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Klaus F. Zimmermann

Revaloración del reto chino



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    16 de noviembre de 2009

    El contenido entre líneas del primer viaje del presidente Barack Obama a China no va a aparecer en ninguna nota informativa oficial, pero tiene validez que trasciende las relaciones entre EU y aquel país: Occidente, con voz entrecortada y a regañadientes, se está adaptando al surgimiento de las potencias económicas asiáticas.

    Pese a todo lo que se dice respecto a la globalización, nosotros, los occidentales, todavía tendemos, en alto grado, a ver la economía mundial desde nuestra propia perspectiva cultural. Y fracasamos de manera más bien estrepitosa en incorporar el punto de vista del “otro lado”, que está ubicado en el lado opuesto del planeta. Conforme China e India se suman a otras potencias económicas asiáticas, se vuelve cada vez más importante desarrollar un sentido agudo y de apertura mental ante estas apreciaciones divergentes.

    Es importante en particular para los occidentales el desarrollar un sentido claro de la forma en que los chinos miran la economía global, dada la creciente influencia económica, política y cultural de ese país en el panorama mundial.

    Durante un viaje reciente de dos semanas a China, me sorprendió en primer lugar y de la manera más extraordinaria la calma con la que los chinos están enfocando la tarea de reducir su excedente comercial. Para ellos, este superávit no es consecuencia de una “glotonería de ahorros globales”, como el ex integrante de la junta directiva de la Reserva Federal estadounidense, Ben Bernanke, conceptuó la causa de los desequilibrios mundiales.

    Al contrario, los chinos lo ven como una consecuencia directa de las relativamente improductivas inversiones de los estadounidenses, tales como en casas y vehículos grandes. Por esa razón, desde la perspectiva china, el problema estriba no en el ahorro excesivo de los países con superávit sino con la falta de ahorro de los países deficitarios, notablemente Estados Unidos.

    En relación específica con los desequilibrios comerciales, los estrategas chinos señalan el hecho de que, si bien China ha estado promoviendo el crecimiento basado en las exportaciones durante más de un cuarto de siglo, fue hasta el 2005 cuando empezó a registrar sustanciales excedentes comerciales y a acumular reservas masivas de divisas extranjeras.

    En cuanto al futuro, los economistas y los definidores de políticas chinos tienen conciencia plena del enorme potencial de los niveles crecientes del consumo local. La demanda contenida de China —hay que pensar en siete u ocho décadas en las que realmente no participó en los flujos de una economía moderna— da credibilidad a esa posición. En realidad, la demanda criolla total da abrumadora cuenta de los aumentos en el PIB de China desde 1980.

    En buena parte por la misma razón, un sector potencialmente importante —pero subdesarrollado— para el crecimiento futuro del consumo es el turismo local. Y todo este potencial para el crecimiento está destinado a cosecharse, pese al tradicional apego chino —y en realidad asiático— a altos niveles de ahorro personal, que se deriva directamente de una red de seguridad social débil, que obliga a 90% de los chinos a pagar de su bolsillo la atención médica y la jubilación.

    Como país de gigantescas proporciones y con una población aturdidoramente grande, pero con recursos naturales comparativamente pequeños, los líderes de China también están muy al tanto de los beneficios que sus ganancias financieras por exportaciones fuertes dejan en términos de asegurar el acceso a las materias primas alrededor del mundo.

    En verdad, si hay una dimensión menospreciada de lo que realmente está sucediendo en China, se trata de este esfuerzo por asegurarse materias primas mediante una red global de participación propietaria y de otras formas de relaciones comerciales. Y si bien hay algunos que adscriben motivos algo siniestros a las acciones chinas en este campo, hay una interpretación mucho más inocua, pero menos verosímil.

    Dada la ausencia casi total de China en hacer reclamos globales durante muchas décadas, en especial cuando se compara con lo hecho por compañías de uso intenso de recursos como las occidentales petroleras, de gas y mineras, los chinos están embarcados en una carrera más bien dramática para ponerse al día (y es un hecho que no les está yendo mal).

    Finalmente, mientras se retratan —de forma algo vergonzosa— como una nación que está surgiendo, los chinos siempre están muy enfocados en la perspectiva a largo plazo. Y, admitámoslo, dado el tamaño de su población (y su aún considerable falta de riqueza), están en lo correcto al hacerlo, hasta en un grado mayor que otras naciones más ricas.

    Contra este telón de fondo, la estrategia china de acumular reservas de divisas y de asignarlas en varios activos alrededor del mundo es una estrategia de salvaguarda para hacer que el momento positivo del país deje dividendos para el plazo largo. El que China haya estado dispuesta a invertir en títulos de bajo rendimiento del Tesoro de EU durante tanto tiempo puede reflejar tanto el pago de precio elevado por la liquidez como un temor realista, o una falta presente de capacidad, para invertir inteligentemente en otros activos (si uno recuerda la desafortunada, o al menos extemporánea, inversión en Blackstone).

    Es una frase hecha decir que China envejecerá antes de hacerse rica, pero esa aleccionadora afirmación está muy presente en las mentes de muchos planeadores de políticas en Pekín, Shanghai, Hong Kong y otras partes del país. Hoy, apenas 8.2% de los chinos tienen más de 65 años, mientras que la cifra alcanza el 13% en Estados Unidos. Para el 2040, sin embargo, los mayores de 65 en China sobrepasarán a los de Estados Unidos (21.8% a 21.0%). Ningún otro país —ni siquiera Japón, Corea del Sur, Taiwán o Singapur— tiene una estructura de envejecimiento tan problemática como la de China.

    Para contrarrestar esa dura realidad —una China en desarrollo que durante los próximos 10 a 15 años estará en el punto demográfico óptimo, pero que en tres décadas tendrá una proporción más grande de ancianos que de una economía desarrollada madura—, los encargados de formular las políticas registrando concienzudamente el planeta en pos de oportunidades de inversión rentables, en particular en naciones con poblaciones más jóvenes (y por lo tanto más dinámicas y en crecimiento).

    Es desde estas fuentes, si las inversiones funcionan como se ha planeado, que los líderes de China esperan repatriar los frutos de los excedentes de exportaciones de hoy para hacer posible el pago por tener una población que en realidad está encaneciendo rápidamente, condición que se duplica por los efectos de la política de tener un solo hijo.

    Una vez que los occidentales aprendan, con ojos abiertos, a ver el mundo desde ángulos diferentes a los propios, entonces el mundo se volverá en realidad un lugar más pequeño.

    Pero, ¡ay!, en el mundo de hoy todavía estamos muy lejos de ese nivel de comprensión mutua. Con demasiada frecuencia, escondemos nuestra falta de conocimiento (no sólo de comprensión) al asignar todo tipo de motivos espurios a la forma racional de actuar de una nación.

    Director del Instituto para el Estudio del Trabajo (IZA), Bonn, Alemania, y presidente del Instituto Alemán para Investigación Económica (DIW), Berlín



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