Las jaletinas… y los pelandrines de Amado Nervo (2 y última)

Carmen Boullosa, novelista, poeta y dramaturga, premios Xavier Villaurrutia, Liberaturpreis de la Ciudad de Frankfurt, Anna Seghers de Berlín, ...
Más de Carmen Boullosa01 de julio de 2009
“¿Cómo? Nos propusimos moralizar a las clases y ahora resulta que sólo conseguimos ganar más dinero. Esto no puede ser. Nosotros queremos, ante todo, moralidad”. La cita no es de un contemporáneo, sino de los tiempo de Don Porfirio. La escribió Amado Nervo en 1896, otro de sus “cachos de conversa”, como llamaba él a sus colaboraciones periodísticas: “así sucede: donde uno menos piensa salta la liebre, es decir, la moralidad”, “personas timoratas”… “Dígales pepena-cohetes… Pulpos de la Nación… Sanguijuelas del Erario….
Los mexicanos “somos muy agazajosos”.
En México, “el sereno, el justo, el prudentísimo término medio, no existe ni lo conocemos”.
“En México todos somos poetas, se empiezan a pergeñar versos cuando aún no apunta el bozo, y en verso se sigue viviendo toda la vida… bien pudiera ser que por esta idiosincrasia lírica estuviésemos tan amolados los mexicanos. Los yankees no hacen versos… alguien dice que por eso son ricos. Un yankee, lo primero a que procede cuando sabe escribir, es a hacer números; nosotros, lo primero que procedemos es a hacer versos”. (Aquí le zumban los oídos a Walt Whitman, próximo a Amado Nervo más por fobias que por filias: “Creo en la carne y en los apetitos… cada pizca de mí? es un milagro…?el aroma de estas axilas es más? hermoso que una plegaria,? esta cabeza más que los templos,? las biblias y todos los credos”).
“En México, después de haber vivido líricamente, nos morimos en verso”.
Habla de costumbres enraizadas todavía (“de generación a generación pasa fortaleciéndose la medicina casera, importantísima institución que ha creado otra: la de las buenas viejas herbolarias, que venden la hierba del gato, el lantén, el cuastecomate, los huesos de mamey, etc.”) y de otras perdidas, como el chocolate de las cinco, o los duelos (“a toda hora un callo dispuesto a ser pisado y un guante presto a volar a la cara de los demás”).
De una obra de teatro: “se hablaba en la escena de frijoles: fue la primera palabra que hirió mi oído, y me dije: la cosa no puede ser más nacional... Los charros se fueron con las mozas; y después llegaron los pelandrines y se las quitaron”. Consigna pelandrichadas (“no te sulfures”, “bonita ancheta”, “fue muy reata”, “pelagatos”, “llorarle al hueso” -el día de muertos-), y decires de mozas (“fuchi”, “chamagoso”, “mialma”).
Pinta cuadros urbanos:
“... en una estación, fueron a ofrecerme café. Compré una taza y advertí, sin sorpresa, que aquello no era café. Nada tenía esto de particular, pero yo quería saber al menos de qué era el brebaje, porque hoy el café se hace de muchas cosas, y pregunté a la vendedora:
“-Oiga usted, ¿de qué es este café?
“Y la vendedora, como sorprendida de mi ignorancia y un si es no es malhumorada, me respondió:
“-De garbanzo, ¿pues de qué quería usted que fuera?”.
(Y hablando de café de garbanzos, leo que las autoridades “simulan contingencia en guarderías”. ¡Si por lo menos “simularan” que están proveyendo a los niños un ambiente propicio para su desarrollo, uno en el que puedan entrenar su inteligencia y ser felices para prepararse a ser útiles y felices! Cómo no advertir el crimen previo al trágico de Hermosillo: no dar a los niños en sus preciosos primeros años de vida el ambiente donde se afiancen herramientas que serán insustituibles, apilarlos malamente para hacer negocio.)
Cierro las citas de Nervo: “Pero basta ya: no quiero que torne a desbocarse la pluma. Celebro que en algo estemos de acuerdo, y pongo punto a esta conversación que iba siendo larga y que, por más que pudiese sernos agradable a nosotros dos, pudiera ser tediosa para los lectores… y abur”.
Nota final: en mi colaboración anterior, un lector hizo notar una horrible errata. Gracias. Culpo al ajetreo, la escribí yendo de Berna, donde di una conferencia, a Londres, rumbo a la Universidad de East Anglia. Soy, diría Amado Nervo, “Dama que, como las ídem del tablero, cambiaba continuamente de sitio”. En las mudanzas de casilla a veces se gana, a veces se pierde. En ésa, perdí.


