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Editorial EL UNIVERSAL

¿La hora de la reelección?

Inspiración en el interés público, responsabilidad, búsqueda de la verdad, de permanente justicia y del cumplimiento de los derechos humano ...





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    30 de noviembre de 2009

    El próximo año el presidente Felipe Calderón propondrá al Congreso eliminar la restricción que impide a alcaldes y legisladores en todo el país volver a ser candidatos de elección popular para el periodo inmediato posterior. Aunque el tema lleva mucho tiempo en el tintero, este debate podría ser intenso. La prohibición para ser electo en mandatos consecutivos todavía recuerda los tiempos revolucionarios detonados por el lema de Francisco Madero: sufragio efectivo, no reelección. Pocos recuerdan, sin embargo, que esta referencia sólo tenía como alcance a la Presidencia de la República. En efecto, no fue sino hasta el año de 1928 cuando la no reelección consecutiva se impuso sobre los demás cargos: munícipes, diputados locales y federales, gobernadores y senadores. Fue Álvaro Obregón quien impuso esta restricción para hacer depender la carrera de los políticos de la voluntad presidencial.

    La realidad ha cambiado mucho desde aquellos tiempos. En el caso de los legisladores, la ventaja de la reelección inmediata se ha discutido en círculos académicos y partidarios. La conclusión es clara: sin reelección los ciudadanos carecemos de control sobre nuestros representantes parlamentarios. Los diputados y los senadores no necesitan de sus electores para sobrevivir en política porque su salto hacia el siguiente puesto depende sólo de los dirigentes de su partido y no de los votantes. Los ciudadanos, en revancha, no podemos premiar o castigar el desempeño de estas autoridades.

    En cuanto a los presidentes municipales, para quienes la atención ha sido menor a la deseable, el tema tiene aún mayores implicaciones. Se trata de una instancia que en México padece de una enorme debilidad porque se sostiene por alcaldías con caducidad de tres años frente a otras autoridades cuya duración es más amplia. A la salida del munícipe se sustituye toda la plantilla local de funcionarios, lo cual impide cultivar experiencia institucional y políticas públicas perdurables. El escenario empeora cuando se observa que a cada trienio la alcaldía vuelve a cero debido a la inexistencia de un servicio profesional de carrera. Si acaso se generan recursos humanos destacables, éstos se pierden por completo.

    El poder municipal entra en un círculo vicioso de aprendizaje al primer año, fugaz consolidación al segundo, para terminar en un tercer lapso con la prioridad de dejar las cuentas en orden rumbo a la siguiente administración o ver la manera de tapar los hoyos que dejó la corrupción.

    En muchos otros países democráticos la reelección no tiene límites porque así maduran en el tiempo los proyectos, las acciones de gobierno que requieren más de tres años para funcionar. Con ello, los poderes locales hacen contrapeso a la instancia de gobierno superior en orden jerárquico.

    Una reforma en este sentido es de vital importancia para México. Nuestro fracaso en tantas políticas públicas radica en que buscan mover a un gigante —la Federación— sin ver que está sostenido sobre pies de barro: los municipios.



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