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Editorial de EL UNIVERSAL

¿No que lo necesario?

Inspiración en el interés público, responsabilidad, búsqueda de la verdad, de permanente justicia y del cumplimiento de los derechos humano ...





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    21 de octubre de 2009

    La propuesta de Ley de Ingresos aprobada ayer no descubrió el hilo negro. Pagarán los mismos de siempre, con los impuestos de siempre y, para tapar los hoyos, se usarán las recetas de siempre.

    Nuestro país, en comparación al resto, tiene una de las peores tasas de recaudación del mundo. En 2009 rondó el 9.8% del Producto Interno Bruto, sin contar ingresos por impuestos a las gasolinas. Para 2010 se aspira a incrementar sólo en 0.6% esa cifra, para llegar a 10.4%, muy lejos de lo que consiguen naciones como Chile (17%), Francia (40%) y, ya en el extremo, Finlandia (60%). No sorprende que el nivel de vida en los anteriores ejemplos crezca también en proporción a esta recaudación.

    La situación mexicana se agrava cuando la mayor parte de esa carga pesa sobre los contribuyentes cautivos, es decir, consumidores y asalariados, mientras las personas físicas con actividad empresarial y los grandes corporativos hallan siempre la manera de aportar muy poco respecto de lo que cuesta hacer funcionar a las instituciones del Estado.

    Es cierto que esta vez se aprobó una iniciativa que previsiblemente reducirá la elusión fiscal de las grandes empresas. Un límite al régimen de consolidación fiscal, que les permite diluir sus ganancias y amplificar sus pérdidas para no pagar sus contribuciones. Con todo, tanto Ejecutivo como legisladores mantienen intocados muchos intereses y han decidido no apretar más el cinturón a las corporaciones.

    Por eso han optado tapar el boquete de las finanzas públicas con una previsión mayor al precio del barril de petróleo y más déficit público. Nada nuevo. En resumen, ninguna medida que resuelva de fondo la inanición fiscal del Estado mexicano. Se hizo, otra vez, lo posible y no lo necesario. El problema es que nos habían prometido lo contrario.



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