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José Luis Calva

Agenda para el TLCAN

Investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM. Especialista en economía agrícola y desarrollo rural, fue distinguido c ...

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    08 de enero de 2009

    En una entrevista concedida al Chicago Tribune (10/XII/08), el presidente electo de Estados Unidos, Barack Obama, interrogado sobre el TLCAN señaló: “He afirmado consistentemente que deseo que las disposiciones ambientales y laborales sean de cumplimiento obligatorio en los acuerdos comerciales”.

    Ciertamente, eso fue lo que propuso y argumentó congruentemente durante su campaña presidencial. Como precandidato escribió: “Nuestra diplomacia con México debe orientarse a una enmienda del TLCAN. Buscaré más fuertes normas laborales y ambientales, en lugar de los acuerdos complementarios que hicieron muy poco para corregir las fallas del TLCAN” (B. Obama, “I will repair our relationship with México”, en The Dallas Morning News, 20/II/08).

    Y como candidato reiteró: “Aseguraré que los acuerdos complementarios sobre derechos laborales y ambientales se incluyan en el texto principal del TLCAN y se hagan cumplir” (Univision, 18/IX/08, www.univision.com).

    Ergo, más vale que la clase política mexicana no desestime la hipótesis de que Obama honrará su palabra de renegociar el TLCAN.

    Por las razones expuestas en este espacio editorial (véanse nuestras entregas del 25/IX/08 y 2/X/08), la renegociación laboral y ambiental del TLCAN en los términos planteados por Obama —y por su partido, con mayoría en el Congreso estadounidense— resultará benéfica para la gran mayoría de los mexicanos: traerá consigo una mejor distribución del ingreso y, por tanto, mayor mercado interno y mayor crecimiento económico, además de un mejor cuidado del ambiente.

    Pero en el “toma y daca” de la renegociación conviene agregar, en primer lugar, un tema crucial: el agropecuario. Las más importantes organizaciones campesinas de México han propuesto reiteradamente sacar el maíz, el frijol y la leche de los compromisos de liberalización en el TLCAN. Un camino alterno consistiría en el establecimiento de una política agrícola común en América del Norte, al estilo la PAC de la Unión Europea, con fondos trinacionales y programas para promover el desarrollo agropecuario (de hecho, una PAC podría ser congruente con las ideas de Obama y su partido: “Debemos ayudar a México a desarrollar su propia economía —escribió Obama en The Dallas Morning News—, a fin de que más mexicanos puedan realizar sus sueños al sur de la frontera. Es por eso que incrementaré la asistencia externa”).

    Otro tema crucial es la migración. Independientemente de la “reforma integral de inmigración”, postulada por Obama y su partido (véase nuestra entrega del 25/IX/08), este tema es de interés trinacional y debería trabajarse en un proyecto que desemboque —después de cierto periodo de transición— en el libre flujo de mano de obra.

    Finalmente, la plena inclusión de los pueblos de los tres países del TLCAN en los beneficios de la integración económica no será realidad sin el establecimiento de fondos estructurales y de cohesión social al estilo europeo, lo cual es compatible con las ideas de Obama y su partido de proteger a los trabajadores estadounidenses afectados por la integración económica y de “ayudar a México a desarrollar su economía”.

    Ciertamente, un acuerdo para transitar desde el estilo neoliberal de integración hoy vigente en Norteamérica —que, para decirlo con Joseph Stiglitz, “no tiene como beneficiarios ni al pueblo estadounidense, ni al mexicano, ni al canadiense”, sino sólo a “intereses especiales y corporativos”— hacia un estilo europeo de integración económica no es tarea sencilla y quizá sólo pueda lograrse a través de varias rondas de renegociación del TLCAN.

    Pero independientemente de su celeridad, algo es indudable: sólo una enmienda del TLCAN que comprenda los cinco puntos anteriormente resumidos podrá abrir el cauce a una modalidad de integración económica que realmente “beneficie a los pueblos de nuestros tres países y no sólo a unas cuantas empresas, que se resistirán a los cambios” (Stiglitz), reconvirtiendo al TLCAN en una ancha vía para el desarrollo incluyente en América del Norte.

    Investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM



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