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Manuel Camacho Solís

Par de ases

Ha participado en importantes diálogos y negociaciones políticas: con las organizaciones de damnificados después de los sismos de 1985; el S ...

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    09 de febrero de 2009

    Conforme avanzan la crisis económica y el calendario electoral de 2009, se perfilan dos escenarios políticos: que vayamos a una elección de más de lo mismo; o que la crisis modifique el escenario inercial.

    Lo más probable es que vayamos a una elección inercial. Que las tensiones mayores se den en el segundo semestre. A eso apuesta el PAN: a sobrevivir. A eso apuesta el PRI: a tener una mejoría que le permita generar expectativas positivas para mantener intacta su coalición de intereses, sin aspirar realmente a gobernar la crisis. A eso parece apostar la izquierda a partir de sus divisiones: a que sobrevivan los partidos y el movimiento.

    Sin embargo, ya empieza a configurarse un escenario diferente. Crece la posibilidad de que 2009 pueda ser otra cosa. En el excelente reportaje que publicó Elisabeth Malkin, en The New York Times, donde vincula el declive de la economía mexicana con la posibilidad de que Andrés Manuel López Obrador resurja, cita a Federico Estévez, del ITAM, quien con agudeza sostiene que “México es un país fundamentalmente conservador”, pero que “en 2009 las cartas son diferentes”. “Pienso que ellos (la izquierda) se están guardando una carta no prevista o que tienen un par de ases”. Considera que para ello es indispensable el reagrupamiento de la izquierda en torno a la agenda económica antes de las elecciones de 2009. Tiene razón.

    Ni al PAN ni al PRI les conviene una sorpresa. La izquierda es quien puede hacer la diferencia. Como ya no es viable una solución completa, orgánica; es decir, competir como Frente Amplio en las elecciones federales y en los estados, lo menos que habría que esperar es que las fuerzas progresistas definan una estrategia común para beneficiarse de las nuevas condiciones y abrir desde ahora la posibilidad de una nueva convergencia después de las elecciones, en vistas de una crisis que puede agravarse y en el horizonte de la sucesión presidencial de 2012.

    La carta escondida de la izquierda que Andrés Manuel López Obrador y los partidos del Frente Amplio Progresista tienen es no permitir que la pequeña política arruine la oportunidad de su recuperación. No está fácil superar la competencia por los mismos votos. Ni la tensión entre calle, el parlamento y la búsqueda de votos. Ni las debilidades orgánicas que en buena medida explican el desenlace de división.

    Pero tampoco es imposible imaginar que las movilizaciones no rebasen el límite que arruinaría una estrategia electoral. Que pueda comprometerse desde ahora una coalición parlamentaria para la próxima Legislatura. Que pueda haber acuerdos pragmáticos entre los partidos en los distritos con posibilidades de triunfo, como los del DF. Que pueda conformarse un grupo de candidatos cuyo peso contribuya a restablecer la unidad. Y que haya una plataforma propositiva común frente a la emergencia económica que responda a los damnificados de la crisis y a sectores amplios de la clase media y el empresariado. Todo pasa por una definición de fondo: se aspira a gobernar a México, no a quedarse con el liderazgo de la izquierda.

    Miembro de la Dirección Política del Frente Amplio Progresista



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