Opinion

¿Por qué no se informó al gobernador de Michoacán, Leonel Godoy, del operativo en que se detuvo a varios alcaldes, jefes policiacos y otros colaboradores suyos? Dice el secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, que el despliegue requería discreción. ¿Por qué, entonces, ya concluidas las detenciones, dejan al gobernador durante horas sin una explicación? ¿Por qué el Presidente no quiso hablar con Godoy? Hay tres posibilidades: poca cortesía, cálculo político o sospecha de vínculo criminal.

En una situación similar pero de menor tamaño en Morelos, hace 10 días, fueron detenidos el ex secretario de Seguridad Pública de la entidad y el encargado de seguridad de Cuernavaca. Dicha operación ameritó que el gobernador Marco Adame, según sus palabras, fuera notificado previamente y, además, respaldado en un acto público por el secretario de Gobernación, quien reconoció a Adame por apoyar las investigaciones.

El contraste con Michoacán es evidente. A Godoy no le avisaron de las indagaciones, tuvo que ser él quien buscara una explicación del Presidente y, en respuesta, le piden que espere una llamada del secretario de Gobernación. El desagravio de Gómez Mont es parco y, al contrario que con Adame, sin halagos: “Usted no está solo en esta lucha”.

Ricardo Nájera Herrera, vocero de la PGR, dijo que Leonel Godoy está libre de sospechas. Un día antes, el mismo funcionario había declarado que se estaba investigando “a todo mundo”, en respuesta a la pregunta de si existía alguna indagación contra el gobernador. Si creemos al vocero, ¿por qué a 48 horas del operativo el Presidente sigue sin hablar con el mandatario estatal y omite referencia alguna a Michoacán en sus discursos sobre la seguridad?

La sospecha sobre Godoy quedó sembrada incluso si el comportamiento federal fue sólo falta de modales. Cualquiera que sea la razón, otros gobernadores de oposición, con estados tanto o más infiltrados que Michoacán, reciben un mensaje: dudamos de ustedes.