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Editorial de EL UNIVERSAL

México cupo en 100 casillas

Inspiración en el interés público, responsabilidad, búsqueda de la verdad, de permanente justicia y del cumplimiento de los derechos humano ...





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    23 de octubre de 2008

    El movimiento encabezado por Andrés Manuel López Obrador desempeñó un papel importante en el proceso de reforma energética. Consiguió que la propuesta inicial del presidente Felipe Calderón fuera calificada de “privatizadora” por la mayoría de la población de acuerdo con las encuestas. El resultado de la presión fue un consenso en el Congreso para erradicar de los dictámenes cualquier cesión a privados de los recursos naturales de la nación. Ganar debería ser suficiente.

    Pero simpatizantes del político tabasqueño, animados por él, colocaron 100 casillas para realizar una “consulta ciudadana” en las inmediaciones del Hemiciclo a Juárez y así definir el rumbo del Movimiento Nacional en Defensa del Petróleo. En un par de horas, el resultado estaba definido: oposición a lo que se discute en el Senado.

    “Si esperaban que inclinaría la balanza, no será así; porque partimos de un pueblo extraordinario. Somos importantes los dirigentes, pero lo es más aún el pueblo”, ha dicho el líder.

    El ejercicio está bien. Después de todo era importante saber la opinión de los simpatizantes de Andrés Manuel López Obrador que estaban en el Hemiciclo, tal vez los más aguerridos o fieles. Pero ¿las 100 casillas, instaladas en una sola entidad y abiertas por unas cuantas horas, son suficientes para conocer la opinión y determinar el futuro de los más de 100 millones de mexicanos? Y eso sin cuestionarse a sí mismos si el movimiento lopezobradorista representa a la mayoría de los mexicanos o basta para determinar y dictar medidas a un Congreso plural elegido, con todos sus defectos, por millones de mexicanos.

    En otras palabras, una consulta entre amigos, contabilizada por amigos, trata de determinar lo que digan o hagan los mexicanos. Cierto, cualquier democracia debe tener respeto por las minorías, pero ese respeto debe ser mutuo.

    La consulta, en todo caso, sorprendió el miércoles a propios y extraños al ser anunciada de improviso durante una manifestación frente al Hemiciclo a Juárez para determinar el rumbo que seguiría su movimiento frente a la reforma energética aprobada en principio por el Congreso.

    La alternativa propuesta era determinar si los asistentes estaban “satisfechos” con la propuesta como está, aprobada de hecho por la fracción parlamentaria del Partido de la Revolución Democrática, o si no, “seguir la movilización” y, respaldados por sus leales en el Frente Amplio Progresista, manifestarse hoy por la mañana en el Senado para impedir la aprobación de los dictámenes de la reforma energética.

    Las 100 urnas con paredes transparentes fueron instaladas para realizar lo que bien podría calificarse de “consulta al vapor”. Tan respetable como es el ejercicio de la consulta con los partidarios y tan importante como es cumplir su voluntad, el hecho mismo está fuera de lugar: si se cuestiona la decisión de un Congreso plural, electo por millones de personas, ¿cuál es la legitimidad de ese grupo, reunido en un mitin, para decidir el camino a seguir por todo un movimiento?

    No se trata de restar importancia a la organización encabezada por el aspirante a la Presidencia, que tan disparatado como pueda parecer a algunos representa a una parte de la sociedad mexicana. Pero por respeto propio y a sus seguidores López Obrador les debe a ellos y al país algo más que una consulta exprés.

    El ejercicio “al vapor” resulta difícilmente lo que debe decidir el futuro de un movimiento que por sus características parece buscar a veces medir qué tan lejos puede llegar en la confrontación con los poderes constitucionales.



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