano le gustan las bebidas alcohólicas? Desde la perspectiva biológica el doctor David Buss de la Universidad de Texas sugiere que esta preferencia tiene 24 millones de años. Para la mayoría de los primates la fruta es la base de su dieta y entre más maduras mejor. Una fruta madura contiene altas cantidades de azúcar (fuente de energía prioritaria para la supervivencia) y etanol (un tipo de alcohol con aroma distintivo).

    La fruta madura despide etanol, lo que se convierte en un indicador de su madurez y de su riqueza en azúcar. De acuerdo con Buss, los niveles de etanol en la fruta son típicamente de .6% y la ingestión de la fruta podría dar niveles de alcohol en la sangre de únicamente .01%, inferior a la definición típicamente legal de ebriedad de .08%. La inclinación humana hacia el alcohol es derivado de una estrategia evolutiva: la preferencia por fruta madura. Los primates —incluidos nuestros ancestros— desarrollaron una estrategia para elegir la fruta con mayor valor energético utilizando el aroma y sabor del alcohol.

    En el mundo moderno esta adaptación evolutiva puede derivar en el consumo de bebidas con alto contenido de alcohol. En la cerveza el contenido de alcohol por volumen es de 2% a 4.5%, en el Jack Daniel’s es de 40%. Si bien evolutivamente estamos predispuestos a que nos gusten las bebidas alcohólicas la cantidad con las que las consumimos es responsabilidad de cada quién.

     

    Por un lado, el verdadero problema es la impunidad y la corrupción que padece nuestro país, y por otra parte, la descomposición social, resentimiento y frustración que hiere a muchos mexicanos. Proteger a terceros del daño que puede ocasionar un irresponsable consumidor de alcohol se logra acabando con la impunidad en México.

     

    La antro-policy (reglas para los centros nocturnos) exige no renunciar a la libertad en nombre de la demagogia; pero de igual manera exige castigar severamente a quien dañe a terceros.

    Tomar irresponsablemente es un instinto suicida que debe mitigarse con inteligencia emocional. Es indispensable que las instituciones educativas incorporen en sus programas obligatorios materias de inteligencia emocional. La sociedad mexicana necesita aprender a lidiar con emociones negativas como la envidia, la frustración y el resentimiento, necesita aprender a canalizar sus emociones en actividades productivas, a evitar la violencia y las adicciones, necesita propiciar la salud y la libertad.

     

     

    Doctor en Políticas Públicas,

    presidente de Poder Cívico AC

     

     



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