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Javier Cruz Angulo

Adopción, derecho de todos



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    06 de enero de 2010

    La piedra angular de toda democracia es que la sociedad esté conformada por ciudadanos demócratas. Los demócratas son aquellos que saben ganar o perder en elecciones populares, pueden diferir pero respetan las ideas de otros, impulsan las instituciones, han tratado de eliminar sus prejuicios y un largo etcétera.

    Nosotros tenemos pocos demócratas por dos razones fundamentales: en México nadie sabe perder y nuestra sociedad está llena de prejuicios. En nuestro país tenemos una serie de prejuicios construidos a priori sobre casi todo. Hay muchos ejemplos: a) las mujeres no saben manejar, b) todos los políticos son corruptos, c) el discurso nacionalista sobre el petróleo es políticamente correcto, d) cualquier persona que conduzca un medio de transporte público es un animal, e) los pobres son nacos, f) los hombres no lloran y g) ser homosexual es una enfermedad, un problema genético o producto de un evento del pasado de la persona.

    Los prejuicios tienen como cenit sentirse superior a otra persona, y como nadir, devaluar a la otra persona a través de estos dogmas. Es muy claro, los hombres dicen que las mujeres no saben manejar; los heterosexuales sólo son capaces de criar a un niño pues los “otros” son desviados o perversos. Dicho sea de paso, a los hijos de padres o madres solteras el Estado habría de conseguirles una figura materna o paterna a la brevedad, no vaya a ser que nuestra juventud crezca desviada.

    El artículo primero de nuestra Constitución General contiene la garantía de igualdad, lo cual impide que las desigualdades o prejuicios se reflejen en las leyes; incluso en la teoría se podría decir, que la voluntad de todo México es que en el interior de nuestra sociedad no existan prejuicios.

    Las críticas a los matrimonios entre personas del mismo sexo o al proceso de adopción son prejuicios. Antes de darse un solo matrimonio o una sola adopción, la turba sentenció; la iglesia los condenó y ciertos grupos de la sociedad ya compraron su bola de cristal. Seguro, inminente, sin duda ni reticencia habrá abusos y desviaciones.

    Los homosexuales que decidan contraer matrimonio están conformes al espíritu del artículo primero constitucional y bajo ese artículo tienen el derecho de adoptar. La razón es simple, todos los mexicanos somos iguales. El alcance de la garantía de igualdad, le da a este matrimonio los mismos derechos que un matrimonio heterosexual.

    Un principio tan básico y simple como la igualdad es difícil de comprender. Sí, aunque algunos no lo crean, todos somos iguales y con iguales derechos: homosexuales, heterosexuales, ricos, pobres, mujeres y hombres. Lo anterior resulta muy complejo, para algunos, pues les impide descalificar a priori todo aquello que están acostumbrados a descalificar. Cuando se comprende que la vida está compuesta de grises es entonces cuando se sabe que hay buenos, regulares y malos jueces, que el abuso sexual lo cometen heterosexuales y homosexuales, que las muertas de Juárez fue la más clara evidencia de la violencia heterosexual y que el estado laico no trata ya sólo sobre la separación Estado-Iglesia, sino evitar la injerencia de discursos absolutistas en la sociedad democrática.

    Los seres humanos nos distinguimos de otros animales por la forma en que está creada nuestra sociedad. Tenemos leyes, división de poderes, instituciones, dinamismos, diálogo, cedemos parte de nuestra libertad a cambio de la vida en sociedad; pero de una sociedad creativa, una sociedad que hace cultura porque modifica la discursiva de lo que para algunos es natural.

    Entonces los seres humanos creamos el principio de no discriminación como anverso de la igualdad. A partir de este principio una persona que decida contraer matrimonio con otra de su mismo sexo no puede ser discriminada. Los derechos son contramayoritarios, hace cientos de años las libertades y verdades de Galileo ofendían a la Iglesia; hoy las libertades y derechos de muchos mexicanos vuelven a ofenderla. El diseño de los derechos fundamentales es proteger a quien piensa o siente distinto de las mayorías.

    Pero a las buenas conciencias les queda un consuelo. Al igual que la ley del DF sobre aborto provocó más de 17 reformas constitucionales estatales, es posible que vengan otras reformas para que sólo exista el matrimonio entre heterosexuales y de nueva cuenta se puedan sentir superiores en sus valores y puedan pensar que sus dogmas son tan reales como que el Sol gira alrededor de la Tierra.

    Profesor del Centro de Investigación

    y Docencia Económicas



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