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Manuel Camacho Solís

Granados y el Dr. Domínguez

Ha participado en importantes diálogos y negociaciones políticas: con las organizaciones de damnificados después de los sismos de 1985; el S ...

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    06 de abril de 2009

    El periodista Miguel Ángel Granados Chapa ha recibido los más altos reconocimientos que pueda recibir un ciudadano. Le ha tocado la fortuna de que, en vida, su trayectoria profesional y su congruencia se vuelvan ejemplo. Hay una coincidencia generalizada en que es un periodista capaz, perseverante y honesto. Lo que ha recibido menor atención es su pasión por la política y su posición frente a la encrucijada actual.

    Su discurso, al recibir la medalla Belisario Domínguez en el Senado, es hoy más vigente que el día en que lo pronunció. Fijó su posición, con la misma lucidez y valentía con que lo hizo en su momento (1913) el doctor Domínguez, sólo que con una intención diferente. Don Belisario, para defender su posición moral, debió denunciar a la dictadura; al ser asesinado, desató la reacción política y social revolucionaria. Granados Chapa tiene una apuesta política diferente: creo que, más que en “salvar su alma”, piensa en contribuir —como siempre lo ha hecho— a los cambios institucionales que caminan en paralelo y se alimentan con la movilización social. Lo hace como en otras ocasiones, sólo que ahora tiene que acumular toda su sabiduría para ganar optimismo justo en el momento más difícil que le ha tocado vivir.

    Granados Chapa mira al momento político actual como si se tratara de una encrucijada histórica. Percibe que nuestro país vive un momento grave, porque se han acumulado riesgos de restauración autoritaria, de descomposición social y aún de enfrentamientos civiles. No hay un problema principal, sino varios frentes que convergen en un momento donde, lo más grave, es que pareceríamos estar inermes frente a lo que se nos presenta.

    Ante la adversidad, Granados propone la acción. Su objetivo es “reconstruir la casa que nos albergue a todos o erigirla si nunca la hemos tenido”. Su método es hacer converger la calle con el parlamento, la participación de los ciudadanos con las organizaciones políticas. Ensanchar la información, la educación y el debate para encontrar, desde una sociedad diversa, los consensos en lo fundamental. Cree en la fuerza del derecho y el valor de la Constitución. Su proyecto es el de un Estado democrático. Eso es lo que hay que defender frente a quienes pretenden lucrar con el retroceso.

    Pero para él la ley no es sólo forma. Pierde su valor si no controla al Estado y si el Estado carece de la debida autonomía. Por eso rechaza y se opone a la acción de los poderes fácticos. Cree en la necesidad de defender a los ciudadanos de la violencia, el crimen organizado e incluso del riesgo del terrorismo, pero con la misma determinación se opone a la criminalización de la lucha social. Propone una amnistía general que reconcilie a México. Siempre se inclina por ofrecer la solución posible. Es, en mucho, un verdadero político.

    Muchos se sienten tranquilos de que sus incursiones políticas no limitaron su tarea profesional. Yo por el contrario pienso que su responsabilidad y pasión política han sido determinantes para ser lo que es.

    Miembro de la Dirección Política del Frente Amplio Progresista



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