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Carmen Boullosa

El mapa latinoamericano de Hitler

Carmen Boullosa, novelista, poeta y dramaturga, premios Xavier Villaurrutia, Liberaturpreis de la Ciudad de Frankfurt, Anna Seghers de Berlín, ...

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    19 de noviembre de 2009

    En 1941, un supuesto mapa secreto de Hitler fue denunciado por el presidente estadounidense, Roosevelt. Representaba A América del Sur y A una porción de Centroamérica con una configuración política acorde con el Nuevo Orden Mundial que pensaba imponer el gobierno nazi. Lo explicó Roosevelt: 14 “Repúblicas” quedaban reducidas a cinco Estados “vasallos”. Las Guyanas se convertían en una sola entidad, entregada como un regalo a la Francia de Vichy. Serían de Argentina, Paraguay, Uruguay, el sur de Bolivia y las Islas Malvinas. A Brasil irían a dar una porción el norte de Argentina (Provincia Misiones) y el resto de Bolivia.

    El mapa, argumentó Roosevelt, era la prueba contundente de que Hitler quería expandir sus conquistas a nuestro margen del océano, contrario a lo que declaraba abiertamente. El mapa ponía en evidencia la amenaza nazi para el continente americano entero. Hitler quería hacer del sur un “bungalow del nazismo”. Estados Unidos tendría que despedirse del Canal del Panamá y se le pondría difícil cuidarse las espaldas. Lo que no queda muy claro es si al hacer el anuncio, Roosevelt sabía bien a bien de dónde provenía el mapa descrito. A pesar de las presiones internas y externas por revelar quién era el informante, Roosevelt no aclaró la proveniencia, argumentó que para proteger la fuente, y su origen se continuó escondiendo durante décadas. No fue sino hasta 1967 que un ex-agente secreto británico “confesó” quién había sido el espía: un alemán que había pagado caro, se lo habían escabechado en un “accidente”.

    La verdad es otra. El mapa latinoamericano de Hitler colgó de una pared en la oficina del Partido Nazi en Buenos Aires. Los alemanes lo trazaron en Argentina, un diplomático alemán lo puso en manos de los británicos, previo haberlo paseado ante el beneplácito de militares y políticos sudamericanos, y el “informante” no murió en ningún tipo de “accidente”, sino que regresó a Alemania, recibió un ascenso, dejó la carrera diplomática, entró a las SS y murió luchando en el frente ruso en el año 1943, al calor de las balas de la Segunda Guerra Mundial.

    El mapa auténtico, como se ve, no fue facturado en Berlín y no tuvo un pelo de secreto. En cuanto a la distribución del territorio, era muy otra, y no se le daba porción ninguna a los franceses. Los británicos habían maquillado o alterado el mapa en Ontario, Canadá, añadiendo y quitando según soplara el viento y lo entregaron a Roosevelt para convencerlo de que los tanques alemanes podrían desembarcar cualquier momento en las playas de Copacabana. Roosevelt habló de él para mostrar a la opinión pública la necesidad de entrar a la Guerra, tras mencionar los ataques de los submarinos alemanes a los barcos estadounidenses. No es posible comprobar si sabía o no que el mapa estaba tocado con una manita de gato de los británicos.

    Berlín negó la existencia del mapa —aunque sin duda fue trazado con indicaciones del poder central—, y dijo que si acaso Roosevelt tenía alguno, era una falsificación. E insistió en que Hitler no tenía ninguna intención de apoderarse de nuestro continente.

    Desde donde uno lo vea, el mapa tiene un aliento vil. No hay en su trazo ni sombra de espíritu científico, las manos que lo trazaron no se parecían en nada a las de los cartógrafos (memorables y ridículos) que retratara Borges, los que buscando la precisión hasta el absurdo, elaboraron el que medía las exactas dimensiones del Imperio. En el mapa sudamericano de Hitler no hay ríos, no hay montañas o ciudades, se pasa por los alamares la representación fiel de la geografía. Su intención tampoco era alentar la unión latinoamericana, lo que deseaba era sembrar guerras y discordias. Lo dibujaron en la Argentina y lo exhibieron para alentar las desavenencias, incendiar los ánimos, ganar el sur de América para el reforzar el puño universal del nazismo, atizando los ánimos expansionistas y las rivalidades entre naciones latinoamericanas.

    Pocas ganas dan de imaginar lo que habría provocado el mapa de Hitler de haberse vuelto real. Si sin él...



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