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Carlos Monsiváis

“Peligro para México”

Carlos Monsiváis es ante todo un hombre observador. Escritor que toma el fenómeno social, cultural, popular o literario, y que, con rápido b ...

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    12 de julio de 2009

    (De las divagaciones de un experto en mercadología que trabaja en el Partido Acción Nacional.)

    La primera vez que lo vi me impresionó. Traía su fama consigo, y eso los subalternos lo captan luego luego. Él sonrió, lo que no tendría nada de particular salvo el hecho de que, según me dijeron, también tarifaba sus sonrisas. Bueno, apenas una semana en tierra de los aztecas y ya tenía a sus órdenes una operación gigantesca, hacer ganar a un hombre que no sobrenadaba en carisma, bueno, José María Aznar tampoco era un tablao flamenco y sin embargo ahí la llevaba bien hasta aquel día de marzo del atentado terrorista, pero, hombre, mi jefe se le había dicho: “Miente en abstracto y sólo cuando no te quede otra miente en concreto, que es allí donde te cachan”. Ay, Pepe, pues qué te dio por mentir tan en redondo, que fue ETA, que… Pero éste de aquí se ve más seriecito; me contaron que le recitaron chistes de Gila, de ese humor ibérico añejado, y no se rió y luego invitó a los presentes a una reunión en la que cantarían canciones del sur de Michoacán.

    * * *

    A mí me tocó ser parte de los encuestadores sobre las predilecciones del mexicano. Tuvimos muchas reuniones y al cabo obtuvimos una verdad de a kilo: mexicano es aquel que odia por razones de espacio en el Metro a otro nacional; mexicano es aquel dispuesto a jurar ante el juez que otro mexicano, en las noches, extrae la caja de cenizas de su hermano y le cuenta lo mal que le caía. Eso murmuró mi jefe; según, el Spin Doctor (dígale publicista), es información privilegiada, la campaña se basaría en lo mal que se caen los mexicanos entre sí.

    Convocó a una reunión alucinante de grupos focales. El tema: “¿Cuál es la frase que más provocaría el odio, el recelo, la gana de arrojar a un tipo por la ventana?”. Hubo algunas interesantes: “Fulano es de los que le pegan a su mamacita el Viernes Santo./ Es un calumniador de la Selección Nacional, dice que va a ganar la Copa Mundial./ Es de los otros y cree que es de los nuestros”. Interesantes, pero no convincentes. Y mi jefe recordó una ya usada con alguna fortuna: “Un peligro para México… López Obrador, un peligro para México”. Sonrió, y anotó con rapidez la sonrisa en la lista de gastos de campaña.

    * * *

    El mánager de campaña (le puede decir el publicista) evocó aquellos días de 2006. ¡Qué bonito fue! Sonrió, pero se acordó de que ya las sonrisas no entran en gastos de campaña, y mantuvo el gesto adusto. Algunos idiotas se opusieron a la consigna en los periódicos, pero nuestros amigos, los intelectuales independientes y críticos, se les fueron encima alegando que violaban la libertad de expresión. Y hasta el final la frase siguió.

    Luego, hace como un año, el IFE cambió reglas diciendo que no se valía insultar. Pero, como dice el cliente: “Haiga sido como haiga sido”… ¿Me oyeron, espurios?

    * * *

    Acompañé luego a El Salvador al mago de la imagen (díganle mercadólogo), y lo vi hacer campaña por Arena, un partido al que se le pasa la mano de derechista. Llegó muy confiado y, según me cuentan porque no estuve en esas reuniones, hizo su jamboree de grupos focales, con el gran tema: “¿Qué es lo que más odia un salvadoreño?”. ¡Qué curioso! Demasiados opinaron que lo que más odiaban era Arena. Ya se veía venir la catapulta. Y no tardó, ganaron los rojillos, y mi jefe se fue rapidito, a lo mejor para que no le pidieran que devolviera los anticipos. Caramba, para un Antonio Solá, es tiempo que le diga que así se llama el brujo de las campañas de odio, díganle Spin Doctor, una derrota es como un tatuaje en el inconsciente.

    * * *

    Y ahora esto del 5 de julio. La campaña estaba bien pensadita. Con lujo de detalles y todavía más lujo de presupuesto. Había que encajonar al PRI, que era el rival; el PRD de Jesús Ortega es un chiste en expansión. Y como en el PRI son muchos y no se les podía aplicar lo de “un peligro para México”, porque además ya lo habían sido 71 años, era mejor una llave de lucha libre, la quebradora o la tapatía. Ya el cliente, no nos oponemos a que le llamen Presidente, había dicho que el que no estaba con su política de exterminio y militarización estaba a favor de la delincuencia, no lo dijo así exactamente pero cotejen las diferencias.

    Entonces el David Copperfield de los mensajes subliminales (díganle rey de la reiteración) lanzó la campaña que ejecutó el jefe del PAN, don Germán Martínez, el que, en sus palabras, habla en superlativo mayestático: “Le pedimos que apriete las tuercas a la gobernadora, Amalia (García), no te rajes, porque el presidente Felipe Calderón no se raja y tienes que dar cuenta a los ciudadanos zacatecanos de lo que está haciendo en seguridad”. O en una de sus expresiones más benévolas: “Las acciones del Ejército y la Policía Federal no llevan consigna electoral… No se entiende que entre los priístas haya inquietud. Dicen que el que nada debe nada teme”.

    Así que con Calderón o con El Chapo. Admítase que la disyuntiva era un peligro para México. Y mi jefe, el repartidor de odios (dígasele mercadólogo), estaba muy satisfecho. Esto mejoraba la despejización de México, obligaba a los priístas a apoyar a Calderón incluso con el voto, o fugarse cerquita de las Islas Caimán. Lo que esperábamos luego de las primeras intimidaciones era una rendición masiva, los priístas en las plazas tirando sus esclavas de oro y asegurando que jamás pensarían en arriesgar el patrimonio moral de sus hijos… Y nada, más bien se enojaron y pusieron en su sitio al jefe nato del PAN. A ellos, insistieron, nadie les iba a decir que eran delincuentes. No llegaron al extremo de pedir un cotejo de cuentas de banco porque allí todos perdían.

    ¿Qué se hace en esos casos? Mi jefe, A.S., sonrió y murmuró: “Están perdidos, cayeron en mi trampa” (yo no lo oí pero las paredes vuelan). Y esperamos el resultado, qué golpazo, qué manera de eludir responsabilidades, qué desprecio por las trampas semióticas, qué ignorancia. Han sido días de pesadumbre, pero qué se le va a hacer. Mi jefe no piensa renunciar, si no lo hace el difunto político de Jesús Ortega, por qué él que es mexicano recientito. Ya veremos.

    Escritor



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