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Javier Aparicio

Evaluación presidencial



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    02 de abril de 2009

    Hace poco más de un año, en febrero de 2008, el presidente Felipe Calderón pasaba por un muy buen momento y contaba con niveles de aprobación de 66% —cercanos al máximo histórico de 68% que tuvo a los pocos meses de ocupar Los Pinos—. Desde entonces a la fecha observamos una tendencia a la baja en la llamada aprobación presidencial hasta ubicarse en 54% en el dato publicado el día de hoy.

    Y si en la opinión de mucha gente el responsable último de buen o mal rumbo del país es el Presidente de la República, esta erosión puede explicarse por el deterioro en la percepción de temas clave como son economía y seguridad, por un lado, y por el desgaste propio del ejercicio en el poder, por el otro. El último dato también nos indica que posiblemente haya más personas indiferentes, que ni aprueban ni reprueban al Presidente (o no supieron responder), que aquellas que lo reprueban de entrada (20%): es decir que un número importante de ciudadanos parece estar dando el beneficio de la duda a la gestión del Ejecutivo a unos meses de la elección.

    Este dato concuerda con un porcentaje similar de encuestados que aún no han decidido por quién votarán en julio de este año. Sea como fuere, el llamado “diferencial de aprobación-reprobación” del Presidente es ahora de +34 puntos, cifra 14 puntos menor que en sus mejores momentos, cuando tuvo un saldo positivo de 48 puntos.

    Hay otras dos tendencias igualmente preocupantes. Una es la relativa al buen o mal rumbo del país: desde noviembre pasado la opinión negativa superó a las opiniones positivas, y este saldo negativo se mantiene hasta ahora. La segunda tiene que ver con el desempeño del Presidente frente a “lo que se esperaba de él”: desde abril de 2008 una mayoría relativa de personas cree que Felipe Calderón ha hecho menos de lo que esperaba. Y es de esperarse que esta desilusión aumente si el entorno económico empeora.

    Pero no todo son malas noticias. De manera un tanto paradójica, la “calificación” del Presidente, 7.04, es la más alta en los últimos 18 meses. Otra buena noticia es que la confianza en la capacidad del mandatario para “sacar a México de la crisis” ha aumentado notablemente: mientras que en noviembre de 2008 la mayoría de los encuestados (52%) desconfiaba de esta capacidad, las cifras están a su favor ahora pues 55% sí tiene confianza en que saldremos de la crisis.

    ¿Cómo puede afectar esto el resultado de las próximas elecciones?

    Si bien las preferencias electorales tienden a cristalizarse a lo largo del periodo de campaña, existe una regularidad en las elecciones intermedias de sistemas presidenciales, según la cual el partido del presidente pierde cierta fuerza en el Legislativo.

    Esto puede deberse al menos a tres causas. En primer lugar, los efectos de arrastre de los candidatos presidenciales están ausentes y esto afecta relativamente más al partido en el gobierno (pues éste contaba con el candidato más popular en la última elección).

    También se dice que en el imaginario de los votantes la elección intermedia es una especie de referéndum sobre el presidente —y en este contexto todos los partidos de oposición unifican su mensaje en torno a acusar al gobierno en turno por el mal rumbo del país—. Un tercer factor es que los votantes intenten dar un contrapeso al partido del presidente, ya sea para no concentrar el poder en un solo partido o bien para moderar su agenda de gobierno.

    De modo que la popularidad o aprobación del Presidente son por ahora uno de los principales activos del PAN, y es natural que su campaña se concentre en difundir los logros y esfuerzos del gobierno panista.

    Pero si la campaña del PAN vuelve al Presidente el tema o asunto “central” de la elección intermedia, corre el riesgo de producir una reacción coordinada en su contra: perder el referéndum simbólico y con ello cierta fuerza en la Cámara de Diputados. El presumir logros, o incluso buenas intenciones, no siempre produce simpatías entre votantes ideológicamente contrarios al presidente.

    javier.aparicio@cide.edu

    Doctor en Economía y profesor investigador de la División de Estudios Políticos del CIDE



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