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Esteban David Rodríguez

La reelección legislativa no es la solución



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    15 de diciembre de 2009

    Ni es dominante la inexperiencia parlamentaria entre los miembros del Congreso, ni la reelección legislativa continua implica rendición de cuentas.

    El 50% —250— de los diputados federales de la LXI Legislatura cuentan con experiencia legislativa previa: 158 local, 48 federal, 44 local y federal. De ellos, llegaron con carrera precedente de tres años 192 legisladores, treinta y seis con 6, nueve con 9, ocho con 12, cuatro con 15, y uno con 18 años como congresista. Sumados a los 107 senadores que en 2006 ingresaron con experiencia parlamentaria, y que hoy cumplen su segundo periodo, dan 357 legisladores federales, de modo que 57% de los integrantes del Congreso cuentan con experiencia legislativa precedente a su actual encargo.

    El incremento sostenido de cuadros políticos con trayectoria parlamentaria precedente en las legislaturas federales recientes —el 45% en la diputación federal anterior (2006-2009), por ejemplo— ha propiciado ese equilibrio entre experiencia y renovación, una tendencia originada en la competencia electoral efectiva derivada de las reformas legales de los 90, fuente de la alternancia de partidos en las mayorías parlamentarias de congresos locales y de los consecuentes gobiernos divididos, dinámicas experimentadas ya en la mayor parte de las entidades, que favorecieron la multiplicación de personal político parlamentario consolidado localmente, disponible para sus respectivos partidos en comicios federales. De los 250 diputados federales actuales con carrera previa, 202 pasaron por un congreso local, y 13 de ellos más de un periodo.

    Considérense además las numerosas carreras de individuos que cobraron como legisladores 18, 24 y 30 años, del PRI o de la oposición testimonial, en el modelo político anterior a la competencia electoral efectiva, el cual dio a 70 familias el control del Congreso, entre las que figuran los Calderón-Zavala, que han reunido 24 años en curules federales y 9 en locales, además de la Presidencia de México.

    Que la reelección legislativa continua implica una rendición de cuentas y un mecanismo de control en manos de los electores: mentira redonda. No es su ausencia la que otorga a caciques y mandones la facultad de poner personeros en las cámaras, sino la representación proporcional, un mecanismo de legitimación creado para cuando no había competencia electoral real, y que acabó siendo una versión del dedazo priísta: por ella se cuelan a “la representación popular” advenedizos sin militancia, mercaderes de intereses privados, desertores de partidos, corredores de la industria electoral y legislativa.

    Basta revisar a los diputados “pluris” de la LXI legislatura: Alberto Becerra (PAN), presidente de la comisión de Hacienda, sin experiencia ni militancia previas; Luis Videgaray Caso (PRI), presidente de la comisión de Presupuesto, personero de Enrique Peña Nieto y ex socio de Pedro Aspe; los liderazgos prefabricados de Josefina Vázquez Mota y César Nava; el coordinador de codependencias Alejandro Encinas (PRD); casi toda la bancada “legítima” de Convergencia y PT, en éste último partido con Gerardo Fernández Noroña como emblema; todo el PANAL, y 18 de los 21 diputados del PVEM, 16 de los cuales no exhiben militancia en ese partido.

    Aun con reelección legislativa continua, los premios y castigos ciudadanos no dejarían de ser cuento: si los electores negaran el sufragio a un legislador ominoso, a éste le bastará ser impuesto por su factótum en los primeros lugares de las listas plurinominales, y no habrá votos que le impidan, con patriotas de igual calibre, ir de nuevo a una curul.

    El fundamentalismo reeleccionista en boga razona contradictoriamente: salvo en México y Costa Rica, sostiene, en todo el mundo hay reelección parlamentaria continua, así que si es bueno para la mayoría, ha de serlo para nosotros. Pero defienden a los plurinominales, a pesar de que, si acaso, hay una veintena de países con sistemas electorales mixtos, con plurinominales. Si la primera ha de ser nuestra fórmula, consigamos un manual de derecho comparado, buscamos las medidas con mayor incidencia en los sistemas políticos del mundo, y ahí tenemos la reforma providencial que México esperó 200 años, de paso la compartimos a los costarricenses.

    Al congreso mexicano le urge actualizar su diseño institucional, reglamentar acceso a comisiones, candados contra conflictos de interés, servicio profesional carrera, instancias eficaces de transparencia. Si tantos rezos y rezanderos tuvieran éstas medidas, como los tiene la reelección continua, ya se hubiesen materializado. Pero los fundamentalistas dicen que los legisladores no tienen incentivos: ni el salario, ni los viajes, ni los negocios con cabilderos, y ni siquiera, la anhelada reelección. En el fondo, el punto es que la reelección no es el punto.

    Periodista, especialista en temas legislativos



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