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Alejandro Gertz Manero

Aguas con la guillotina

Es doctor en Derecho por la UNAM. Se ha desempeñado como abogado litigante y como empresario en la industria editorial y en el sector comerci ...

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    10 de junio de 2009

    La aristocracia burocrática del país, que alegre y despreocupadamente se reparte lo poco que queda del botín nacional, no quiere escuchar los pasos en la azotea que a diario golpean con persistencia el edificio cuarteado del poder público y de sus cómplices empresariales.

    Esas clases privilegiadas que reciben sueldos de fantasía por no hacer nada y por equivocarse en todo, además, tienen el sacrosanto privilegio de la “pernada” económica que les permite adueñarse de las comisiones, los embutes, los contratos y las concesiones, sin importarles en lo más mínimo que los medios exhiban esa impudicia, ya que su signo es “tapaos los unos a los otros”, a través de contralorías, secretarías de la función o “disfunción” pública, auditorías superiores e “inferiores” y los “malos y pésimos” consejos de las judicaturas que fingen una rendición de cuentas que se reduce a casi nada, pero, en cambio, sí se utiliza como instrumento de persecución contra los “infieles” a los mandarines burocráticos, mientras el IFAI oculta todo lo que es verdaderamente importante y burocratiza hasta el infinito cualquier pregunta que les pueda ser incómoda.

    En este ámbito, las comisiones de derechos humanos sólo cuentan para cumplir con su frustrante tarea con la emisión de simples recomendaciones, las cuales no les hacen ni cosquillas a las cínicas burocracias que se carcajean de dichas instituciones, de sus críticos y de sus detractores, porque saben que son intocables, ya que están cubiertos por el manto sagrado de la impunidad que el poder público brinda a sus incondicionales, y de ello sobran a diario pruebas y confesiones obscenas.

    Frente a ese mundo de impunidad, 2 millones de mexicanos se debaten en la angustia de haber perdido su trabajo y lo poco que habían juntado, y otros 15 millones viven en la semiesclavitud de los caciques del ambulantaje, mientras los ríos de miles de millones de pesos de los recursos públicos se van al pozo sin fondo de la ineptitud y de la inmoralidad burocráticas, que no tienen “llenadero” en su capacidad de despilfarro y de irresponsabilidad, en tanto cualquier ventanilla, permiso, concesión o función pública es un territorio de extorsión y una trampa para cualquier actividad medianamente productiva y eficiente.

    En contraste con ese universo de cinismo burocrático, hay que reconocer las pocas excepciones que afortunadamente existen, las cuales sostienen el frágil equilibrio que permite que este país no acabe de desplomarse, ya que en ese inmenso paraíso cortesano del poder público hay quienes sí cumplen; desde policías de crucero hasta funcionarios de alto nivel que, a contrapelo con sus estructuras, realizan a cabalidad sus tareas, permitiendo que no se desbarate el país.

    Como resultado de todo lo expuesto, la reacción ciudadana es cada vez más ácida y rechazante, y por ello hemos visto que 40% de los electores se negaron a acudir a las urnas en 2006 y esto puede aumentar notablemente en los próximos días, en razón de los votantes que no creen en gobiernos que han fracasado en todo y en muchos candidatos que no son más que más de lo mismo, y por ello un creciente e influyente grupo de la sociedad promueve el voto en blanco o el del rechazo, para llevar a esas odiosas burocracias a la guillotina política, de la que cada día se hallan más cerca, aunque no lo quieran aceptar.

    Frente a esta realidad tan ominosa, en lugar de promover un voto en blanco queremos apoyar un voto masivo que defienda a los ciudadanos y les exija a las pandillas oficiales la rendición de cuentas y la aplicación de las sanciones más enérgicas a su ineptitud y a su corrupción; y por ello estamos proponiendo el voto por un cuarto poder ciudadano que cambie nuestro sistema constitucional para que la inmensa mayoría de los mexicanos, al margen de partidos y de intereses políticos o sectarios, tengamos derecho a exigirles cuentas cotidianas a quienes han destruido a este país, y para sancionarlos ejemplarmente cada vez que no cumplan, y así empezar a construir el México nuevo que habrá de cambiar esta sinergia de destrucción, de empobrecimiento y de vergüenza que hoy nos abruma.

    editorial2003@terra.com.mx

    Doctor en Derecho



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