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José Fernández Santillán

Ruptura en la cúspide

Recibió el título de doctor en Historia de las Ideas Políticas por la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Turín (1983); se ...

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    22 de mayo de 2009

    Considero que aún no se ha valorado la importancia histórica de la entrevista que Carmen Aristegui le hizo al ex presidente Miguel de la Madrid, en la cual éste rompió con Carlos Salinas de Gortari. En ella don Miguel reconoció haberse equivocado respecto de su sucesor. Su decepción radica, sobre todo, en la corrupción encarnada por Salinas y su familia. Se trata del primer gran cisma que se presenta en la clase política que tomó el poder a principios de los 80.

    Para encontrar un antecedente de este calibre en la historia de las élites políticas en México tenemos que remontarnos a los años 20, cuando el Grupo Sonora, encabezado por Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, le dio la espalda a Venustiano Carranza.

    Este hecho culminó con el asesinato del Barón de Cuatro Ciénegas en mayo de 1920. Así se construyó el régimen de la Revolución, uno de cuyos elementos constitutivos fue “la familia revolucionaria”, es decir, la clase política que sustituyó a la élite porfiriana.

    Conviene señalar, al respecto, que por lo común el presidente de la República en turno fue el jefe de la familia revolucionaria. Sin embargo, también hubo excepciones, como el maximato (1928-1936), en la cual un ex presidente, Plutarco Elías Calles, fue el mandamás de la República.

    Después de cinco décadas en el poder, la clase política revolucionaria, monopartidista, fue desbancada en los años 80 por la élite tecnócrata, de naturaleza bipartidista (PRI-PAN).

    Gracias a la entrevista Aristegui-De la Madrid quedó al descubierto quién es el que realmente manda en este país: Carlos Salinas de Gortari. El hombre de Agualeguas fue capaz de doblegar a De la Madrid para que se desdijera; lo mandó al panteón político sin que hubiese necesidad de eliminarlo físicamente como sucedió con Carranza. Pese a las graves acusaciones que hizo De la Madrid, Salinas goza de total impunidad; sigue manejando los hilos del poder a su antojo incluyendo diputados, empresarios, intelectuales, gobernadores y el duopolio televisivo.

    Con todo y que el PAN se ha querido desmarcar y sacar raja de este episodio, la verdad es que ese instituto político está involucrado en la trama.

    Salinas lo asumió como aliado para llevar a cabo “la modernización neoliberal” y, de paso, lo ayudó a crecer hasta llegar a ser el partido gobernante. Sin embargo, pese a la alternancia registrada en el 2000, los gobiernos de Vicente Fox y de Felipe Calderón no tocaron a la familia tecnócrata ni a su verdadero jefe. Al contrario, los panistas se montaron en la estructura de poder creada por Salinas. Es más, el propio Salinas afirmó que la “nomenklatura priísta” era la principal enemiga de su proyecto, en tanto que el neopanismo está mucho más cerca de ese mismo proyecto.

    La permanencia de este “cuello de botella evolutivo” oligárquico es el mayor obstáculo para que la transición a la democracia en México llegue a buen puerto. Se trata de un conjunto de intereses particulares que se opone al progreso del país.

    Si observamos el contexto internacional, el modelo neoliberal y las élites que lo pusieron en práctica se han venido abajo. El último bastión, representado por George W. Bush y los neoconservadores, salió de la escena pública gracias a la coalición de fuerzas políticas y sociales que llevaron a Barack Obama a la Casa Blanca. Algo semejante tendríamos que hacer en nuestro país para mandar al “maximato salinista” al basurero de la historia.

    jfsantillan@itesm.mx

    Académico del Tecnológico de Monterrey (CCM)



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