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Ricardo Raphael

De los “zetas” a los “matazetas”

Maestro en Ciencias Políticas por el Instituto de Estudios Políticos de París, Francia. Maestría en Administración Pública por la Escuela ...

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    06 de julio de 2009

    Todos los datos, todos los síntomas, todas las evidencias apuntan hacia un hecho preocupante: en los meses que vienen los mexicanos vamos a experimentar más y no menos violencia. El número de muertes vinculadas a la campaña contra la criminalidad sigue creciendo; la presencia policiaca y sobre todo militar se extiende sin contención sobre el territorio mexicano y la cifra de reclusos en las prisiones se ha duplicado en el último año.

    Aún más alarmante es que las bandas criminales operantes en nuestro país hayan pasado a una nueva fase caracterizada por la división y multiplicación. Ya no es preciso referirse a las mafias de narcotraficantes utilizando el concepto de “crimen organizado”. Hoy nos topamos más bien con la expresión muy virulenta de “crimen desorganizado”.

    Los cárteles —que hace algunos años podían contarse con los dedos de una mano— al igual que las amibas se han partido y vuelto a partir en sus estructuras, sin que este hecho haya significado una reducción en su capacidad de infligir daño. De acuerdo con un reporte del Pentágono estadounidense, cuyo contenido fue dado a conocer el día de ayer por EL UNIVERSAL, la vertebración del crimen en México ha cambiado sustancialmente.

    El Estado ya no sólo debe enfrentar a tres o cuatro grandes empresas criminales, sino a una serie cada día más extensa de medianos, pequeños y microprofesionales de la ilegalidad. Ya no se trata de mafias, en el sentido clásico del termino; ahora estos grupos —según expresión del Pentágono— tienen más similitud con las células terroristas, con la guerrilla y con las organizaciones paramilitares.

    El término utilizado por la inteligencia estadounidense es “narcoinsurgencia”. Una forma de criminalidad que recae sobre la vida y la realidad de comunidades enteras, cuya actividad ya no se limita a la producción, transporte y venta de narcóticos, sino a una lista de tareas ilegales mucho más extensa.

    Estas células narcoinsurgentes tienen como su más importante objetivo el control criminal de ciudades y regiones enteras. El éxito de su despliegue se mide por el tamaño del territorio donde ninguna otra organización delictiva puede entrar a competir. Gracias a su riqueza económica —proveniente originalmente del tráfico de drogas pero también del comercio ilegal de armas, del secuestro, de la piratería, del contrabando, de la prostitución y del tráfico de personas— estos grupos insurgentes logran prevalecer sobre sus adversarios.

    Con el paso del tiempo, las ganancias por sus actividades ilegales han dejado de ser suficientes para enfrentar a sus enemigos. De ahí que pasaran, no hace tanto tiempo, a una fase aún más compleja para perpetuar su imperio: alquilaron los servicios de milicias privadas armadas hasta los dientes con el más moderno equipo bélico.

    Fue el cártel del Golfo —originalmente encabezado por Osiel Cárdenas— la primera banda criminal en subrogar este tipo de servicios. Con el surgimiento de Los Zetas apareció en nuestro país la primera organización paramilitar. Su misión original fue ganarle la partida a los cabecillas de los demás cárteles. Sin embargo, Los Zetas dejaron pronto de ser un solo cuerpo paramilitar. El surgimiento de La Familia en Michoacán dio aviso de que la amiba paramilitar comenzaba a dividirse.

    Con la aprehensión de Osiel Cárdenas y las divisiones internas dentro del cártel del Golfo se intensificó la violencia en las zonas antes controladas por aquella organización. Esto se debió a que las demás bandas trataron de recuperar terreno ahí donde Los Zetas (o sus derivaciones) los habían derrotado; concretamente en Guerrero y Michoacán.

    Hace apenas unos días los adversarios del otrora cártel del Golfo decidieron entrar a territorios antes bien resguardados por Los Zetas. Veracruz, Tamaulipas y Quintana Roo recibieron visitas y violencia provenientes de una nueva organización paramilitar que se denomina Los Matazetas. ¿Quiénes son estos nuevos actores de la escena criminal mexicana?

    Por su porte militar, su vestimenta y su armamento, queda claro que no son unos improvisados. Menos aún lo son si se revisa la estrategia propagandística con la que se han dado a conocer. Los Matazetas aseguran ser admiradores de Felipe Calderón Hinojosa y su guerra contra el crimen organizado. Dicen distinguirse de sus contrapartes porque, en su caso, les mueven sinceros motivos de venganza y desagravio.

    Para efectos prácticos se trata también de una organización criminal que utiliza métodos violentos para operar y que actúa completamente fuera de la ley. No hay que confundirse: representan otra forma más de insurgencia que sólo traerá más muerte, más ansiedad y más peligro para los mexicanos. Bien lo saben en Colombia y también en varios países africanos: cuando los paramilitares llegan, no hay poder humano que pueda terminar con ellos. Son la fase más aguda de la descomposición del Estado.

    Analista político



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