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Editorial EL UNIVERSAL

Violencia ignorada

Inspiración en el interés público, responsabilidad, búsqueda de la verdad, de permanente justicia y del cumplimiento de los derechos humano ...





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    22 de enero de 2009

    El maltrato, los golpes, las amenazas, las burlas que reciben los niños de sus pares los marcan y transforman. Es un problema de salud pública cuya magnitud y costos desconocemos en México, pues, a diferencia de otros países, esta violencia entre menores apenas comienza a estudiarse. Lo indudable es el daño sicológico a las víctimas; no hay que olvidar que es en los primeros años de la vida de una persona cuando las influencias externas determinan la personalidad futura.

    El fenómeno es conocido a nivel internacional como bullying. El término hace referencia a la agresión sistemática física, verbal o sicológica entre “iguales” —en este caso alumnos—, a la capacidad de un sujeto para herir a otro sin mayor resistencia de este último. El resultado es generalmente el aislamiento de la víctima y la profundización de las conductas hacia ella. La palabra es relativamente nueva; viene de bull (toro en inglés) y su derivación bully significa trato cruel o malvado.

    Cuando un niño es acosado en el colegio suele presentar señales como bajo rendimiento escolar, largos momentos en silencio, nerviosismo, evita mirar a los ojos, deja de realizar actividades que antes le divertían o ya no quiere ir a la escuela.

    En México, las cifras son escasas y recientes. Dice la Encuesta Nacional Exclusión, Tolerancia y Violencia en Escuelas Públicas de la Educación Media y Superior —realizada entre 13 mil 104 estudiantes de 15 a 19 años y publicada en abril de 2008— que 44.6% de los hombres encuestados y 26.2% de las mujeres reconoció haber abusado de sus compañeros; mientras que 40.4% y 43.5%, en el mismo orden, aceptó que ha ignorado la práctica, en tanto que 39.3% y 18.5% ha puesto apodos ofensivos.

    De acuerdo con un estudio del Instituto Nacional de Pediatría, el maltrato entre compañeros aumenta. En una encuesta señala que 30% de la población ha sido víctima o agresor. En el reporte anual 2007 del DIF nacional a las Naciones Unidas se afirma que en México 6.5 niños de cada 10 sufren acoso escolar.

    La práctica del bullying es antigua. La diferencia es que ahora el acoso puede apoyarse en la tecnología de la información, y llevar la violencia más allá del salón de clases en portales y redes sociales que sirven a los niños y jóvenes para intercambiar mensajes e imágenes. El potencial de mayor difusión de esta modalidad de abuso y el anonimato que puede proporcionar favorece a los agresores. Fotos, difusión de rumores, golpizas grabadas en videos y mensajes de texto ofensivos son las armas usuales.

    Pero más importante que la tecnología es el contexto social actual como detonante del incremento en el abuso. Hoy los menores están expuestos a la violencia de la realidad a través de los medios de comunicación, cuya influencia crece en la medida en que la atención de los padres es menor. La Encuesta Nacional Exclusión, Tolerancia y Violencia revela que sólo 49.9% de los hijos cuenta sus problemas a sus padres.

    El peor error sería desestimar el problema. Por desgracia, su desconocimiento lo permite. Los padres de familia suelen creer que el maltrato infantil es algo normal y que a los niños les sirve para aprender a defenderse —en caso de ser víctimas— o para desarrollar liderazgo —en caso de ser acosadores—. Los profesores, a su vez, pueden cometer el error de considerar estos actos “cosa de niños”.

    La primera línea de batalla para prevenir y erradicar este problema es el hogar. Si la violencia hacia los niños surge en sus propias casas, reproducirán el comportamiento en la escuela. Una vez en ella son las autoridades las que deben actuar. Bienvenido en ese sentido el programa para combatir el bullying en el Distrito Federal.

    Con la enseñanza que nos brindan 25 años de investigación mundial en el tema, no podemos dejar las cosas como están.



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